DE MILLÁS
Todavía a vueltas con la colonoscopia. Llama el doctor Luzón. Los análisis de sangre y orina previos, dice, están bien. Si decido seguir adelante, se los enviará al especialista para que me dé hora.
—¿Es urgente? —pregunto alarmado.
—No —dice él—, fue idea tuya. Pero ya comentamos que estás en la edad.
De súbito, me parece que se han invertido los términos. Ahora él tiene más prisa que yo. Esta facilidad mía para contagiar el miedo…
—Prefiero pensármelo —digo.
—Como quieras, pero ya te he explicado que es un método poco invasivo y que se hace con sedación. Ni te enteras.
¿Poco invasivo?, me pregunto tras colgar el teléfono, ¿llama poco invasivo al hecho de que te metan por el culo un ojo mecánico sujeto al extremo de un tubo flexible que recorre tus vísceras hasta alcanzar los lugares más secretos? ¿No hay algo de violación legal en todo eso?
La idea me seduce por eso, por lo que tiene de violación controlada, y sujeta a normas, de un espacio sagrado, pero, en esa misma medida, me provoca un espanto de carácter supersticioso. Es como hacer la autopsia antes del óbito. Por la tarde, en el diván, saco a relucir el asunto en la terapia:
—Sigo con dudas respecto a la colonoscopia.
—¿Por miedo a que le descubran algo? —dice ella.
—O a que no me lo descubran —digo yo—. Pertenezco a esa clase de gilipollas cuyo miedo, cuando se sube al avión, es que no se estrelle.
—¿Cómo si necesitara enmascarar su muerte detrás de una desgracia en la que también mueren otros?
—Es un modo de verlo.
—Usted, todo por lo legal. La novela legal, la droga legal, la colonoscopia legal y, ahora, la muerte legal.
—La colonoscopia —digo yo algo crispado—, pese a su legalidad, tiene algo de trasgresión.
—Ya.
—No se puede entrar ahí alegremente.
—¿Es que pensaba usted hacerlo alegremente?
—En alguna medida, sí. Creo que hubo en la decisión un punto de frivolidad. Si todo el mundo lo hace, me dije, ¿por qué yo no?
—¿Fue una frivolidad también retomar el análisis después de veinte años?
—Ya que lo dice, quizá sí. En los dos casos se trata de llegar a lugares inaccesibles a través de grietas abiertas en la personalidad o en la carne.
—¿Podríamos decir que ha descubierto los peligros de la terapia gracias al miedo que le produce la colonoscopia, como si esta fuera la metáfora de aquella?
—No sé, lo cierto es que también usted está empezando a darme por el culo.