¿Qué son los retournés o retornados? Son 1,8 millones de afganos que reingresaron a Afganistán durante los últimos tres meses. (Estamos esperando 1,6 millones más durante la primavera que viene). ¿Por qué regresaron a este moridero plagado de minas quiebrapatas? Porque como cualquier humano normal añoran volver a su terruño y sueñan con reconstruir sus casas y porque fueron presionados en un proceso de repatriación semivoluntario creado por Naciones Unidas.
Resulta que durante los últimos seis años, cinco millones de afganos se fueron del país huyendo de la guerra, los talibanes, las bombas rusas, el conflicto interno, el desempleo, la discriminación. Y finalmente del bombardeo americano. (Nota: cuando uno se escapa del país se llama «refugiado» y cuando vuelve se llama «retornado»). La mayoría de los refugiados migraron hacia Pakistán o hacia Irán, y los más educados y pudientes se fueron para Europa, América, Australia y Japón.
Gracias a Al Qaeda y su atentado en las torres, el ejército internacional intervino y se metió a este país y desterró parcialmente al régimen talibán. Resulta entonces que al resto de los países del mundo se les metió en la cabeza que era muy buena idea devolver a los refugiados a su país de origen porque supuestamente la guerra se había acabado y la paz reinaría por los siglos de los siglos.
Esto es obviamente ridículo porque ninguna de las causas por las cuales el conflicto se originó ha cambiado, y la paz que hoy se vive es una frágil torrecita de cartas que en cualquier momento colapsará. Pero bien, a Naciones Unidas se le ocurrió iniciar el más grande proyecto de repatriación de la historia del mundo. Hicieron una campaña gigantesca para estimular a los refugiados a que se devolvieran para sus tierras. Por el radio y la televisión de Pakistán e Irán anunciaron que reinaba la paz, que les iban a ayudar económicamente, que la sequía se había acabado, que todo iba ser una belleza. A los países anfitriones de los refugiados les pareció una magnífica idea salir de los estorbitos y se dedicaron por cuenta propia a presionar psicológicamente y con amenazas a los refugiados para que se devolvieran.
Sin embargo, a nadie se le ocurrió pensar que este país está destruido y que no tiene la infraestructura necesaria para reincorporar tal cantidad de personas. Kabul hoy por hoy está destruida en un ¡70%! Tiene luz eléctrica de tres a cuatro horas al día y no tiene alcantarillado. Hay un solo semáforo, que funciona tres horas al día, no tiene sino unos cuantos buses para el transporte público, y ni hablar de los hospitales. Las montañas están plagadas de minas quiebrapatas que dejaron los rusos de regalo al partir y los mujaidines cuando peleaban entre sí. Los sistemas de riego fueron destruidos por los bombardeos aéreos de todo el mundo incluyendo a los gringos, y el invierno afgano es despiadado. Así, pues, los pobres pendejos que se dejaron echar el cuento o que se dejaron empujar hacia Kabul llegaron llenos de ilusiones y se encontraron con múltiples decepciones. En el solo Kabul tenemos 600 000 nuevos habitantes y ningún sistema de rehabilitación de casas para alojarlos. Llegan a Kabul por los caminos, cargados de cositas, desde Pakistán. Literalmente desensamblaron las casas que tenían en Pakistán para traerse la madera y poder volver a construirlas (como ustedes ya lo saben, los afganos son recicladores), así que tampoco se pueden regresar porque ya no tienen casa y al cruzar la frontera devolvieron los papeles de refugiados. Mejor dicho, se fregaron porque ni pa’ dentro ni pa’ fuera. Llegan a Kabul porque de aquí salen algunos para el resto del país y cuando llegan están exhaustos por el viaje, medio muertos por la malaria que se traen de Pakistán y con diarrea porque en el camino no hay agua limpia para tomar.
Lo más triste es que cuando llegan al campo de ingreso (nosotros tenemos un puesto de salud ahí, organizado por Naciones Unidas), llegan hechos unos guiñapos pero felices porque vuelven a su tierra. Es difícil describirles lo apegados que son estos berraquitos a sus tierras. Sueñan con volver a sus montañas porque el exilio y la discriminación en los países vecinos es realmente horrible. Naciones Unidas les da por familia: un plástico de 15 x 15 metros, 100 kilos de trigo, 3 barras de jabón y 20 dólares por persona para pagar el transporte hacia sus tierras. (¡Cómo me les parece la ayudita de incompleta!). Los pasan por un túnel de información tipo «vacas» y les enseñan con dibujitos y minas a los niños con qué «juguetes» no pueden jugar, o sea, cómo se ven la minas en la tierra. (Nota: los malnacidos rusos, y perdón por la palabra, pero no tengo otra manera de expresar este sentimiento, tiraron unas minas 100% plásticas en forma de mariposas muy coloridas para que los afganitos queden totalmente confundidos). Adicionalmente, Unicef vacuna a todos los niños, y nosotros les hacemos consultas médicas a quienes lo solicitan. Hasta hace un mes, MSF estaba haciendo 400 consultas diarias en el puesto de salud.
Resulta que se llegó el invierno y tenemos detectadas 700 familias (nueve personas en promedio por familia) que están viviendo como tugurianos en las ruinas de edificios bombardeados. Se sabe lo baja que es la temperatura en la noche porque los perros y gatos callejeros se están empezando a morir congelados y en la mañana vemos los cadáveres en las calles. Pronto no van a ser los perros callejeros sino los niños y los ancianos los que no van a aguantar. Debido a esto, MSF (y en contra de lo que Naciones Unidas quiere) decidió distribuir elementos no médicos porque definitivamente el frío no se cura a punta de aspirina. Ayer empezamos la distribución de 50 kilos de carbón por familia (calculado para cocinar y calentar el tugurio por un mes y luego cada mes les daremos más durante el invierno), un aparato consistente en una mesita con una olla en la mitad en la que se pone el carbón y se le coloca una cobijota encima y toda la familia se mete debajo de esa mesita y así comen y así duermen. Además, les damos tres cobijas de 40% de lana y nos sentamos a esperar que sobrevivan este invierno y que en la primavera puedan construir una casa o por lo menos rehabilitar el tugurio.