En 1930, la ciudad de Oklahoma tuvo un gran expansión económica gracias al petróleo. En apenas quince años, el condado pasó de tres mil automóviles a tener cerca de medio millón de vehículos circulando por sus carreteras.
La Cámara de Comercio de la ciudad de Oklahoma nombró presidente de la Comisión de Trafico al señor Carl C. Magee, abogado y exitoso hombre de negocios, y le encomendó encontrar alguna solución para resolver el problema de aparcamiento que había en el centro de la ciudad.
Aparentemente, los aparcamientos de la zona comercial estaban siempre ocupados por los vehículos de los trabajadores de las empresas petroleras, que dejaban los autos estacionados ahí todo el día, lo que dificultaba el poder aparcar en esa zona a compradores o visitantes.
La primera medida que tomó el señor Magee fue poner unos agentes que iban marcando con tiza los neumáticos de los vehículos estacionados. Pero la complejidad del sistema hizo que poco después idease una máquina que regulaba el tiempo de estacionamiento de cada vehículo, a la vez que era una nueva vía recaudatoria para el Ayuntamiento.
El 16 de julio de 1935 se instalaban los primeros parquímetros. En total 14 a lo largo de 175 metros. Visto el éxito, en poco tiempo todo el centro estaba cubierto por estos aparatos.
El diario The Oklahoma News, propiedad del mismo Magee, publicó, ante el inminente estreno de los parquímetros, titulares del tipo «Este aparato trata a todos por igual», «No conoce a los favoritos» o, simplemente, «Al público le gusta».
Pero no tardó en convertirse en un invento impopular y odiado por muchos ciudadanos, que se ensañaron de forma vandálica con los elementos que les privaban de estacionar libre y gratuitamente en el centro de la ciudad.