Una gineco-obstetra en Afganistán

Para poder explicar cuáles son los problemas a los que me enfrento como obstetra y ginecóloga cada día en Afganistán en condiciones de fundamentalismo islámico y subdesarrollo extremo, primero tengo que definir dos palabras que traen consigo dos conceptos. Ambas palabras se utilizan frecuentemente en la consulta médica y en el existir cotidiano. La primera expresión es in shalá, que se puede traducir literalmente al español como «si Dios quiere», pero la manera de utilizarse es completamente diferente. En español «si Dios quiere» realmente significa «lo más seguro es que sí» y en inglés God willing significa: «si nada se interpone». En persa, in shalá significa «si mi marido lo permite», «si se alinean los astros para que yo pueda volver», «si no me muero de aquí a eso» y finalmente «si Dios lo quiere así». I n shalá se utiliza como la última frase de toda conversación. Por ejemplo, yo le digo a Alhamudin (mi portero) «mañana nos vemos» y él siempre responde: in shalá. Yo le digo a la partera que me esterilice quince cuchillas de afeitar para mañana y ella responde: in shalá. Cuando un afgano termina una frase con in shalá es porque realmente está convencido de que por más buenas que sean sus intenciones hay tantos factores que pueden afectar el resultado esperado que no se puede comprometer ni ilusionar al otro con una respuesta definitiva.

La segunda palabra es mushkil. Mushkil significa problema o dificultad. Un afgano me dijo un día: «En Afganistán no hay muchos mushkiles sino que tenemos mucho potencial de soluciones». Esto es básicamente cierto porque en un país donde reinan la anarquía y el subdesarrollo es fácil encontrar en cualquier área del conocimiento mushkilitos para resolver. Pues bien, habiendo terminado con las definiciones, procederé a relatar los mushkiles de la consulta ginecológica y luego del ejercicio obstétrico.

Mushkil N° 1:

No hablo persa. Como no hablo persa, tengo que utilizar traductora. Como la traductora es soltera, no sabía nada del cuerpo humano, de la reproducción y mucho menos de la sexualidad humana. Tuve entonces que devolverme hasta las abejas y las flores y con una libretica en la mano explicarle cada parte del cuerpo humano con sus respectivas funciones y nombres en inglés. Una vez logré que saliera de su asombro tuve que resolverle las cien mil dudas personales y convencerla de que lo que estaba aprendiendo no era pecado. (Le dije que Dios la iba a perdonar porque ella sólo estaba tratando de ayudar a los enfermos y en el islam esto es muy bien visto).

Mushkil N° 2

Las mujeres que yo trato no tienen claro el concepto del tiempo. Me explico: mi paciente promedio no sabe leer ni escribir, no tiene reloj, no sabe utilizar el calendario afgano y mucho menos el occidental y, para colmo de males, calcula los meses de acuerdo con la luna. Es decir, una mujer sabe si está atrasada o no en la menstruación o cuánto tiene de embarazo porque sabe que le debe venir una vez durante cada ciclo lunar. Imagínense lo difícil que es medicar hormonalmente a una mujer que no tiene ninguna manera exacta de cuantificar el tiempo.

Mushkil N° 3

Las mujeres que trato no saben cuántos años tienen. En ginecología, para poder definir si una mujer tiene una menopausia precoz o una pubertad diferida, lo mínimo es saber cuántos años tiene. Sin estos referentes no hay manera de distinguir entre lo normal y lo anormal y, por ende, no es claro cuándo hay que intervenir o no. Para complicar el asunto, las mujeres son tan acabadas por el sol, la desnutrición y la pata que les dan, que las de 24 parecen de 42. Pero las de 16 parecen de 10 y las de 50 parecen de 80. La disociación temporal-corporal crece exponencial y no linealmente a partir de los 16 años, pero es inversa antes de esta edad.

Mushkil N° 4

Las mujeres no saben si pueden venir a control. Cuando una mujer llega a la consulta, es porque se está muriendo o se alinearon los astros para permitirle que viniera. Uno le dice a las que acaba de hacerles la consulta que tienen que venir el mes entrante para revisión, y ahí sí con toda razón me responden in shalá.

Mushkil N° 5

Las pacientes mías no se consideran personas. Se consideran a sí mismas como parte de un todo que es la familia. Por ejemplo, yo le digo a una mujer que necesita cirugía y ella me dice que lo va a discutir con la familia. Si la familia define que no, entonces la paciente acata la decisión grupal y la hace primar sobre su deseo propio y sobre su integridad física. (Nota: ¡los hombres asumen de la misma manera esta identidad!, no es un acto de sumisión femenina).

Mushkil N° 6

Mis pacienticas son paupérrimas, así que ni se ponen calzones ni conocen las toallas higiénicas sino que usan trapitos, que lavan con jabones súper irritantes. Tal como es de esperarse, la piel de los genitales se les vuelve, al igual que las palmas de las manos y las plantas de los pies, supremamente gruesa. Claro está, como lo único que importa es no morirse de hambre y sobrevivir otro invierno, aquí las mujeres no consultan por trivialidades como flujos. Ahora bien, si la ginecología es complicada, imagínense la obstetricia: primero les recuerdo que actualmente tenemos la mortalidad maternal más alta del planeta. Más alta que en Nigeria, más alta que en India. Esto implica básicamente que de cada 60 mujeres que se acuestan a parir, ¡una se va a morir desangrada o infectada!

Algunas de las creencias y hábitos del embarazo y parto son propiciadas por el mulá. El mulá es el religioso que manda en la mezquita, y su única educación es haber asistido al colegio coránico (ni sueñen que un colegio coránico es equivalente a uno jesuita). Yo no sé si son mulás o simplemente mulas. Así:

1. En el embarazo no se puede comer casi vegetales porque le salen los ojos malos al bebé.

2. Si la mujer está muy débil, debe sacrificar una cabra y llevársela al mulá para que él se quede con una porción y reparta el resto. (Recuerden que compartir con los pobres es uno de los preceptos musulmanes más importantes). Al maldito mulá no se le ocurre que la cabra más bien se la debería comer ella para que se le quite la anemia.

3. Siete días antes del parto hay que dormir muy poquito porque en este período es cuando vienen los «genios» y matan al bebé in útero. Nota: aquí en Afganistán hay un Diablo mayor, que es muy malo, y unos «genios» menores, que hacen maldades terrenales pero que no se lo llevan a uno para el infierno. Son como asistentes del Diablo, son muy muy antojadizos y les gusta matar bebés.

4. Las embarazadas deben comer poquito, lo cual, viéndolo bien, no es tan mala idea si consideramos que esta práctica tan aberrante surgió por el hecho de que si el bebé es muy grande y se atranca, la mamá se muere, porque aquí las posibilidades de una cesárea son casi nulas. Yo tengo pacientes que están en el noveno embarazo y apenas decidieron venir. Cuando les pregunto por qué en los primeros no vinieron a control y en este sí, me responden que es porque se ven muy barrigonas y les da miedo de que el bebé se atranque y ellas se mueran.

5. Las mujeres están tan preparadas para morirse en el parto que se tiñen las palmas y plantas con henna por si fallecen poder irse derechito para el cielo. En Afganistán a la hora de morirse uno no le puede llegar a Dios con las palmas y las plantas en blanco, o sea que hay que estar prevenido.

6. El parto es común y corriente, exceptuando que por la actitud corporal (todo el tiempo acuclilladas) más la selección natural (todas las de verdaderas pelvis estrechas se mueren rápido) las pelvis son verdaderamente muy adecuadas. Las mujeres no gritan, no piden epidural (de pronto en 800 años van a poder empezar a soñar con esta idea) y no arañan ni patean.

7. Si el trabajo de parto está prolongándose, la suegra saca un billete grande, le da un beso, se lo pone en la frente a la parturienta y sale a la calle a buscar a un pobre para regalarle la plata. Acuérdense de lo que les dije: en el islam dar limosna es muy importante y Dios le echa una manito a la paciente si la familia paga el peaje.

8. Cuando nace el muchachito, no se le puede contar su sexo a la mamá porque creen que si esta se entristece porque es una niña, se le atranca la placenta. Apenas llora el bebé hay que entregárselo al batallón de cuñadas, hermanas y sobrinas, que vienen, encabezadas por la suegra, a acompañarla. Cuando es un varón: «alabado sea el Señor», fiestas, alegrías, felicitaciones y regalos. Cuando es un niña: «tranquila hija que el próximo año será varón».

9. El neonato tampoco se escapa de las supersticiones. Cuando la abuela lo empaca como un tabaco y lo amarra con una cinta, le pone khol en los ojitos. Lo maquillan como una niña, para que cuando el Diablo venga por él piense que es una mujercita y no se lo lleve. Además, la cinta con la que se entabaca al bebé tiene unas piedritas que se llaman «espantagenios». Estas piedritas y moneditas son muy importantes porque si la mamá se descuida, los genios le matan al bebé.

10. Pero, para mí, lo peor de todo esto son los malditos maridos que se me las llevan de la clínica a las dos horas de haber parido y las hacen caminar y caminar y caminar, y a veces ni les dan permiso de venir a control.

Para obviar este problema, implementamos el regalito de una cobija y un vestidito para el niño para las que vengan a tener el bebé a la maternidad. Los maridos que son muy interesados, además de pobres, les dan el permiso. A los siete días les damos tres barras de jabón para que les vuelvan a dar permiso para venir a la revisión postparto.

Mi trabajo actual consiste en montar dos Basic Emergency obstetric Care Units, o sea, dos servicios muy básicos de maternidad donde las mujeres pueden venir a parir en condiciones limpias y seguras y donde las complicaciones de los partos en casa se pueden estabilizar antes de remitirlas.