Farhad nació hace 35 años en Kabul, pero cuando el ejército ruso quiso llevárselo para la guerra, su padre prefirió llevárselo para un campo de refugiados en Pakistán. Como Farhad era un muchacho brillante, logró llegar a Estados Unidos y estudiar ingeniería. Pasaron los años y un día en su país anfitrión conoció a María Valencia, una niña súper bien de Bogotá que estaba estudiando hotelería y turismo. Se enamoraron y se dieron cuenta de que entre Afganistán y Colombistán la distancia no era tan grande. Pero la guerra llegó y la guerra se fue, y un día a Farhad lo invitaron a su tierra natal a servirle de consejero al ministro de Minas. Como Farhad era un buen muchacho, decidió venir a ayudar a su pueblo por unos días. El sueldo era simbólico pero empacó a María y se vinieron por un par de meses. Yo los conocí porque ella se enfermó y por medio de una ONG nos contactaron buscando un médico. Cuando supe que ella era colombiana, brinqué de la alegría. La examiné y le di el tratamiento y nos hicimos amigas. Él la quería tanto que estaba aprendiendo a hablar español y ella le hablaba en español y él le contestaba en inglés. Llegó la Navidad y decidieron casarse. Se fueron para Bogotá y le dijeron a los papás que se iban a casar. María se quedó planeando el matrimonio y Farhad se vino a terminar su trabajo antes de la boda.
Pero como el cielo es grande y la vida perra, el avión en el que venía Farhad con el ministro se cayó, y Farhad se murió y esta triste historia se terminó.