Los escorpiones marceños

¿Se acuerdan que hace unos días les conté que estaban apareciendo escorpiones por todas partes?

Como era de esperarse y teniendo en cuenta que ya llegó la primavera, las enfermedades están cambiando y los escorpiones están picando.

Anoche, a eso de las 8:30 p.m., Ibrahim (el chofer de turno) trajo a la casa a Ghafur (el portero de turno) retorciéndose del dolor porque cuando se fue a cobijar un escorpión rojo lo picó en la mano.

Cabe anotar que los hombres afganos por ningún motivo pueden reconocer que tienen dolor y una picadura de escorpión es una de las cosas más dolorosas que existen. Por ejemplo, Ghafur (el paciente picado) antes de ser portero para MSF era mujaidín. Dicen los que saben que cuando un soldado afgano es herido en combate, por más tiros que tenga no puede llorar o gritar. Si lo hizo y logra sobrevivir a las lesiones, los compañeros de tropa lo menospreciarían por «cobarde y débil». Ghafur vino con la mano toda hinchada y repetía: «Bismila rahim» (en el nombre de Dios)…

Me llamaron a la pieza para ver qué hacíamos, y yo pensaba: «Yo no sé nada de picaduras de escorpión afgano; no sé si son venenosos o no y no tengo ni idea de cuál es el tratamiento tradicional».

Así que le pregunté a Ibrahim: «¿Qué hacen ustedes normalmente cuando los pica un escorpión?». «Pues vamos adonde el mulá».

(Claro, aquí todo se resuelve yendo al mulá, pero no me pareció una buena opción).

Entonces le pregunté: «¿Ibrahim, usted conoce a alguien que se haya muerto o le hayan tenido que cortar una mano por la picadura de un escorpión?».

Y me dijo: «Hasta ahora no».

Así que yo supuse que lo más probable era que la mayoría de las picaduras por escorpión en Afganistán no eran mortales y me la jugué por las estadísticas.

Luego Ibrahim nos dijo: «En mi tierra le echamos saliva al dedo índice y le damos vueltas a la picadura repitiendo muchas veces Bismila rahim».

Así que para resumir, Virginie y yo nos decidimos por la técnica mixta. Ella le puso 6 mg de dexametasona con 75 mg de diclofenaco intramusculares y, mientras tanto, yo le puse hielo, me unté las manos de hidrocortisona y le hice un masajito como me dijo Ibrahim. Entre tanto, Sylvain le hacía tomar una tableta de paracetamol y un antihistamínico. Pero simultáneamente pusimos a Ibrahim a repetir todo el rato (por esto del efecto placebo tan importante que tiene la religión): «Bismila rahim».

Lo acostamos en la sala al lado de nosotros con la mano elevada y nos pusimos a jugar carambole durante dos horas. En vista de que nada raro le estaba pasando, lo dejamos en observación con claras instrucciones de que si le daba dificultad respirar nos despertara. Al otro día a las 5:30 a.m., cuando me levanté a bañarme, no lo vi en la sala y salí a buscarlo. Y adivinen dónde me lo encontré. Pues acuclillado en el jardín cazando y matando escorpiones y escorpioncitos. En veinte minutos había matado tres.