25. «No hay quinto malo»

La mayoría de las fuentes coinciden en decir que el origen del dicho «no hay quinto malo» procede del ambiente taurino; de cuando los seis toros que debían participar en una corrida no eran sorteados como ahora, sino que el orden de intervención era decidido por el ganadero.

Éste, conocedor de la plaza, los maestros que iban a lidiar y el tipo de aficionado que acudía a presenciar la faena, iba decidiendo qué astado ocupaba cada puesto en el orden de salida.

Habitualmente se empezaba con un toro de buenas condiciones; para el segundo y el cuarto puesto se dejaban los dos peores del lote, el tercero y sexto eran de una calidad intermedia y para el quinto lugar se reservaba el que se preveía que sería el que mejor espectáculo ofrecería.

Tiempo atrás, se había reservado tal honor para el último toro de la tarde, pero se decidió adelantarlo al comprobar que la mayoría de aficionados abandonaban sus localidades antes de acabar el torero su faena, antes del lance de entrar a matar y privando al torero de poder recibir las orejas o el rabo por su faena, debido a que no había suficiente público para pedirlo.

El hecho de que los aficionados se marchasen antes de acabar era debido a que muchos de ellos vivían en poblaciones alejadas del lugar donde se celebraba la corrida, así que (debido a la falta de medios de transporte motorizados) debían salir antes para llegar a sus casas antes del anochecer.

Ello originó que los ganaderos decidiesen colocar el mejor toro para el quinto lugar, así los asistentes podrían disfrutar de una buena faena (si el maestro tenía la tarde) y valorarían la calidad de sus astados.