¿Quién diablos estaba golpeando a su puerta? Samson tendría que enseñar a sus amigos buenos modales. Se dio cuenta de que estaba lloviendo a cántaros, pero eso no les daba derecho a dañar su puerta. Ellos lo lamentarían en un segundo. Él ya se encontraba de mal humor, y el que llegaran tocando como bárbaros, no le hacía gracia.
Él abrió la puerta de un tirón, y dijo:
—¡Dejen de joder!
Una pequeña figura con el pelo mojado y con la ropa empapada cayó en sus brazos diciendo:
—¡Ayúdame, por favor!
La voz femenina tenía una aflicción que no podía ignorar. Instintivamente, la metió adentro y cerró la puerta de golpe.
—Gracias —El suave murmullo era casi inaudible, pero mezclado con verdadero alivio.
Ella levantó la cabeza y lo miró. Grandes ojos verdes, pestañas espesas y largas, y suculentos labios rojos. Su blusa blanca estaba empapada, y podría haber ganado cualquier concurso de camisetas mojadas sin ningún problema. No es que él nunca haya visto uno, pero su sostén de encaje negro, mostraba sus prominentes pechos: 34C, supuso.
¡La stripper!
Claro, ella tenía que ser la stripper. Así que los chicos le habían conseguido una stripper que se hiciera pasar como una damisela en apuros. Era diferente de la habitual mujer policía o la enfermera, pero aún así, no funcionaría.
La última vez que sus amigos lo habían sorprendido con una stripper, Oficial Indecente, la misma había tratado de hacerle un registro al desnudo, el cual no había causado efecto en él. Ni siquiera la tentación de un poco de sadomasoquismo, habían logrado hacer que su miembro se levantara de su sueño mortal. ¿Qué hizo pensar a Ricky que una damisela en apuros podría ser mejor?
Se veía suficientemente bonita, casi inocente. Por lo menos le podía seguir la corriente por unos minutos, para ver si algo ocurría. Claro, sin tener muchas esperanzas.
—¿Qué pasó? —le preguntó.
Ella olía como un perro mojado y algo más, pero no podía saber que era.
—Un tipo me atacó —se detuvo para recobrar el aliento, y prosiguió—: Tengo que llamar a la policía.
Ella se estremeció y sonó creíble. Obviamente la mujer había tomado algunas clases de actuación.
Un bonito detalle.
—Bueno, ¿por qué no hacemos que entres en calor primero y nos deshacemos de tu ropa mojada? —Esa seguramente era la idea que la stripper tendría en mente. ¿Qué mejor razón para quitarse la ropa que el tenerla mojada? A él no le importaría calentarla con su cuerpo.
Ella inmediatamente frunció el ceño.
—Sólo una llamada, por favor, yo me puedo cambiar en casa, gracias. —Su voz se entrecortó como si estuviese molesta.
Ah, así que quería jugar a la tímida. Para él estaba bien. La dirigió a la sala de estar, donde ardía un pequeño fuego en la chimenea. Ella se puso justo en frente de ella y estiró las manos hacia el calor. Su ropa mojada se aferró a su cuerpo, enfatizando sus curvas tentadoras. Las proporciones perfectas. No era demasiado delgada, suficiente carne para que él tuviera algo que agarrar. Por lo menos Ricky había escogido a alguien que físicamente le gustaba. Era un buen comienzo.
—Te dará un resfriado con esa ropa mojada —le susurró atrás de ella.
Sus hombros se levantaron, con evidente tensión. Ella obviamente no lo había sentido acercarse. ¿Qué pasaba con sus sentidos? A medida que le tomó los hombros con sus manos, ella gritó y se dio la vuelta. Él reconoció que la mirada en sus ojos era una mezcla de ira y miedo.
—Me tengo que ir —le dijo ella.
Ahora se estaba poniendo interesante. Ella se estaba haciendo a la difícil. Ricky tenía razón, era buena. Tal vez podía moverle algo, sólo tal vez. Él disfrutaba de una buena cacería tanto como cualquier vampiro. No había cazado desde hace tiempo. Todas las mujeres se le habían entregado prácticamente en bandeja de plata y aunque muchas de ellas habían sido muy tentadoras, ninguna lo había movido.
—No tan rápido, yo creo que te estás olvidando para qué estás aquí. Veamos que tienes para ofrecer —Le hizo saber que él estaba dispuesto a seguir el juego. Sólo por el placer de hacerlo.
La damisela le lanzó otra mirada asustada y se dirigió hacia la puerta. Samson fue más rápido y cortó su ruta de escape. Ahora sí estaba disfrutándolo. De hecho, no había tenido tanta diversión en mucho tiempo. Lo que fuese que Ricky le estuviese pagando, ella valía cada dólar.
Ella respiraba con dificultad, pretendiendo estar asustada. Él podía casi oler su miedo. Era exactamente como le gustaban sus presas. Sus manos agarraron sus hombros para acercarla. No le importó que sus ropas mojadas arruinaran sus pantalones y suéter de lavado en seco.
—¡No, déjame ir! —Su súplica desesperada hizo eco en su casa inmensa.
—No te quieres ir —Él se empapó de su olor. Sí, a perro mojado, pero también a algo más, algo diferente. ¿Estaba usando un perfume exótico esta pequeña zorra vampira? Olía delicioso y tentador. Un leve olor a lavanda, llegó a su nariz.
Sus ojos aterrorizados de la mujer lo miraban, mientras luchaba para escapar de su control.
—Estoy seguro de que Ricky te pagó lo suficiente, y si no, te daré una generosa propina —El dinero no era un problema. De hecho, si podía hacer algo por él, sería más que generoso.
—¿Me pagó? —Su voz fue un chillido, su pánico acentuado por sus ojos bien abiertos. Hermosos ojos de color verde, brillando en cientos de diferentes facetas.
¿Será que el sinvergüenza no le había pagado aún? Bueno, él podría ocuparse de eso después, pero por ahora quería algo más. Una probada de esos labios carnosos y de su delicada lengua.
Había algo en ella que había despertado su interés. Samson bajó la cabeza y apretó sus labios contra los suyos. Ella trató de soltarse, pero en el mejor de los casos, su intento fue débil e inútil. Él sabía que las hembras vampiros, eran casi tan fuertes como los machos, pero el espécimen en sus brazos, obviamente, había decidido no usar su fuerza contra él.
Sus labios eran suaves, deliciosamente suaves. Samson deslizó su mano por detrás de su cuello para mantenerla en su lugar, mientras usaba su lengua para incitar su boca a abrirse. Quería saborearla, sentir su lengua, pero ella mantuvo sus labios firmemente apretados, aparentemente dispuesta a no rendirse tan pronto.
La mujer seguía luchando, tratando de escapar. A él no le importaba. De hecho, mientras más se resistía, más se daba cuenta que el cuerpo de ella se rozaba con el suyo y hacía que la deseara más. Él continuó asaltando sus labios, barriéndolos con su lengua húmeda. La apretó con más fuerza contra él, deslizando su otra mano por la espalda para apretar su pequeño y lindo trasero. En lugar de la ropa mojada, sintió el calor de su cuerpo.
Sus senos se aplastaban contra su pecho, y el rápido latido de su corazón se sentía a través de su cuerpo. Él disfrutaba de su inusual suavidad. Luego notó algo más. Sintió que reaccionaba a ella. La sangre repentinamente bombeó hacia su pene. Sus pantalones le apretaban. Pero no se iba a quejar.
Samson lanzó un gemido de placer, al sentir su pene endurecido y presionándola en su estómago. Seguramente ella lo sintió también. Él no había sentido una erección durante tanto tiempo, y el darse cuenta que su viejo cuerpo todavía funcionaba, fue un regalo de cumpleaños que no esperaba. Con la mano en su trasero, la acercó más a su cuerpo y encalló su pene contra ella, haciéndole saber que ella había logrado lo imposible.
Él la recompensaría abundantemente por ello. ¿Por qué su psiquiatra no pensó en esto? Todo lo que necesitaba era una mujer que fingiera que no lo quería, y sus instintos de caza aflorarían. Psicología a la inversa era todo lo que necesitaba. Tendría que despedir a Drake. En todos estos meses, el curandero no había tenido una sola idea que le fuera útil.
De repente, sus labios se abrieron, y él no dudó en introducir su lengua con avidez.
¡Oh Dios, sí!
Su boca, su sabor, todo era tan diferente a lo que había probado antes. Introdujo su lengua profundamente, buscando la de ella. No era lo que él había esperado. Su cuerpo se tensó mientras exploraba su deliciosa boca y jugaba con su lengua indecisa, provocándola a que le diera más. Él fue más profundo. Oh Dios, ella era deliciosa.
Con la mano en su cuello la acarició con entusiasmo, mientras que su otra mano en su redondo trasero, no podía dejar de acariciarlo, y la presionaba fuertemente hacia él. Su pene estaba duro como una piedra y listo para estallar. Samson no recordaba haber tenido una erección de este tipo, por lo menos no en los últimos ciento cincuenta años.
No había manera de que él la dejara ir, antes de que la cogiera fuertemente. Quería sumergirse en ella por el tiempo que pudiese, y encontrar en ella el placer que no había tenido en los últimos nueve meses.
Samson ingirió más de su sabor, aspiró más de su olor y de repente, se exaltó.
Maldita sea, ¿qué diablos estaba haciendo?
¡Mierda!
Él no estaba besando a un vampiro. ¡Ella sabía a humano! Sus amigos lo estaban matando. ¡Le habían mandado una stripper humana! Ellos por lo menos debieron haberle advertido. Él podría hacerle daño si no tenía cuidado. Si perdía el control, podía morderla y beber su sangre, ¡esos idiotas!
Y luego sintió un agudo, punzante e inesperado dolor en el pie. Inmediatamente la soltó y frunció su cara saltando en un pie, en un intento de aliviar el dolor. Con todas sus fuerzas, ella había arremetido con su tacón alto, los zapatos de diseño italiano de él.
¿Qué carajo?
¿Que se le metió a ella? Le había respondido y le devolvió el beso. No había ninguna razón para su arrebato repentino. Y, además, Ricky había dicho que hacía extras.
Mientras él la miraba con incredulidad, ella lo miraba con furia, y como si eso no fuera suficiente, ella le dio una bofetada en la mejilla.
¡Bam!
Risas ahogadas a sus espaldas le hicieron voltearse en un santiamén. Allí estaban todos sus amigos, viéndolo ser golpeado por una mujer. Esto quedaría escrito en los libros de historia. La noche en que una humana abofeteó a Samson. ¿Qué otra cosa estaba prevista para su humillación?
—¿Qué demonios estás haciendo, Samson? —preguntó Ricky.
—¿Qué te parece que estoy haciendo? Me estoy divirtiendo con la stripper que me conseguiste para mi cumpleaños.
¿Desde cuándo era Ricky correcto y formal? Después de todo, esta era su estúpida idea.
—¿Stripper? —gritó la mujer— ¡No soy una stripper!
Ricky negó con la cabeza, y los chicos detrás de él no pudieron reprimir las estúpidas sonrisas como si fueran un grupo de jóvenes universitarios y no unos vampiros adultos.
—¿Estás ciego, hombre? Esta es la stripper.
Ricky volteó la cabeza hacia la mujer con el uniforme de enfermera corto y liguero, que estaba entre sus amigos. Los ojos de Samson comparaban entre la stripper y la damisela en peligro. Finalmente, se posaron sobre Ricky. La verdad estaba escrita en la cara sorprendida del vampiro pelirroja.
—Esa —dijo Ricky y señaló a la mujer furiosa junto a Samson—, es una mujer seriamente enojada, a la cual le debes una gran disculpa. Yo empezaría a rogarle en este momento.
Ese era un buen consejo. Samson se avergonzó.
—Feliz cumpleaños —dijo Amaury, uno de sus más viejos amigos.
Si él estaba tratando de suavizar la situación, tendría que hacerlo mucho mejor, porque de seguro no estaba funcionando.
—Y felicitaciones —añadió Thomas sonriendo, pero no estaba felicitándole por su cumpleaños. Sus ojos estaban fijos en la entrepierna de Samson. Nada podía escapar de los ojos penetrantes de Thomas, nunca, sobre todo cuando se trataba de un cuerpo masculino.
Samson entendió de inmediato, pero eso no hizo la situación más cómoda. Eventualmente él tendría que darle la cara a la mujer que había besado con tanta pasión, lo que era algo incómodo de hacer. Sobre todo, con la furiosa erección abultando sus pantalones. Una erección que no se le quería quitar, mientras tuviera el sabor de la mujer en su lengua.
Ella pasó junto a él para salir de la habitación. Él no podía dejarla ir. Le debía más que una disculpa, había curado lo que su psiquiatra no había sido capaz de resolver, incluso después de muchos meses de sesiones semanales. Él tenía que hacer algo, cualquier cosa.
—Señorita.
Ella siguió caminando como si no lo hubiese escuchado. Los chicos se apartaron para dejarla pasar.
—Por favor. Lo siento, no lo sabía. Pensé que eras la… lo siento. Debes pensar que soy un salvaje. Por favor, señorita, permítame ofrecerle un poco de ropa seca, algo para entrar en calor. Voy a hacer que mi chofer la lleve a su casa —le dijo tratando de persuadirla.
Ella se detuvo y vaciló en la puerta.
—Por favor.
A él no le importaba que sus amigos estuvieran viéndolo rogar. Se encargaría de ellos más tarde. Curiosamente todo lo que quería ahora era que ella no estuviera enojada con él. No entendía por qué le importaba, después de todo, era sólo un humano. Finalmente, los hombros de ella parecieron caer, liberando la tensión.
***
Delilah se volvió y lo miró. Ella sabía que todavía estaba lloviendo afuera, y la idea de ropa seca y que alguien la llevase a casa era tentadora, sobre todo porque no estaba muy segura si podría encontrar el camino de regreso al apartamento. Además, el matón todavía podría estar en algún lugar ahí afuera, al acecho, y entonces no estaría mejor que antes.
Ahora que él la miraba con sus ojos de cachorro, parecía cálido y amable. No se veía así minutos antes. Se sentía como si hubiera sido su presa. Se veía como un cazador. Sus besos habían sido experimentados, hambrientos, calientes y por desgracia, exactamente como a ella le gustaban, por lo que no había sido capaz de resistirse y finalmente por eso había respondido a ellos.
Delilah había sentido su cuerpo presionado contra el suyo y sus manos tocándola íntimamente. Él la había estremecido. Supuso que era simplemente un reflejo que su cuerpo había producido, pero en el fondo sabía que ningún reflejo en el mundo podría hacer que se abriera a un hombre que la atacara, a menos que ella lo deseara.
Durante los besos, sintió llamas de fuego extendiéndose a través de ella como si su sangre comenzara a hervir. Nadie nunca la había besado así. Ninguno de los chicos con los que había salido había llegado siquiera cerca de hacer que su cuerpo se derritiera como lo hizo él con su tacto.
Pero esto no estaba bien. Acababa de atacarla como una fiera, porque pensaba que era una desnudista barata. No había duda en su mente en cuanto a las intenciones de él. Su erección fue una prueba positiva de que si ella no lo hubiese detenido, él la hubiese poseído allí, en la sala de estar. No era su idea de romance, no importa por cuánto tiempo ella no hubiese tenido sexo.
Ella miró a la mujer en uniforme de enfermera. ¡Asqueroso! Sus pechos parecían falsos, al igual que casi todo lo demás en ella. Parecía barata, y Delilah estaba segura de que la mujer no solo era una stripper, sino, probablemente también una prostituta. Sólo podía imaginarse para qué habían contratado a la prostituta.
Así que tenía unos amigos locos, que le dieron un regalo de cumpleaños más loco. Por desgracia, había tratado de desenvolver el regalo incorrecto. ¿Podría realmente ser confundida con una stripper tan fácilmente, o él necesitaba gafas? Delilah se miró y en ese momento se dio cuenta que su blusa blanca estaba completamente empapada haciéndola transparente, y su última adquisición de Victoria Secret, brilló. Ella secretamente maldijo su amor por la ropa interior negra. No es de extrañarse que él hubiese pensado que ella era una stripper. Tal vez todo esto era mucho más inocente de lo que ella inicialmente pensó.
—¿Ropa seca dijiste? —ella finalmente le preguntó.
A pesar del calor en la casa, sintió frío y sabía que sus pezones estaban incómodamente duros, casi con dolor.
Él mostró en su boca una suave sonrisa, y asintió.
—Puedo conseguirte un suéter y algún pantalón deportivo. Puedes secarte en el baño. Vuelvo en un momento.
Él parecía casi como un niño ahora.
Ella lo siguió con la mirada mientras él caminaba por las escaleras, fuertes piernas que subían las gradas de dos en dos, su trasero apretado moviéndose dentro de la tela. Todo músculo y nada de grasa.
—Soy Ricky —le dijo uno de sus amigos, presentándose—. Lo siento, creo que todo esto fue por mi culpa. Le dije a Samson que esperara a una stripper. Él es normalmente un verdadero caballero. Por favor, no tomes eh… lo que sucedió en contra de él.
Era alto y bien parecido, con una cara de niño llena de pecas y una cabellera rojiza. Ella detectó un poco de acento al hablar. ¿Tal vez irlandés?
—Absolutamente —el siguiente amigo interrumpió—. Soy Amaury.
¿Amore? ¿Como amor en italiano?
Un nombre algo extraño para un hombre. Él extendió su mano. Ella dudó, pero no se la negó, no obstante. Su apretón de manos era firme.
—Ha estado bajo mucho estrés últimamente. Por favor, perdónalo —dijo Amaury.
Era un tipo grande y corpulento, con el pelo oscuro que le llegaba hasta los hombros. Pero no era un hippie. Parecía bien cuidado, y su largo cabello sugería que no era de esta época. Más bien parecía que pertenecía a una novela histórica, montando un caballo para salvar a su dama favorita. Sus ojos azules eran penetrantes. Su sonrisa cautivadora, se extendía desde sus labios dando luz a toda su cara.
Cada uno de sus amigos, trataban de poner excusas por él. Parecían ser unidos. Un hombre que tenía amigos decentes como ellos, no podía ser del todo malo. Por supuesto, Charles Manson probablemente también tenía amigos en algún momento, y eso no lo hacía ser un buen tipo. Lo mismo sucedía con Jack el Destripador. El Asesino del Zodiaco, vino a su mente. Y su imaginación galopaba de nuevo.
—Él es realmente un gran tipo —le dijo otro—. Thomas. Encantado de conocerle, madame.
¿Madame? ¡Vaya!, eso sí que era formal.
Su calurosa sonrisa estaba en absoluto contraste con su atuendo: Thomas andaba vestido completamente de cuero y su casco de motociclista bajo el brazo.
Un cuarto hombre estaba en el fondo. Parecía un poco tímido y se limitó a asentir. Iba vestido con el traje de motociclista igual que Thomas.
—Él es Milo —Thomas lo presentó y puso su brazo posesivamente alrededor de sus hombros.
La presencia de un par de chicos gay, la hizo sentir un poco más segura. ¿Qué tan mal podrían estar las cosas, si había una pareja de homosexuales en la habitación? Por lo menos ella tuvo la sensación, de que habría dos tipos que no la seducirían y que potencialmente la protegerían.
—Encantada de conocerte. Soy Delilah.
Ella cambió de pie para acercársele, se sentía cohibida por el hecho de que los hombres pudieran ver su sostén. Buscó un lugar seguro para fijar su mirada.
—¿Delilah? ¿Al igual que en Samson y Delilah? —preguntó Ricky con una sonrisa en su rostro.
Los chicos se rieron entre dientes. Ella vio cómo Amaury codeaba a Ricky en las costillas, aparentemente tratando de callarlo.
—Sí, es Delilah —¿Cómo había llamado uno de los chicos a su rescatador después de que ella le dio una bofetada? ¿Habría escuchado el nombre correctamente? ¿Podría ser realmente su nombre Samson?
—Ese es un nombre bonito —El cumplido de Amaury sonó como si él quisiera llenar el silencio incómodo con algo, cualquier cosa.
—Samson, ahí estás —Thomas dijo de pronto, mirando hacia las escaleras.
Delilah levantó la mirada y vio a Samson bajando. No podía quitarle los ojos de encima.
Ella no debería estar viéndolo idiotizadamente, pero no lo podía evitar, incluso si su vida dependiera de ello. Era alto, medía más de 1.90 mts., y hacía una figura muy impresionante en su pantalones negros y el ceñido suéter gris, de cuello alto. Sus caderas eran delgadas, sus hombros anchos, y parecía que no era ajeno a un gimnasio. Su pelo negro era más largo que lo que estaba a la moda, le daba belleza intemporal. Sus ojos color avellana, demandaban su completa atención.
Se deslizó por las escaleras como si fuera el dueño del mundo, irradiando un sentimiento de confianza, con más fuerza que cualquier persona que ella hubiese conocido. Con cada uno de sus pasos, ella se sentía más atraída por él, mientras más se acercaba era menos capaz de resistirse a sus encantos. Sin embargo, él era silencioso, sin decir una sola palabra mientras se acercaba.
Samson. El nombre le venía bien. ¿Este hombre mortalmente sexy la había besado? ¿Qué había estado pensando ella al apartarlo? ¿Estaba perdiendo la cabeza? Obviamente. No había otra explicación para ello. Sabía perfectamente lo que podían hacer sus labios en ella, lo que esas manos habían despertado.
Tan sólo recordar esas fuertes piernas presionadas en ella, hizo que la temperatura de su cuerpo subiera unos cuantos grados. Unos segundos más y tendría una fiebre que requeriría atención médica, o su atención. Preferiblemente su atención, ya que un médico probablemente no podría ayudarla con lo que tenía: un severo ataque de lujuria.
Se detuvo justo en frente de ella, sus miradas se encontraron. Delilah se dio cuenta de que había estado mirándolo todo el tiempo que le había tomado bajar por las escaleras. Estaba segura de que él había visto como lo examinaba. Incapaz de quitarle los ojos de encima, inhaló su aroma puramente masculino.
Él le entregó la ropa. Su mano accidentalmente tocó la de ella, y cuando lo hizo creó una chispa de electricidad.
—Hay un baño de visitas al final del pasillo. Las toallas limpias están en el armario de la ropa —le dijo con voz suave y gentil.
—Gracias. —Delilah sintió su voz temblar. Probablemente haciéndola sonar como una adolescente enamorada.
Mientras caminaba por el pasillo hasta encontrar el cuarto de baño, escuchó a los hombres susurrar, pero no podía entender lo que decían. Miró hacia atrás antes de entrar en el cuarto de baño y vio a Samson mirándola. Esos ojos color avellana habían seguido cada uno de sus movimientos.
***
Samson se volvió hacia sus amigos cuando la vio cerrar la puerta.
—Ustedes son idiotas a veces, no sé por qué sigo saliendo con ustedes —Samson los acusó. Luego tomó su teléfono celular de la mesa y usó el marcado rápido.
—Es porque no tienes otros amigos. —Como siempre mencionando lo obvio.
Su llamada fue respondida de inmediato.
—Carl, por favor traiga el coche en quince minutos.
—Por supuesto, señor.
—Gracias. —Terminó la llamada y regresó al grupo.
—Así que parece que las cosas están mejorando —comentó Thomas deliberadamente, con una sonrisa de oreja a oreja.
—¡Ella es humana, idiotas! —Maldijo Samson entre dientes, pero suficientemente fuerte para que el grupo escuchara.
Lo más caliente que he tocado.
—Bueno, nosotros no la mandamos aquí —Ricky alzó sus brazos en defensa—. Así que, ¿quién es ella?
—¿Cómo diablos voy a saberlo? Ella casi rompió mi puerta, pidiendo ayuda.
—Puedo jugar a eso, si eso es lo que te enciende —dijo la stripper.
Samson dudó su afirmación y la ignoró.
—Bueno, todo el mundo a la cocina, y déjenme a solas con ella unos minutos.
—¿Conmigo? —ronroneó la stripper.
De ninguna manera. Samson frunció el ceño.
—No, con la mujer humana, maldita sea.
—Ok, ok —dijeron los demás.
Los miró mientras desaparecían a través del comedor hacia la cocina en la parte trasera de la casa. La mano de Amaury ya se encontraba sobre el trasero de la stripper. Samson negó con la cabeza. Su amigo no había conocido a una mujer que a él no le gustara.
Si dejaba a los chicos solos por mucho tiempo, probablemente se beberían todo lo que había en la casa. Podía ver sus reservas de sangre disminuyendo por minuto.
Samson fue a la barra del bar y sirvió dos copas de brandy. Se había acostumbrado al sabor del brandy y le gustaba la sensación de calidez que causaba en su pecho cuando se tomaba uno. Aparte de eso, pasaría a través de su sistema sin efecto alguno. Ser capaz de tomar las bebidas humanas era muy útil cuando él se reunía con humanos en fiestas sociales.
Los vampiros se mezclaban libremente con sus homólogos humanos, que no sabían que ellos eran diferentes. Algunas personas eran consideradas simplemente más excéntricos que otras. San Francisco era el lugar perfecto para su especie. Prácticamente todo el mundo era un poco raro, y a nadie le importaba un carajo.
La clase alta de los vampiros en San Francisco funcionaba de igual manera como la sociedad de clase alta de los humanos en la ciudad. Había bailes, temporadas de ópera, la sinfónica, inauguraciones de galerías, espectáculos de ballet, recitales y estrenos de obras de teatro. Todo el que decía ser alguien, quería ser visto.
Esta noche Samson tenía algo que celebrar. Su sistema hidráulico estaba trabajando de nuevo, de hecho, incluso mejor que antes. Su pene había estado tan duro como el granito cuando había presionado su cuerpo contra el de ella y la había besado. ¿Cómo había sucedido? Él no lo sabía y no le importaba, pero al menos sabía que estaba de vuelta. ¡Maldita sea, se sentía bien!
Samson se dio vuelta hacia la puerta, cuando oyó sus pasos. Ella vestía una de sus sudaderas y pantalones deportivos. Ambos eran demasiado grandes para ella, pero ella se había doblado varias veces las mangas para que le quedasen. Demonios, se veía linda. Había secado su pelo largo y oscuro con una toalla.
—Por favor, pasa, siéntate aquí. Caliéntate —invitó Samson.
Ella entró a la habitación, sus movimientos eran vacilantes, sus ojos claramente observándolo, para determinar si era seguro acercarse.
—Gracias.
—¿Brandy? —le preguntó él.
Le entregó una de las copas que había servido anteriormente. Ella estiró su mano. Samson rozó sus dedos con los suyos cuando tomó la copa. Con frío, ella se sentó en el sillón más cercano al fuego y tomó un sorbo.
—Le pido disculpas, yo no me he presentado aún. Soy Samson Woodford.
Ella lo miró y se dio cuenta de que estaba todavía en pie. Tomó asiento frente a ella para estar a la altura de sus ojos.
—Delilah, Delilah Sheridan.
¿Delilah? Un nombre bonito para una mujer hermosa. Una hermosa mujer humana.
Fuera de límite.
¿Sería su ruina al igual que la bíblica Delilah lo había sido en la caída de su tocayo? Sin embargo, era una buena razón para no tocarla de nuevo.
—Debo pedirte disculpas. He sido grosero, y es inexcusable.
Inexcusable, sí, pero sin embargo, excitante. Quería volver a sentir: el calor, la excitación, su cuerpo. Incluso ahora, vestida con ropas sin forma, varias tallas más grandes para ella, parecía más tentadora que cualquier mujer vampiro en la cual hubiese puesto sus ojos. Su olor tentó sus sentidos, amenazando con dominar sus buenos modales, una vez más.
—Fue un malentendido. Tus amigos ya me lo explicaron.
Parecía que estaba entrando en calor. Sus mejillas parecían sonrojarse, probablemente por el calor del fuego y el brandy que estaba bebiendo. Si él solo pudiera lamer las gotas de brandy de sus labios, tal vez su cuerpo se apaciguaría.
—¿Cómo está tu pie? Lo siento mucho —preguntó ella.
—Estará bien. No te preocupes.
Si lo besas estaría mejor.
—Gracias por ayudarme.
—No hay de qué. Una vez más, estoy verdaderamente arrepentido por haber actuado como un completo idiota.
Samson se pasó la mano por su pelo. Él reconoció su ademán como lo que era: indicaba su nerviosismo, cuando no tendría razón para sentir una emoción tan extraña.
—¿Dónde están tus amigos? —preguntó ella.
¿Tenía miedo de estar sola con él? Él obviamente, la había asustado. No podía culparla. Estar a solas con el hombre que la había atacado, besándola apasionadamente y habiéndole frotado su erección, no podía ser una situación que le inspirase confianza. ¿Podía ver que su pene se movía nuevamente alistándose para ella? Samson se movió en la silla y cruzó las piernas.
—Les he enviado a la cocina para empezar la fiesta. Yo te aseguro que te escucharán si sientes la necesidad de pedir ayuda. No hay ninguno entre ellos que no vendría corriendo a ayudar a una mujer que necesite protección.
—Oh.
Su cara de sorpresa le dio que pensar a él, al igual que el rubor repentino en sus mejillas. Tal vez ella no se sentía amenazada después de todo.
—Lo siento, por interrumpir tu fiesta de cumpleaños. Mejor me voy.
Haciendo un movimiento para levantarse, él la detuvo.
—He llamado a mi chofer. Estará aquí en unos minutos para llevarte a casa.
Delilah hizo un débil intento de rechazar su oferta.
—Eso no es necesario. Yo puedo tomar un taxi.
—Por favor, permíteme. Es lo menos que puedo hacer después de todo lo que te he hecho pasar.
—Gracias —dijo ella, dándole una bella sonrisa—. Eso es muy generoso de tu parte.
—Dime lo que pasó ahí afuera. —Girando su cabeza hacia la ventana, mirando la oscuridad, tragó saliva, y le contestó:
—Un tipo me siguió en un callejón. Corrí, me resbalé y él me agarró. Después corrí nuevamente y me volvió a seguir. Ya estaba muy cerca de mí cuando abriste la puerta.
Dio un suspiro, y volvió a vivir su calvario mientras hablaba.
—¿Estas segura de que no estaba ayudándote cuando te caíste?
Ella lo negó con la cabeza.
—Estoy segura. Vi su cara, él no era amigable. Estaba persiguiéndome.
¿Había reaccionado exageradamente? Tal vez todo el incidente fue totalmente inocente. Las mujeres a veces ven las cosas como no son.
—¿Puedes describírmelo? —él preguntó.
—Sólo lo vi por un instante, pero era grande, blanco, tal vez de unos cuarenta años. Tenía una cicatriz en su mejilla.
—¿Crees que lo reconocerías si lo vieras nuevamente?
Ella asintió con confianza—: Definitivamente.
Un mechón de cabello húmedo quedó atrapado en su mejilla, y él tuvo que usar toda su voluntad para no acercársele y quitárselo de la cara. No permitiría cualquier otro avance físico de parte de él, ni siquiera la tierna caricia que ansiaba hacerle en ese momento.
La ternura no era algo por lo que los vampiros eran conocidos, mucho menos Samson. La lujuria, la pasión, sí, ¿pero ternura? Era mejor que saboreara este raro sentimiento.
Oyó que la puerta se abría. Carl tenía la llave de la casa, al igual que sus amigos, a excepción de Milo. Unos segundos más tarde Carl se dio a conocer en la puerta de la sala de estar.
—Señor, disculpe la interrupción, el coche está listo cuando lo necesite.
Se levantaron de sus sillas y Samson lamentó no haberle dicho a Carl que se tomara su tiempo. Había disfrutado de la compañía de la mujer y le hubiera encantado disfrutarla por un poco más de tiempo. ¿Disfrutar de ella? ¿Qué demonios estaba pensando? Era mejor si se iba ahora, antes de que hiciera algo realmente estúpido. Tenía que terminar aquí y ahora.
—Voy a traer mi ropa. La dejé en el baño.
—No te preocupes, yo haré que te la entreguen mañana después de haber sido lavada y planchada.
Mantener su ropa por un poco más de tiempo le permitiría aspirar una vez más su aroma.
—Pero, eso no es…
—¿Necesario? —la interrumpió y sonrió—. Por favor, permíteme.
***
Sin duda no era necesario, pero su sonrisa era tan encantadora que Delilah no podía rechazarla. Parecía que él absolutamente quería recompensarla.
—Carl, por favor, lleve a la señorita Sheridan a su casa —le indicó Samson a su conductor—. Ella le dará su dirección. Y asegúrese de escoltarla hasta la entrada y esperar hasta que ella este segura adentro. No quiero que le pase nada.
—Sí, señor —le dijo su chofer.
Ella se sintió halagada. Él quería asegurarse de que estuviese a salvo.
—Muchísimas gracias. —Extendió su mano—. Y feliz cumpleaños.
Samson le sonrió y le tomó la mano, pero en vez de estrechársela, poco a poco la guio hasta sus labios y la besó suavemente sin romper el contacto visual—. Gracias.
Ella sintió una ola de calor desde su mano hasta su torso. Dios, era guapo y un perfecto caballero, cuando no estaba asumiendo que era una stripper. Eso era algo que tal vez ella podría olvidar fácilmente.
Delilah vaciló al dar media vuelta y siguió al conductor que la llevó fuera, protegiéndola bajo un gran paraguas mientras la acompañaba a una limusina oscura. Dejándose caer en los cómodos asientos de cuero, suspiró, diciendo: ¡Qué noche! La idea del matón que había intentado atacarla todavía la hizo estremecerse, pero como resultado de eso, había conocido al hombre más sexy y atractivo de su vida, así que, ¿quién se preocuparía por la primera parte de la historia?
—¿A dónde, señorita Sheridan? —preguntó el chofer.
Ella le dio la dirección del apartamento corporativo. Por un segundo se preguntó si debía pedirle que la llevara a una estación de policía en su lugar, pero descartó la idea. No quería pasar la mitad de la noche en una comisaría de policía reportando el asalto, cuando lo más probable es que nunca atraparían al tipo.
—Ah, eso queda a tan sólo unas pocas cuadras de aquí. Estaremos allí en dos minutos, Señorita.
Delilah se acomodó en los asientos de cuero y cerró los ojos. Samson Woodford. Alto, moreno y apuesto. La estrella en el sueño húmedo de cualquier mujer. Ella tocó sus labios, los mismos labios que él había presionado contra los suyos. El brandy había borrado su gusto en la lengua, pero todavía podía sentir su cuerpo apretado contra el suyo y su erección instigándola a rendirse a él.
Entregarse. Cederle el control. La idea la asustó y la excitó al mismo tiempo. Por supuesto, nunca sucedería. Ella nunca lo volvería a ver.