No hay tal cosa como el afgano promedio. No existe. Los afganos son personas de múltiples procedencias. Hay tribus que se originaron en Mongolia, algunas con raíces en lo que ahora es Rusia, y otras se subieron de Pakistán. Cuando uno sale a la calle, ve cuatro tipos de etnias claramente definidas.
Los tajiks (hermosísimos), altos, cejones, con la piel medio clara. Tienen los ojos claros (verdes, azules o miel) y cuando te miran, sientes que te están interrogando. A los niños tajiks yo los miro y los miro y los miro porque tienen en los ojos unas rayitas rojas (en vez de las cafecitas que tenemos los colombianos), que salen desde la pupila, y algunos son pelirrojos.
Los pashtun son oscuros, cejones, muy velludos, con la mandíbula grande y los ojos miel. Vienen de Pakistán y fueron los que dieron origen a los talibanes.
Luego están los hazara, de la zona central de Afganistán, muy discriminados (son de segunda categoría para los demás). Son primos de los mongoles, por lo cual son achinados y no les crece pelo en la cara. Durante el régimen talibán fueron tratados muy mal. Por ejemplo: los talibanes les exigían a los hombres tener una barba que les llegara hasta el pecho. Como se podrán imaginar, a los hazara no les crece barba, entonces en la calle les cascaban por violación de los mandatos. ¿Cómo les parece este castigo?
Para terminar, tenemos a mis favoritos: los kutchis, una rama de los pashtun. Son una tribu nómada de personas muy pequeñas pero muy ricas y coloridas que viajan con camellos, cabras, burros y carpas por todo este país y los vecinos. No le responden a nadie por nada. Si los friegan mucho, se van. No cumplen ninguna regla de ningún Estado y se niegan a taparse la cabeza. Aun durante el régimen talibán, las mujeres se resistieron a cubrirse la cabeza. Son medio salvajes pero muy pacíficos. En el ala izquierda de la nariz las mujeres se ponen una areta en forma de florecita, con una piedrita verde en la mitad. Tienen la costumbre de entabacar a los bebés en telas de colores, los amarran con una cuerda dorada y les ponen un sombrerito lleno de bolas. Quedan como unos gusanos.
En estos días me trajeron unos mellicitos, acordonados, hermosos. El gusto kutchi es igual al de Paula, mi hermana, cuando tenía tres años. Se ponen el mismo día una falda de puntos con una camisa de cuadros con un chaleco dorado. Ninguna tela es ni del mismo color ni del mismo material, pero por alguna razón logran verse hermosos. Adicionalmente son más lindos porque se alimentan con leche de cabra. A la hora de parir, obviamente, las mujeres kutchi no van a los hospitales. Cuentan las parteras que ellas trabajan hasta el minuto del parto, luego del cual se paran, se lavan, entabacan al niño y siguen con sus oficios.
Los afganos son para los franceses una manada de hipócritas, pero para mí son unos sobrevivientes. Mejor dicho, para sobrevivir en esta tierra tan hostil desde todo punto de vista, este pueblo ha desarrollado conductas y estrategias inimaginables. Una especie de malicia indígena. Hoy piensan una cosa y mañana otra. O se adaptan o se mueren. Los franceses repiten mucho en el trabajo que a los afganos les toma diez años aprender cosas (como ven, los franceses son bastante pretenciosos y arrogantes), pero yo pienso que ningún ser humano que haya sobrevivido veintitrés años en un país en guerra y desértico puede ser ni siquiera moderadamente bruto. Es más, a veces pienso que se burlan de los expats o expatriates (los foráneos) franceses. Tiene una actitud un poquito como cuando uno le dice a alguien: «Sí mijo, sí mijo», pero en el fondo no tiene ninguna intención de hacer lo que se le está pidiendo. Saben que los expats son temporales y ellos permanentes.