Dijo que el chico chupaba la suerte y no sabía cuánta razón tenía. Señor King, ese chico era un agujero negro para la suerte.
También para sí mismo. Estoy seguro de que conoce el final de su historia. Que fue trasladado a la cárcel del condado de Essex y retenido allí en espera de extradición. Que se tragó una pastilla de jabón y murió asfixiado. No me imagino una manera peor de irse. Aquella fue una temporada de pesadilla, sin duda, y aun así, hablarle de ella ha despertado algunos buenos recuerdos. Sobre todo, creo, de cómo el Old Swampy se cubría de naranja cuando todos aquellos hinchas levantaban las pancartas: CARRETERA CERRADA POR ORDEN DE BLOCKADE BILLY. Sí, apuesto a que el tipo que se las inventó hizo un dineral. Pero ¿sabe qué? La gente que las compró obtuvo con creces su valor. Cuando se ponían de pie y las sostenían sobre la cabeza, estaban formando parte de algo mayor que ellos mismos. Ese algo puede ser malo —basta con pensar en toda la gente que acudía a ver los mitines de Hitler—, pero en este caso era bueno. El béisbol es algo bueno. Siempre lo ha sido y siempre lo será.
Bloh-KADE, Bloh-KADE, Bloh-KADE.
Aún me dan escalofríos al recordarlo. Aún resuena en mi cabeza. Ese chico era auténtico, estuviera o no loco, absorbiera o no la suerte.
Señor King, creo que se me ha acabado la cuerda. ¿Tiene suficiente? Bien. Me alegro. Vuelva por aquí cuando quiera, menos los miércoles por la tarde; ese día juegan a esa puñetera Bolera Virtual y uno ni siquiera puede oír sus pensamientos. Venga algún sábado, ¿por qué no? Hay un grupo de nosotros que siempre vemos el partido de la semana. Nos dejan bebernos un par de cervezas y jaleamos como cabrones. No es como en los viejos tiempos, pero no está mal.