Clandestinidad

Nilab es una mujer de 23 años que trabaja como intérprete en la oficina de MSF en Kabul. Cuando uno la mira, no ve nada especial en ella. Usa burka como todas, mira al piso cuando viene un hombre y le pide permiso a la mamá cuando va a llegar diez minutos tarde. No es particularmente bonita, ni atractiva, pero cuando uno conoce la historia de cómo llegó a ser lo que hoy es, no le queda otra opción que mirarla con el más profundo respeto. A lo largo de todos los períodos de represión de la historia siempre ha habido grupos que conforman «la resistencia». Es difícil imaginarlo, pero durante el régimen talibán (que duró cinco años) muchos hombres y mujeres conformaron grupos para crear una resistencia académica. Estos grupos lucharon contra un régimen que no sólo los oprimía por diferencias religiosas o políticas, sino porque les impedía adquirir conocimientos. El castigo para aquellas mujeres que fueran encontradas estudiando oscilaba entre una simple paliza con un cable de la luz, y la cárcel por delito contra el honor.

Nilab es una mujer que eligió no someterse a la ignorancia y que literalmente puso en riesgo su vida sólo por no dejarse pisotear. Cuando el régimen talibán decidió cerrar todas las universidades para las mujeres y abolir la enseñanza de inglés en el país, Nilab ya había decidido que quería estudiar literatura y en particular literatura inglesa. Encontró, pues, una escuela clandestina de inglés en el barrio donde vivía, que funcionaba en el solar de una casa, y que como fachada tenía la tienda en un bazar. Las estudiantes se ponían la burka y fingían que iban a mercar. (Cabe anotar que los perros talibanes consideraban que, aunque permisible, era mejor que las mujeres no salieran ni a mercar). Entonces entraban a la tienda, compraban unas cuantas cosas y seguían hacia adentro, hasta encontrar una puertecita para entrar en un único salón, que servía de aula para todos los niveles. Durante tres años asistió Nilab a las clases y cuando le faltaban tres días para «graduarse», los talibanes descubrieron la escuelita clandestina y una noche llegaron a tumbar la puerta. Consciente del peligro de ser detenida, Nilab, junto con sus compañeras, se escapó por la ventana hacia el techo y salió corriendo de techo en techo. Los talibanes las persiguieron un rato pero cuando llegaron al extremo del bazar, se pusieron la burka y se mimetizaron entre las otras mujeres y ninguna se dejó capturar. Aún hoy, que cuando Nilab cuenta esta historia se ríe, uno se da cuenta de que le hizo falta poderse graduar.