Las burkas, las afganas y los pobres varones

Una burka es un pedazo de tela (azul cielo generalmente), largo hasta el piso en la parte posterior y hasta la cintura en la parte anterior. Lo que se pone en la cabeza es muy ajustado a la cara y no interfiere realmente mucho la visibilidad. Ensayen a ponerse una media velada en la cabeza y díganme si todavía pueden ver bien. Claro que sí. La prensa ha magnificado el asunto de la burka. Cuando uno les pregunta a las mujeres qué es lo que más las atormentaba del régimen talibán, la respuesta nunca es la burka. La principal preocupación de las mujeres eran las restricciones en cuanto a la educación.

Este es un país musulmán pero no árabe. Su estructura social es persa y si le insinúas a un afgano que es un árabe, le da un ataque de histeria. Los hombres afganos quieren y ayudan a sus mujeres. No se la pasan rezando (es más, en un mes que llevo aquí, sólo he visto a un hombre rezando durante el día). Los talibanes eran una porción no representativa de los afganos. Eran un fenómeno que nació del caos político pero que creció únicamente porque fue alimentado por los intereses económicos de los norteamericanos y europeos. Los afganos no se sentían representados por los talibanes.

Una burka vale entre seis y ocho dólares. Las mujeres afganas no son débiles. Son unas fieras. No se callan nada. No viven escondidas como la prensa le hace creer al mundo occidental. Estas mujeres hacen comentarios tales como: «Lo bueno de la burka es que podemos mirar a todos los hombres sin que nadie nos pille». Cuando están entre ellas hacen chistes sexuales, discuten temas prohibidos y son bastante maliciosas. Sáquense de la cabeza la idea de que estas mujeres están en vía de extinción. Exceptuando por la mortalidad materna, tienen vidas muy completas (aunque duras) y tienen mucha posibilidad de decisión. Como en cualquier parte del mundo, a punta de cantaleta logran que los mariditos hagan lo que ellas quieren. Son tan manipuladoras como las occidentales y no les gusta que el marido callejee. Una minoría de los hombres tiene más de una esposa. Sólo hay más esposas cuando se presentan situaciones extremas, como la muerte de un hermano. Tienen de alguna manera el sartén por el mango porque son las que deciden con quién se casan los hijos varones. Es un sistema un poquito como el de las matronas. Son el poder detrás del poder. Quién lo creyera, ¿no? Este no es tanto un país machista cuanto un país de separación de géneros.

Las burkas existían antes del régimen talibán, así que son parte de su cultura y no únicamente una forma moderna de opresión. Pienso también que es hora de pensar en los hombres afganos. A ellos también les toca muy duro. Tienen que trabajar como unas mulas, tienen que ser fieles, tienen que ayudar mucho con la crianza de los hijos, tienen que proteger a sus mujeres durante la guerra, tienen que exprimir esta tierra tan seca. Tienen que rebuscarse el nan de cada día y, además, tienen que vivir con el nuevo estigma de que son unos terroristas despiadados.