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Medium

—O sea que a Juliana Verni la encontraron muerta en Leipzig tres días después de que volviera de Kigali —dijo Kaja—. Adonde había viajado como Adele Vetlesen, se alojó en el Gorilla Hotel como Adele Vetlesen y envió una postal que la verdadera Adele Vetlesen escribió, seguramente, al dictado.

—Eso es —dijo Harry, que estaba haciendo más café.

—Y vosotros creéis que Verni debió de hacer todo eso con la complicidad de alguien —dijo Hagen—; y luego el cómplice la mató para ocultar las pistas.

—Sí —dijo Harry.

—Así que se trata simplemente de encontrar el vínculo entre Verni y la otra persona. No debería ser tan difícil, habrán estado en contacto continuo para poder cometer juntos un delito de esas características.

—En este caso va a ser muy difícil, creo yo.

—¿Por qué?

—Porque —comenzó Harry, cerró la tapa de la cafetera y la enchufó— Juliana Verni figuraba en el archivo de antecedentes penales. Drogas. Prostitución. Vagabundeo. En pocas palabras, era una persona fácil de involucrar en un trabajo como ese, con tal de que le pagaran bien. Y todos los datos de este caso indican que la persona que está detrás no nos ha dejado el menor indicio, que ha pensado en casi todo. Katrine ha averiguado que Verni viajó de Leipzig a Oslo. De aquí continuó hacia Kigali, con el nombre de Adele. Aun así, no ha encontrado ni siquiera una llamada telefónica del móvil de Verni a Noruega. La persona a la que buscamos ha sido muy cuidadosa.

Hagen meneó la cabeza desanimado.

—Con lo cerca que estaba…

Harry se sentó en el escritorio.

—Hay otro dilema sobre el que debemos tomar una decisión. Los huéspedes que se alojaron aquella noche en la cabaña Håvass.

—¿Qué pasa con ellos?

—No podemos descartar que la página que falta en el libro de visitas sea una lista de víctimas. Hay que avisarles.

—¿Cómo? Si no sabemos quiénes son…

—A través de los medios. Aunque así avisemos también al asesino de que seguimos esa pista.

Hagen meneó despacio la cabeza.

—Una lista de víctimas. ¿Y no me lo has dicho hasta ahora?

—Ya lo sé, jefe. —Harry miró a Hagen a los ojos—. Si hubiera acudido a los medios en cuanto descubrimos la cabaña, podríamos haber salvado a Elias Skog.

Tras un silencio, Hagen dijo:

—No podemos acudir a los medios.

—¿Por qué no?

—Si alguien responde al aviso, quizá podamos averiguar quién más estuvo aquella noche y qué pasó en realidad —dijo Kaja.

—No podemos acudir a los medios —repitió Hagen, y se levantó—. Hemos investigado una desaparición, y hemos descubierto vínculos con un caso de asesinato que está investigando Kripos. Tenemos que pasarles la información y dejar que ellos se ocupen a partir de ahora. Voy a llamar a Bellman.

—¡Espera! —dijo Harry—. ¿Y que se lleve los honores por todo el trabajo que hemos hecho nosotros?

—No es seguro que haya ningunos honores que repartir —dijo Hagen, y se encaminó a la puerta—. Y ya podéis ir dejando esto.

—¿No es un poco precipitado? —dijo Kaja.

Los otros dos se la quedaron mirando.

—Quiero decir que, de hecho, seguimos teniendo una persona desaparecida. ¿No deberíamos tratar de encontrarla antes de clausurar la oficina?

—¿Y cómo habías pensado resolver eso? —preguntó Hagen.

—Como ha dicho Harry hace un momento. Con una campaña de búsqueda.

—Pero si ni siquiera sabéis dónde buscar, joder.

—Harry lo sabe.

Miraron al comisario, que tenía la cafetera en una mano y sostenía en la otra la taza debajo del chorro marrón.

—¿Es verdad? —dijo Hagen al fin.

—Naturalmente —dijo Harry.

—¿Dónde?

—Te buscarás problemas —dijo Harry.

—Cierra el pico y ve al grano —dijo Hagen, sin darse cuenta de la contradicción.

Porque pensó que ya lo estaba haciendo otra vez. ¿Qué tendría aquel policía alto y rubio que siempre conseguía arrastrar a todo el mundo en su caída?

Olav Hole miró a Harry y a la mujer que iba con él.

Ella había hecho una pequeña reverencia al presentarse, y Harry se dio cuenta de que a su padre le había gustado, siempre se quejaba de que las mujeres hubieran dejado de inclinarse.

—Así que tú eres la colega de Harry, ¿no? —dijo el padre—. ¿Se porta bien?

—Estamos organizando una campaña de búsqueda —dijo Harry—. Solo he pasado por aquí para ver cómo te iba.

Su padre sonrió sin ganas, se encogió de hombros y le hizo a Harry una seña para que se acercara. Harry se inclinó, escuchó. Y se apartó enseguida.

—Sí, claro —dijo Harry con la voz ronca, y se levantó—. Vuelvo esta noche, ¿vale?

Ya en el pasillo, Harry se encontró con Altman y le indicó a Kaja que se adelantara.

—Verás, me preguntaba si podrías hacerme un gran favor —dijo cuando Kaja se había alejado lo suficiente—. Mi padre acaba de contarme que tiene dolores. Es algo que jamás os dirá a vosotros, porque no quiere que le deis más analgésicos. Ya sabes, tiene un miedo pánico a engancharse a… los fármacos. Es cosa de familia.

—Entiendo —dijo Altman—. El problema es que yo ando siempre de una sección a otra.

—Te lo pido como un favor personal.

Altman entornó los ojos detrás de las gafas mirando a un punto intermedio entre él y Harry.

—Veré si puedo hacer algo.

—Gracias.

Kaja conducía mientras Harry hablaba por teléfono con el jefe del parque de bomberos de Briskeby.

—Tu padre parece un buen hombre —dijo Kaja cuando Harry colgó.

Harry reflexionó un instante.

—Mi madre hacía de él un hombre bueno —dijo—. Cuando ella vivía, era bueno. Conseguía sacar lo mejor de él.

—Parece que a ti te hubiera pasado lo mismo —dijo Kaja.

—¿El qué?

—Que alguien sacara lo mejor de ti.

Harry miró por la ventanilla. Asintió.

—¿Rakel?

—Rakel y Oleg —dijo Harry.

—Perdona, no quería…

—No pasa nada.

—Es que cuando llegué a Delitos Violentos, todo el mundo hablaba del caso del Muñeco de Nieve. Y de que estuvo a punto de matarlos a los dos. Y a ti. Pero antes de que empezara el caso lo vuestro ya se había terminado, ¿no?

—En cierto modo —dijo Harry.

—¿Has tenido algún contacto con ellos?

Harry negó con la cabeza.

—Tenemos que intentar pasar página. Ayudar a Oleg a olvidarlo todo. Cuando son tan pequeños, todavía es posible.

—No siempre —dijo Kaja con media sonrisa.

Harry la miró de reojo.

—¿Y quién ha sacado lo mejor de ti?

—Even —dijo Kaja sin dudar.

—¿Ningún gran amor?

—Ningún XL. Solo varios small. Y uno medium.

—¿Alguien en el catalejo?

—¿En el catalejo? —rió Kaja.

—En ese terreno, mi vocabulario es un poco anticuado —sonrió Harry.

—Bueno, hay un chico que me interesa.

—¿Y las expectativas son…?

—Malas.

—Deja que lo adivine —dijo Harry, bajó la ventanilla y encendió un cigarro—. Está casado y dice que quiere dejar a su mujer y a sus hijos por ti, pero nunca los deja.

Ella se echó a reír.

—Deja que lo adivine. Tú eres de los que creen que son la hostia leyendo los pensamientos ajenos, porque solo recuerdas las veces que has acertado.

—¿Te ha dicho que tienes que darle un poco de tiempo?

—Te equivocas otra vez —dijo Kaja—. No dice nada.

Harry asintió. Estaba a punto de volver a preguntar cuando se dio cuenta: no quería saberlo.