Mi grupo se llama Kabul Project, y mi función principal es coordinar la reconstrucción, entrenamiento y puesta en marcha de dos servicios de maternidad en el área rural. La jefa mía, Fariba, es una señora de 55 años que nació en Irán pero que vive en Australia. Es muy buena gente pero tiene un temperamento durito y vive agarrada de las greñas con el jefe supremo, lo cual a mí no me conviene para nada. Los otros de mi equipo no viven en la casa: Matahbbudin, un logístico local súper querido, que parece un muñequito; Leilomá, mi intérprete farsi-inglés y mi mano derecha; el doctor Khaled, un pediatra afgano, y Leila, la que limpia la oficina.
En la casa vivimos muchos expats. Pero bueno, yo siempre les hablo de los logísticos. Un logístico es alguien que tiene que diseñar sistemas, aparatos, programas, planes, etc. Tienen que ser capaces de diseñar desde el plan de evacuación de toda una misión, hasta arreglar la ducha del segundo piso con su respectivo calentador. Con respecto a los franceses, yo ya no sé qué pensar. Son todos como de mi edad pero bastante prepotentes. Evitan mezclarse con los locales. No se bañan todos los días, y no propiamente por ecológicos. Fuman y toman trago como condenados. Para complementar este ramillete de virtudes, tampoco son del todo ajenos a otros vicios. Estos manes no pueden creer que yo sea de Colombia (la Meca de los psicotrópicos) y que ni siquiera me tome un trago. Tan de malas que les tocó semejante beata. De todas maneras, por raro que parezca, los colombianos nos parecemos infinitamente más a los afganos que a los franceses. Un afgano es un paisa (recursivo, avispado, hospitalario, medio cauteloso y muy trabajador). Mañana tenemos una fiesta en MSF España (yo soy MSF Francia) y, como no podemos salir a la calle después de las 9:30 p.m., nos toca llevar sacos de dormir. Tenemos una buena dotación de ellos.