De compras

Matahbbudin me llevó al bazar y la pasé muy bien. Aquí no hay supermercados sino bazares de todo tipo (háganse de cuenta los tianguis mexicanos). Unos son más elegantes que otros, pero todos con el sistema antioqueño del regateo. Nada tiene precio fijo. Por ejemplo, hoy me compré la tercera shwar kamize, de color azul petróleo, que me costó 300 000 afgani, lo cual equivale a cerca de seis dólares, o sea unos 18 000 pesos colombianos. Considerando que cada shwar kamize trae pañoleta y pantalones, creo que es muy barato. Nos dan de per diem (plata para el gasto local) ochenta dólares por mes libres, con lo cual me basta y me sobra. Yo me gasto la platica en teléfono, pistachos y ropa. Las primeras dos shwar kamizes me las dio MSF, pero de ahí en adelante las otras mudas las compro yo, aunque podría sobrevivir con sólo dos. La intérprete me preguntó un día si los franceses eran muy avaros que se tenían que poner la misma ropa día de por medio. Entonces decidí comprar por lo menos cuatro muditas para no parecer una pordiosera ante los ojos de mis compañeros afganos. La shwar kamize es la ropa de mis sueños: amplia, larga, amorfa, le permite a quien la lleva moverse en cualquier sentido sin la más mínima limitación. La pañoleta es indispensable porque lo protege a uno tanto del sol como del polvo. ¡Cómo voy a extrañar mis shwar kamizes cuando vuelva a Colombia!