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Crimen o… castigo

Basilio II (957-1025), emperador de Constantinopla desde el año 976 hasta su muerte, logró llevar a su pueblo al máximo esplendor de poder y de gloria en varios siglos. Autócrata y vil, fue conocido con el sobrenombre de El matador de búlgaros (Boulgaroktonos) debido a que, con el fin de poner fin a la interminable guerra que le enfrentaba con el reino balcánico del zar Samuel, en el año 1014 ordenó que se arrancara los ojos a los más de 15 000 prisioneros hechos en la batalla de Kleidion, dejando a 150 de ellos tuertos con el fin de que éstos pudieran guiar a cien de sus compañeros ciegos hasta su país de origen. La leyenda cuenta que cuando el zar vio llegar a tan tétrico cortejo murió embargado por una profunda tristeza.

El zar Nicolás II, la zarina Alejandra, el zarevich Alexis y las grandes duquesas Anastasia, Olga, María y Tatiana hubieran podido salvarse del pelotón de fusilamiento bolchevique la noche del 16 al 17 de julio de 1918 si las potencias europeas hubiesen manifestado algún interés en salvarles. Francia, por su talante republicano, decidió olvidarse del tema y Estados Unidos se mostró beligerante porque en la opinión pública norteamericana había calado profundamente el carácter antisemita de los zares rusos. Curiosamente, ni Jorge V de Inglaterra ni el kaiser Guillermo II, parientes de la familia real rusa, movieron un dedo por sus familiares rusos pese a las peticiones de países como Suecia o Dinamarca que solicitaron el apoyo de Gran Bretaña y Alemania para salvar a los nobles rusos. Sólo un rey movió los contactos de manera infructuosa siendo engañado por los dirigentes revolucionarios. Se trató de Alfonso XIII a quien, incluso días después de haber sido asesinados, le hicieron creer que los zares rusos seguían con vida.

Louis Legendre (1752-1797) no es uno de los grandes protagonistas de la historia aunque tuvo un papel muy destacado durante la Revolución Francesa. Era un ardiente defensor de las ideas revolucionarias, fue miembro del Club Jacobino y uno de los fundadores del Club de los Cordeliers. Dotado de una gran elocuencia logró que muchos franceses se unieran a la Revolución gracias a sus discursos cargados de pasión. El 14 de julio de 1789 participó activamente de la toma de la Bastilla y en la masacre de los Champs de Mars, en julio de 1791. Fue nombrado adjunto de París en la Convención donde se decidió la ejecución de Luis XVI. Lo más sorprendente es que exigió que, una vez muerto, el cadáver del rey fuese descuartizado en ochenta y dos trozos con el fin que fuesen enviados a cada uno de los departamentos de la nueva República francesa. La Asamblea, sin embargo, no votó a favor de tan peregrina propuesta porque consideraron que bastaba con aplicar la guillotina al rey. La mayoría de los convencionalistas veían en aquel descuartizamiento una sangrienta crueldad. He olvidado citar al comienzo de esta historia que la profesión que Legarde ejercía en París era la de carnicero.

En el amanecer del viernes 13 de octubre de 1307 el Gran Maestre de la Orden del Temple, Jacques de Molay, y cuatro mil templarios franceses eran arrestados en distintos puntos de Francia por orden del rey Felipe IV. El monarca, con el apoyo de Guillermo de Nogaret y con la equidistante indiferencia del Papa Clemente V, había enviado varias cartas de doble pliego a sus senescales y alcaldes para que se cumplieran sus órdenes. El rey quería acabar decididamente con la Orden del Temple, de quien dependía militar y financieramente. Para ello urdió una trama en la que acusaba a sus miembros de promover la herejía. Felipe IV ponía fin a la más poderosa e influyente orden militar de la época, pero desde ese momento el viernes 13 se ha considerado en Occidente como una fecha tenebrosa.

Kublai Khan (1215-1294), el quinto y último kan del Imperio Mongol y primer emperador chino de la Dinastía Yuan (1271-1294), era nieto de Gengis Khan y como tal asumió en 1260 el trono mongol logrando un gran poder político y militar. Sus ansias imperialistas le llevaron a reclamar en 1259 el título de emperador de China y tras una exitosa invasión estableció en 1264 la capital en Pekín. Dos años más tarde, el gran líder mogol ofreció a los japoneses la posibilidad de someterse a su imperio de manera pacífica o por medio de la fuerza militar. En dos ocasiones envió Kublai emisarios para que pactaran con los japoneses y en ambos casos los enviados del gran mogol regresaron con las manos vacías. A finales del siglo XIII la paciencia de Kublai se agotó y ordenó la conquista de Japón con un flota de más de 4000 barcos y un contingente de 40 mil soldados. Pero, sorpresivamente, cuando los barcos se encontraban perfectamente posicionados para iniciar el ataque decisivo en la bahía de Hakata, las tropas mongolas se vieron diezmadas por un impresionante tifón que destruyó gran parte de las flota. Los monjes sintoístas consideraron que aquel tifón de grandes proporciones había aparecido como consecuencia de sus plegarias y le dieron el nombre de kamizake («viento divino»). Los mongoles vieron mermada su capacidad económica y militar y desde ese momento en Japón quedó arraigada la idea de que el japonés es un pueblo protegido por la divinidad.

Durante el siglo XIX, a los irlandeses que decidían suicidarse, antes de enterrarlos les clavaban un estaca en el corazón. Su cuerpo se depositaba en un lugar no consagrado. El irlandés Bram Stoker (1847-1912), además de los conocimientos que recibió sobre el príncipe de Valaquia, proporcionados del orientalista húngaro Vámbery, se basó en esta tradición para crear su mítico personaje de Drácula, la más famosa obra de la literatura gótica.

El 22 de noviembre de 1963 el 35° presidente de los Estados Unidos, John F. Kennedy era asesinado en la Plaza Dealey de Dallas. Eran las 12,30 minutos de la mañana cuando el presidente recorría la ciudad acompañado de su esposa en un vehículo descapotable. En aquel año, asesinar a un presidente no estaba tipificado como delito federal. La ley cambió ese mismo año.

El 22 de abril de 1806 se encontraba muerto en una humilde habitación de un sencillo hotel de Rennes el vicealmirante francés Pierre-Charles de Villenueve. La policía francesa declaró que lo habían encontrado con seis puñaladas en el pecho. Para los agentes los indicios estaban claros, el marino se había suicidado. La sospecha en realidad era otra: De Villenueve había sido asesinado por miembros de los servicios de espionaje de Napoleón. ¿La causa? El que había sido vicealmirante de las tropas francesas durante las guerras napoleónicas se dirigía a París para enfrentarse a Napoleón. Tenía que justificar su fracaso por la humillante derrota de la marina franco-española en la batalla de Trafalgar. Junto a su cuerpo se encontró una carta en la que trataba de justificar las decisiones al frente de expedición naval. Sabía que la victoria de la flota inglesa al mando del almirante Nelson ponía fin a las esperanzas de Napoleón de invadir las islas británicas. ¿Lo ordenó matar Napoleón o se suicidó para evitar la humillación de enfrentarse al emperador?

Don Gonzalo Chacón, íntimo amigo del príncipe Carlos, primogénito del rey Felipe II, fue detenido en abril de 1573 cuando trataba de huir a Francia por el río Bidasoa. Las tropas de García de Arce, capitán general de Guipúzcoa y alcaide de Fuenterrabía, se encargaron de custodiarlo para condenarlo por haber mancillado el honor de Luisa de Castro, dama de la princesa Juana de Austria, con la que más tarde le obligaron a casarse. Para detenerlo el rey ordenó que hiciesen un retrato para que fuese conocido por donde fuese y pasase. La detención en realidad tenía un perverso objetivo: tratar de eliminar a un testigo incómodo en la corte, el hombre que había recibido las postreras confidencias del príncipe don Carlos, encarcelado y condenado a muerte a instancias de su padre, el poderoso Felipe II.

George Plantagenet (1449-1478), duque de Clarence, era hermano de los reyes Eduardo IV y Ricardo III. William Shakespeare lo inmortalizó en su célebre drama Ricardo III. En 1478 conspiró contra su hermano Eduardo motivo por el cual fue encarcelado en la Torre de Londres y juzgado por traición a Su Majestad. Gran bebedor, el rey ordenó que la decapitación se celebrase sin público, el método más habitual para ejecutar a un miembro de la casa real. Sin embargo, a George lo introdujeron en un barril de vino donde murió ahogado.

Al concluir la Segunda Guerra Mundial, Rudolf Hess esperaba ser juzgado junto a otros jerarcas nazis en el Jucio de Nuremberg. Aquel juicio iba a convertirse en uno de los más importantes de la historia dado que se iba a condenar a los más altos dirigentes del régimen de Hitler como criminales de guerra. Uno de ellos era el temible Rudolf Hess, que decidió llevar directamente su propia defensa. Sin embargo, cuando comenzó el interrogatorio Hess sufrió un increíble ataque de amnesia. Los jueces ordenaron que se colocara frente a sus antiguos compañeros de gabinete. Hess los miró fijamente a los ojos y su rostro no se inmutó. Daba la sensación que no los había visto jamás. Cuando la acusación le mostró entonces recortes de prensa y documentales propagandísticos del nazismo, Hess exclamó: «Tal vez sea yo, pero no puedo recordar absolutamente nada». En un primer momento, un equipo de psiquiatras llegado expresamente de Estados Unidos declaró que Hess había perdido la noción de lo vivido en el pasado. La amnesia era cierta. La acusación no estuvo de acuerdo con aquel informe médico y diez días más tarde se realizó un segundo análisis. Otro equipo médico dictaminó lo contrario. Este informe prevaleció y Hess fue condenado a muerte.

Hans van Meegeren (1880-1947), vendedor de cuadros holandés, urdió una de las estafas más fabulosas de la historia del arte europeo que lo convirtió en un millonario y audaz galerista. En 1928 el mundo del arte se vio consternado por la aparición de una obra maestra del pintor holandés Jan Vermeer. La pieza había sido descubierta en Italia y vendida a un museo holandés a través del marchante van Meegeren, que al mismo tiempo se había ocupado de realizar una perfecta falsificación. Pero la venta de una de sus falsificaciones de Veermer —había realizado 14 excelentes copias de pintores flamencos y holandeses— al jerarca nazi Hermann Goring pudo haberle costado la libertad. Durante la Segunda Guerra Mundial van Meegeren vendió a Góring una réplica falsa de Cristo con la mujer adúltera, de Veermer por la que el alemán pago 30 millones de marcos. Al final de la contienda mundial los aliados requisaron la colección de arte de Goring escondida en una mina de sal alemana. Entre los cuadros se hallaba la falsificación de van Meegeren con toda la documentación que ponía en evidencia al marchante holandés. La policía se dirigió entonces a su galería para detenerle por traición a la patria pues había vendido una obra del patrimonio nacional al enemigo. Van Meegeren se justificó diciendo que, para salvar el original, le había vendido a Góring una falsificación. Era una excusa difícil de creer. Sólo tenía dos salidas: la condena a muerte o la cadena perpetua, pero cuando se hallaba ante el tribunal propuso un trato: pintaría una réplica exacta de una obra maestra del arte holandés y demostraría con ello que era un falsificador. Recibió una oportunidad. Lo encerraron en un estudio convertido en cárcel y de sus trazos surgió una nueva obra maestra como había hecho en 1938 con La Última cena y El Cristo de Meaux, exhibidas en el museo Boymans, y consideradas por muchos críticos mejores que el original. El veredicto no dejó lugar a dudas: un año de prisión. Cumplida la pena, van Meegeren no pudo disfrutar de la libertad pues falleció al poco tiempo de salir de prisión.

El 26 de diciembre de 1986 era encarcelado en Palencia Jacinto Sánchez Zambrano depositario del número de la lotería 3773 vendido en el bar del Club-Hogar del Jubilado del barrio del Cristo de la capital palentina. Sánchez, de 39 años, era el concesionario del servicio de bar del Centro Social Municipal de donde era vecino y en el momento de su detención pasaba por una difícil situación económica. La detención se produjo por haber vendido más participaciones de las que se encontraban respaldadas por décimos de la lotería nacional de Navidad, número que había sido agraciado con El Gordo. Sánchez había vendido doscientas participaciones del número 3773 pero sólo depositó diez décimos del número agraciado. La cuantía de la estafa ascendió a 116 000 pesetas de la época y los agraciados con el décimo dejaron de ingresar los millones de pesetas del premio.

Salah al-Din Yusuf, conocido en el mundo occidental como Saladino (1138-1193), considerado el gran defensor del Islam, era un soldado feroz y valiente que derrotó a los cruzados cristianos y les obligó a abandonar Jerusalén. La defensa de la Ciudad Santa provocó que el Papa convocara una Tercera Cruzada liderada por Federico I, emperador del Sacro Imperio Romano Germánico, Ricardo Corazón de León, rey de Inglaterra y Felipe II Augusto, monarca de Francia. Durante una de las batallas, Saladino, que tenía la fama de respetar a sus rivales si estos le merecían consideración y respeto, al ver que Ricardo Corazón de León había perdido la montura de su caballo ordenó a uno de sus lugartenientes que se dirigiese donde estaba el noble caballero inglés para que le acercaran una nueva. Gracias a ello, el rey Ricardo pudo proseguir la lucha.

Tras la derrota japonesa en la Segunda Guerra Mundial, los aliados decidieron condenar a los altos funcionarios del gobierno nipón. Para ello se decidió crear un tribunal de guerra similar al organizado en Nuremberg por el que se condenó a los jerarcas del régimen nazi. Bajo la tutela del general McArthur se intentó localizar a los responsables del alto mando japonés. Fue casi imposible encontrar a nadie. La gran mayoría se había hecho el harakiri. Ningún militar nipón quería sentir la humillación de verse sentado ante un tribunal aliado.

Durante la invasión de la ciudad de Buenos Aires en 1806 las tropas inglesas cometieron algunos abusos execrables contra la población civil. El Regimentó 71 británico detuvo a un grupo de mujeres y se ensañó con una de ellas, hasta el punto que la mujer quedó muy mal herida. Cuando el capitán Petterson al frente del batallón tuvo conocimiento de la actitud de sus soldados, exclamó indignado: «Soldados del Regimiento 71. Habéis deshonrado a vuestro Ejército. Como soldados, sois indignos de vestir el uniforme invencible que tanta gloria ha dado a Waterloo». Lo más sorprendente fue que el capitán tuvo unas grandes dotes adivinatorias porque la batalla de Waterloo no se celebró hasta nueve años más tarde, el 8 de junio de 1815.

El caso más flagrante de incompetencia burocrática lo sufrió Ramchandra Kashiram, reo en la cárcel de Bihar. Este ciudadano indio había sido detenido en marzo de 1953 por un delito que no había cometido. Cuando se comprobó el error, el alto tribunal que lo juzgó ordenó su liberación. Pero Kashiram no contaba que la pérdida de la documentación le mantendría preso… ¡29 años!

Vladimir Lenin, seudónimo de Vladimir Illich Uliánov, sobrevivió el 30 de agosto de 1918 a un atentado cuando finalizó un discurso en una fábrica moscovita un año después de haberse iniciado la revolución bolchevique que logró expulsar del poder al gobierno provisional que había reemplazado al sistema zarista. Su muerte podría haber cambiado el rumbo de la historia de Rusia que dio lugar al primer estado socialista del mundo.

Lenin se disponía a entrar en su vehículo cuando se giró para atender la llamada de una mujer que pronunció su nombre. Al dirigir su mirada hacia Fanya Kaplan, una mujer de origen judío que militaba en el Partido Social-Revolucionario, la activista revolucionaria disparó por tres veces su arma contra el líder ruso. Uno de los disparos le alcanzó el hombro izquierdo y otro la mandíbula. Los miembros de seguridad de Lenin lo introdujeron en el coche y se dirigieron primero al Kremlin y más tarde al hospital. Era tanta la desconfianza que tenía Lenín por la gente que le rodeaba y tan grande era el miedo a morir, que ordenó que no le extrajeran las balas hasta que no lo hiciera un médico de su confianza. Lenin sobrevivió al atentado pero aquellos disparos dejaron secuelas en su salud y el dirigente ruso fallecería seis años más tarde como consecuencia de varios infartos.

Fanya Kaplan fue detenida. La policía política del régimen comunista trató de sonsacarle los nombres de sus colaboradores pero Kaplan no delató a ninguno de sus cómplices. Fue ejecutada el 3 de septiembre. Su declaración fue muy escueta: «Me llamo Fanya Kaplan. Hoy he disparado a Lenin. Lo he hecho con mis propios medios. No delataré a quien me ha proporcionado la pistola. No facilitaré ninguna información. Decidí matar a Lenín hace ya un tiempo porque es un traidor a la Revolución. Estuve en Akatuy exiliada por participar en un intento de asesinato de un funcionario zarista en Kiev. Permanecí once años en régimen de trabajos forzados. Fui liberada al ganar la Revolución. Aproyé la Asamblea Constituyente y la sigo apoyando».

De no haber sido por la actuación de Fanya Kaplan, Lenin tal vez hubiera vivido muchos más años y con él se hubiese acrecentado en Rusia el terror de su gobierno. Lenin tenía el país controlado y se reservaba la carta de la sucesión: Josef Stalin o León Trostsky. Pero como con todas las revoluciones, el pueblo ruso escribió su historia con sangre.

En 1994 la pareja de novios israelí formada por Chochana Hadad y Massud Cohén no pudieron celebrar su boda debido a que el Tribunal religioso de Israel les denegó el permiso por un delito cometido por uno de sus ancestros 580 a. C.

Uno de los casos más sorprendentes de la criminología británica lo protagonizó el 7 de noviembre de 1974 lord Lucan, un joven aristócrata inglés que desapareció misteriosamente de su residencia londinense. Aquella mañana la mujer de Lucan fue trasladada al hospital con varios golpes en la cabeza. Cuando la policía se dirigió a la residencia del noble inglés encontró en una saca de correos el cuerpo descuartizado de la niñera de sus tres hijos. Dos cartas firmadas por él no aclaraban la situación. La policía ordenó la búsqueda y captura acusándolo del asesinato de la nanny y del intento de asesinato de su esposa. En 1999 la policía finalizó las pesquisas. El cuerpo de Lucan nunca fue hallado y se le declaró oficialmente muerto. Pero son muchas las personas que afirman haberlo visto en distintas partes del mundo. Incluso hay quien ha afirmado que disfruto de una agradable velada tomando el té con él.

El garrote vil fue el medio utilizado en España para aplicar a los reos la pena capital. Estuvo vigente en España de manera legal desde 1820 hasta la Constitución de 1978 cuando la Carta Magna abolió la pena de muerte en nuestro país. En 1974 los últimos ajusticiados por este método fueron Heinz Ches, un alemán al que se le aplicó el garrote en la cárcel de Tarragona, y el anarquista Salvador Puig Antic, fallecido en la cárcel Modelo de Barcelona.

El 2 de febrero de 1885, John Lee, un vecino de Devonshire, es enjuiciado en Exeter por el asesinato de Emma Keyse. El jurado le condenó a morir en la horca. Lee subió al cadalso pero en tres ocasiones falló la trampilla que le debía llevar a la muerte por ahogo. Ante tal descalabro se decidió suspender la ejecución. El mismo día, sir William Harcourt, el ministro del interior inglés, tomó una decisión salomónica: a John Lee se le conmutaba la pena por trabajos forzados y por el tiempo que Su Majestad decidiera. Lee pasó entre rejas 22 años. Cuando salió publicó su historia por entregas en un periódico y con los beneficios que obtuvo abrió una taberna en su pueblo natal. Se hizo de oro gracias a la expectación que generó su historia. Murió en Estados Unidos en 1933, recién cumplidos los 68 años.

Al Capone (1889-1047), conocido también como Scarface por la cicatriz que tenía en la cara, fue el gánster más famoso de Estados Unidos durante la década de los veinte y treinta. A pesar de haber cometido cientos de asesinatos la policía nunca pudo probar ninguno de sus crímenes. Excepto uno: la evasión de impuestos. Durante la investigación de varios de sus asesinatos y chantajes la Agencia de Prohibición dirigida por el incorruptible Eliot Ness investigó sus libros de contabilidad descubriendo un desfase importante entre los gastos y los ingresos que lo vinculaban al juego ilegal y la evasión de impuestos. En 1931, tras un largo juicio, fue declarado culpable y condenado a 11 años de prisión. Ingresó en la prisión de Atlanta pero tuvo que ser trasladado a la prisión californiana de Alcatraz, para evitar que siguiera controlando sus negocios desde la cárcel. La detención de Al Capone cambió las leyes de la mafia estadounidense. Para evitar ser investigados los jefes mafiosos idearon nuevas estrategias «empresariales». Así, el capo Lucky Luciano ideó el sistema de las lavanderías automáticas en las que se debía introducir una moneda para el lavado de la ropa. Ante la imposibilidad de declarar el número de lavados, las lavanderías proliferaron en Estados Unidos y la mafia tuvo un sistema muy limpio para lavar el dinero negro.

Durante el Imperio Bizantino los castigos a los criminales se aplicaban con gran dureza y crueldad. Cuando alguien intentaba atentar contra el emperador se entendía probado que se pretendía también atentar contra el mismo Dios. A los presuntos asesinos de les torturaba de manera cruel previa investigación de quienes habían sido sus cómplices. La tortura se aplicaba en el hipódromo, que en el Imperio ejercía el mismo papel que en Roma tenía el circo. La tortura consistía en apalearlo con todo tipo de armas punzantes dejándolo agonizante para poder pasearlo después por la ciudad a lomos de un borrico. Cada emperador aplicó sus propios métodos. Basilio I (867-886) ordenaba que los agresores quedaran mancos y tuertos; Miguel III (842-847) pasó a la posteridad como El borracho, los mutilaba y más tarde los quemaba públicamente con azufre, obligándoles a mendigar con todo el cuerpo repleto de quemaduras; o León VI (886-912), simplemente los empalaba o los quemaba, según se hubiese despertado aquel día. Por cierto, en todos los casos la mujer y los hijos iban en todos los casos en el lote de la tortura.

Orgulloso y despótico, el emperador Justiniano entretenía a los habitantes de Constantinopla en el maravilloso hipódromo de Bizancio con carreras de cuadrigas. De este modo, el emperador lograba que el pueblo olvidase la subida de impuestos, la corrupción política o los desmanes de su mujer Teodora y los suyos propios. Pero estas carreras de cuadrigas casi le costaron el trono al emperador. En el año 527 d. C. las diversas facciones de las carreras de cuadrigas iniciaron la llamada rebelión Niká, el grito que los diversos grupos de aficionados lanzaban en el hipódromo de Constantinopla para aleccionar los colores favoritos de sus cuadrigas. En aquel tiempo había cuatro divisas vinculadas a los equipos según los lugares que ocupaban en el hipódromo en función de su pertenencia a un demoi (distrito de la ciudad): los blancos, los rojos, los verdes y los azules. Los dos últimos eran los más prestigiosos. Los verdes lo formaban los comerciantes y arrendatarios de bienes públicos y los azules la nobleza senatorial y terrateniente. Ambos grupos se unieron el 11 de enero de 527 contra el gobierno despótico del emperador y Justiniano tuvo que recurrir a un poderoso militar, Belisario, para que pusiera fin a la rebelión. Aquel levantamiento causó la muerte de casi 30 000 personas y también con el prestigio del emperador.

Felipe II logró tejer alrededor suyo una amplia red de espías e informadores ubicados en todos los rincones del planeta donde reinaba el rey Prudente. El monarca logró tener espías en Europa, en el Mediterráneo e, incluso, en Asia. Todo lo relacionado con este sistema de información secreto estaba rodeado de misterio. Incluso los juicios contra los supuestos espías. Dos de los casos más siniestros, rodeados de un enorme misterio, son el estrangulamiento en su celda de Pinto, de don Martín Vázquez de Acuña y del barón de Montigny en el castillo de Simancas. A ambos se les leyeron los cargos que pesaban sobre ellos en la soledad de sus celdas pero nunca salieron a la luz las causas por las que fueron condenados.

Uno de los grandes descubrimientos de la paleontología fue un fraude. El 18 de diciembre de 1912 el arqueólogo aficionado inglés Charles Dawson descubrió junto a un grupo de estudiantes el llamado cráneo de Piltdown. En aquel tiempo era el cráneo humano más antiguo hallado procedente de la era cuaternaria. Lo avaló, incluso, el paleontólogo Smith Woodward, miembro de la Sociedad Geológica de Londres. Aquel descubrimiento permitía estudiar la evolución humana. Durante años Dawson contó con la admiración de los científicos de todo el mundo. Eso sucedió hasta que en 1953 se descubrió que todo era un fraude. Con una meticulosidad increíble Dawson había logrado fabricar una apariencia de hombre antiguo utilizando un cráneo de un hombre recién fallecido al que le había incorporado la mandíbula de un orangután. La comunidad científica británica quedó en entredicho.

El poderío atómico de la Unión Soviética durante los años de la Guerra Fría se debe al espía Donald Maclean, el aristócrata inglés de ideología comunista que pertenecía a la elitista sociedad secreta Los Apóstoles, integrado por la élite de la inteligencia británica y que espió para los rusos al finalizar la Segunda Guerra Mundial. Cuando los norteamericanos realizaron su primera prueba atómica el 16 de julio de 1945 en el desierto de Los Álamos, unas horas más tarde se iniciaban las sesiones de la Conferencia de Postdam donde Stalin es informado directamente por Truman de las pruebas exitosas realizadas en Nuevo México. En aquel tiempo el británico ocupaba el cargo de consejero de la cancillería de la Embajada británica en Washington y disponía de información privilegiada del programa atómico norteamericano, en el que los Estados Unidos habían gastado millones de dólares y daba empleo a más de 200 000 personas. Aquella inversión descomunal era inviable para Rusia pero Stalin no quería quedarse atrás en cuestiones militares y sabía que los norteamericanos no le facilitarían apoyo de ningún tipo. Stalin diseñó entonces una red de espionaje muy efectiva entre los que destacaban algunos de los más altos miembros de la inteligencia británica como el mismo Maclean, Kim Philby o Anthony Blunt. Como sólo un pequeño grupo de personas tenía acceso a toda la información militar y científica del proyecto, Stalin decidió invertir en quién era el eslabón más débil de la cadena: MaClean, era un hombre de débil personalidad, homosexual y bebedor. Tanto interés puso Maclean en el programa atómico que llamó la atención de las autoridades norteamericanas. El almirante Gingrich, jefe de seguridad de la Comisión de la Energía Atómica, elaboró un documentado dossier advirtiendo de los peligros que suponía el interés de Maclean. En 1948 le fue retirado el pasaporte diplomático. Pese a las protestas británicas abandonó el país y fue enviado a la embajada de El Cairo de donde huyó a Moscú en 1951 ante el asedio al que le sometía el FBI. Los norteamericanos trataron de secuestrarlo en su casa de Moscú pero lo arriesgado de la operación detuvo los planes. Otros espías británicos han pasado a mayor gloria que él, en especial Philby, Burgess, Blunt o Sorge pero sobre Maclean reza una leyenda: americanos y rusos quisieron ocultarle de los focos de la opinión pública mundial y evitar que se conocieran los efectos y las consecuencias de su traición.

El 24 de agosto de 1321, en el castillo de Villerouge Termenes, a 50 km. de Carcassone, moría quemado en la hoguera el último prefecto cátaro occitano Guilhem Bélibaste, acusado del crimen de herejía. La cruzada contra el catarismo había comenzado un siglo antes en el sur de Francia por orden de la monarquía francesa. Bélibaste se había iniciado en el catarismo y en el momento de su detención se encontraba refugiado en Cataluña donde pretendía impulsar de nuevo la religión cátara en la corona de Aragón. A Bélibaste le traicionó Arnaud Sicré, agente de la Inquisición, siendo juzgado por el obispo de Pamiers, Jacques Fournier, entonces la máxima autoridad de la Inquisición en aquella región. Fournier se convertiría unos años más tarde en Papa, con el nombre de Benedicto XII.

James Earl Ray (1928-1998), el asesino del reverendo Martin Luther King, premio Nobel de la Paz, fue capturado por un estúpido error de trascripción el 8 de junio de 1968 mientras pasaba un control de pasaportes en el aeropuerto de Londres-Heathrow. Dos meses después de haber atentado contra el líder de la mayoría negra en Estados Unidos Ray se había hecho con dos pasaportes falsos canadienses a nombre de Ramón George Sneyd, pero uno de ellos tenía una errata en el apellido. En lugar de Sneyd aparecía escrito Sneyra. Esta errata llamó la atención de la policía aduanera británica que impidió a Ray subir al avión con destino a Bruselas. Interrogado por la policía, fue detenido por llevar encima una pistola. Ray fue extraditado a Tennessee donde acabó confesando su crimen el 10 de marzo de 1969. Fue condenado a 99 años de prisión.

Durante mucho tiempo se consideró el café un brebaje mortífero. Uno de los hombres que más convencidos estaban era el rey sueco Gustavo III (1746-1792). El monarca creía que el café era una bebida tóxica mortal y había prohibido que se bebiera en palacio. Además, el rey ordenó al gobierno que condenara a los asesinos de su país a tomar café con el fin de que murieran después de su ingesta. Tan convencido estaba de su razonamiento que ordenó crear un comité de médicos para que evaluaran la situación de los reos. Sorprendente, el presidente de aquella comisión de expertos murió antes que todos los condenados.

Uno de los procesos más largos de la historia de España tuvo lugar como consecuencia del asesinato en Madrid, el lunes de Pascua del 31 de marzo de 1578, de Juan de Escobedo, secretario personal de Don Juan de Austria, gobernador de los Países Bajos, a manos de tres sicarios armados que le atravesaron la espalda de un espadazo. Escobedo regresaba a su casa junto al Alcázar Real después de haber disfrutado de una noche de placer con una joven y hermosa dama, Brianda de Guzmán, esposa del castellano de Milán, Sancho de Padilla. Aquella emboscada era el tercer intento de asesinato del fiel secretario del hermanastro del rey Felipe II, con quien mantenía grandes diferencias sobre la gobernación en Flandes. Las consecuencias fueron demoledoras para la imagen real, lo que provocó una grave crisis institucional y una pérdida de confianza del monarca en los hombres más cercanos a su persona. Al concluir el proceso, doce años después de haberse iniciado, fueron detenidos y condenados el secretario personal de Felipe II, Antonio Pérez y su amante, la intrigante Ana Mendoza de la Cerda, princesa de Éboli, miembro de una de las familias más poderosas de la época.

El apodo de El terrible que se granjeó el zar ruso Iván IV (1530-1584) hacía honor a sus terribles hazañas. Hijo de Basilio III y de Elena Glinski, al morir su padre en 1533 fue coronado zar de Rusia bajo la regencia de su madre. Iván disfrutaba haciendo sufrir a los animales de palacio a los que arrojaba al vacío desde el tejado de los aposentos reales. Recién cumplidos los 14 años, para vengar la muerte de su madre en 1538 como consecuencia de las intrigas de palacio, ordenó que arrojaran a perros de presa al jefe del clan rival, el boyardo Andrei Chuiski. Cuando en 1561 se inauguró la Catedral de la Intercesión de la Virgen en el Montículo, más conocida como Catedral de San Basilio, con sus cúpulas bulbosas, edificada en conmemoración por la conquista del Janato de Kazán, el zar Iván ordenó que dejaran ciegos a los arquitectos para que no pudieran proyectar jamás una obra que superase a su templo. Sin embargo, el más cruel de sus actos tuvo lugar en 1570 cuando, tras arrasar la ciudad de Novgorod, a la que había declarado «ciudad traidora» por manifestar un gran descontento por su gestión, asesinó cruelmente a unos 60 000 habitantes llegando, incluso, a arrojar cientos de niños a las aguas heladas del río Voljov para complacerse viendo como morían ahogados y congelados. Pero en 1581 Ivan superó los límites de su locura al matar a golpes a su propio hijo con una barra de hierro cuando Iván Ivanovich, el joven heredero, le recriminó que maltratara a su mujer embarazada.