El rico comerciante Juan Daens concedió un préstamo económico al rey Carlos V, tras la solicitud del dinero por parte de éste. Para cerrar el trato se decidió celebrar un banquete en casa del prestamista, por lo que el monarca se trasladó hasta allí y fue agasajado con todo tipo de manjares.
Al finalizar la comida, Juan Daens hizo llamar a su criado que se presentó portando una bandeja que contenía varios trozos de madera como los que se utilizaban a modo de cerilla en aquella época. Lo encendió y sacó el recibo en el que figuraba el préstamo concedido al rey y mientras lo quemaba dijo: «Gran Señor, después de hacerme el honor de comer en mi casa, nada me debéis».