Capítulo 21

Tras una noche en vela, el pánico se apoderó de mí a la mañana siguiente cuando noté que alguien me daba un suave beso sobre la cicatriz del estómago. Abrí los ojos de repente y el pelo rubio revuelto de Cooper acabó atrapado entre mis dedos. Sacudí la cabeza de lado a lado frenéticamente al mismo tiempo que susurré:

—No.

No se apartó de mí, sino que posó sus manos a ambos lados de mi ombligo y clavó la yema de sus dedos con suavidad en mi piel hasta que gemí.

—Siento mucho todo lo que te ha pasado, Wills.

Solté una carcajada amarga.

—Debería ser yo quien se disculpara. He sido muy egoísta y tú has sufrido tanto como yo.

Alzó la cabeza y frunció el ceño.

—Estoy bien. A lo mejor Dickson y yo acabamos arreglando las cosas o a lo mejor no. La cuestión es que he aprendido a vivir con ello.

Suspiré y cerré los ojos, al mismo tiempo que arqueaba un poco la espalda mientras él trazaba el camino desde mis caderas a la cicatriz y de ahí a los pechos dándome besitos. Se colocó entre mis piernas y gruñó cuando mi móvil vibró en el bolsillo de los vaqueros que había dejado tirados en el suelo la noche anterior. Al principio, ignoré ese ruido y acerqué su boca a la mía, pero como siguió vibrando, al final me aparté de él.

—Venga ya, dejad a Willow en paz —dijo Cooper, sonriendo de oreja a oreja. Acto seguido, se repantingó sobre las almohadas mientras observaba cómo yo sacaba el móvil de los pantalones.

Tenía varias llamadas perdidas de mi madre, unas cuantas de Kevin y un mensaje muy críptico de Jessica.

11:16: Diviértete dando explicaciones. Me largo hoy. No me vuelvas a llamar jamás.

Mis padres me llamaron otra vez incluso antes de que pudiera salir de ese mensaje. Respondí y fue mi padre quien habló.

—En «Leah y sus cotilleos» han colgado una llamada tuya de quince minutos a uno de tus amigos —dijo, con un tono desprovisto de toda emoción.

Noté que lentamente me quedaba sin respiración.

—¿Qué?

—Ahí lo cuentas todo, nena. Lo del bebé y lo de Tyler Leonard y el secreto de tu novio —contestó—. ¿En qué coño estabas pensando…?

Colgué antes de que mi padre pudiera pronunciar otra palabra más y revisé ansiosa el registro de llamadas mientras respiraba agitadamente. Cooper se incorporó en la cama con gesto preocupado. Me acarició los omoplatos, pero yo me aparté. Al final, di con la última llamada que había hecho. Había estado hablando con Jessica de 00:18 a 00:41.

Después de que hubiera llegado a casa de Cooper la noche anterior.

Cooper me cogió del hombro, zarandeándome, y yo me estremecí.

—Willow, ¿qué pasa?

—Que la he cagado.

A pesar de que sentía un hormigueo en los dedos, tecleé con furia la dirección web del blog de Leah mientras ignoraba las preguntas de Cooper. En cuanto la página de inicio apareció en la pantalla de mi móvil, me quedé sin respiración. Ahí estaba yo en la parte superior (era la misma foto en la que salíamos Tyler y yo que había sido posteada en esa página hacía unas semanas) y el titular decía: AVERY LO CUENTA TODO SOBRE EL HIJO QUE TUVO CON LEONARD.

Aunque no debería haberlo hecho, apreté en el botón triangular de reproducción que se hallaba sobre el fragmento de audio. Lancé un grito al escucharme a mí misma montándole el pollo a Cooper la noche anterior.

Se quedó helado.

—Pero ¿qué cojones es eso?

—Debí de llamar a Jessica sin querer mientras estábamos discutiendo.

Escuchamos la grabación un largo rato (oímos cómo revelábamos unos secretos que jamás le habíamos contado a nadie) y no dijimos ni una sola palabra. Cuando ya llevábamos doce minutos escuchando la grabación, oímos un jaleo en la planta de abajo y Cooper se puso en pie. Como estaba tan aturdida que era incapaz de moverme, me quedé sentada, oyendo por un oído esa llamada grabada y por el otro las pisadas de Cooper, que se puso unos shorts y salió de la habitación. Le oí gritar y luego oí la voz de Paige. Cuando regresó unos minutos después, tenía muy mala cara.

—Hay cámaras haciendo guardia en la playa —señaló—. Delante de mi puta casa. Por Dios, Wills, no… —Se contuvo al ver mi gesto de angustia y alzó ambas manos—. No pasa nada. Vamos a…

Me llevé las manos a la cara, pero él me obligó a apartarlas.

—Tengo que llamar a Miller y…

—Ya está aquí.

Cuando media hora después descendí a la planta baja con los mismos vaqueros que había llevado puestos la noche anterior y una camiseta de Cooper, no me atreví a mirar a nadie a la cara. Paige, Eric, Miller y yo permanecimos sentados en la sala de estar, mientras Cooper discutía con alguien —parecía Dickson— en la habitación contigua.

—A Evie no le va a pasar nada, ¿vale? Yo… —dijo un cabreado Cooper. Al oír el nombre de la esposa de Dickson, me encorvé aún más. Se calló un momento y luego añadió—: Pues no lo sé. Ahora mismo, no sé nada.

—Quiero irme a casa —afirmé.

Paige se inclinó hacia delante de manera titubeante y se arrodilló para mirarme directamente con sus ojos color avellana.

—Creo que deberías quedarte aquí, Willow —me aconsejó con un tono de voz reconfortante.

—Miller, por favor, llévame a casa.

Cuando me marché, Cooper seguía en la otra habitación hablando con Dickson y no le interrumpí para comentarle que me iba. Puse cara de póquer y dejé que Miller me guiara a través de esa muchedumbre de fotógrafos que no pararon de deslumbrarme con los flashes de sus Nikon, tanto cuando salimos de casa de Cooper como cuando regresamos a mi casa.

Nada más cerrar la puerta con llave, volví a echarme a llorar. Me atusé el pelo y enterré la cara en el ante del sofá para que los paparazzi que rodeaban la casa no pudieran oírme gritar.

Me grité a mí misma por ser tan estúpida y, mientras permanecía sentada, meciéndome adelante y atrás, maldije a gritos a Jessica no solo por grabar una conversación tan íntima, sino también por esa bolsita azul que había dejado sobre la mesita. Me hice un ovillo en la esquina del sofá y me quedé mirándola fijamente, a la vez que me mordía el labio con tanta fuerza que empezó a sangrar.

Cuando Kevin me llamó unos minutos después, respondí aliviada a su llamada, agradecida por esa distracción.

—Lo siento —me limité a responder, porque no había otra cosa que pudiera decir—. Les he hecho daño a Cooper y a Dickson, y…

Kevin me pidió que me callara y me habló con un tono de voz muy suave que muy pocas veces había empleado conmigo con anterioridad.

—Vamos a intentar controlar la situación —aseveró—. Vamos a hablar con el estudio, con tu publicista y el de Tyler…

Negué con la cabeza mientras me abrazaba a mí misma con más fuerza si cabe.

—Esta situación no se puede controlar.

Lanzó un hondo suspiro.

—Siempre se puede controlar —me corrigió.

—No puedo seguir con esto.

—Tienes que hacerlo.

—No —repliqué—. Déjales que hablen. Deja que digan lo que quieran, porque todo es verdad.

Kevin se quedó muy pensativo por un segundo y, a continuación, gruñó.

—No voy a permitir que hagas eso, Willow.

—Pues no te queda más remedio. Te llamaré en breve —le prometí y, acto seguido, colgué.

Cogí la bolsa que Jessica había dejado, me la metí en el bolsillo y recorrí el pasillo hasta llegar al dormitorio. Me senté al borde de la cama y agarré el MacBook con tanta fuerza que estuve a punto de romperlo. Los dedos se me entumecieron al teclear la dirección de la web de Leah y al pulsar en el link de contacto. La caricatura sonriente de Leah me miró fijamente y la contemplé con furia mientras empezaba a teclear un mensaje.

Me llamo Willow Avery.

Sí, ESA Willow Avery… La actriz. La que cayó lo más bajo que se puede caer hace tres años. Esa cuya cara aparece en todos los periódicos esta mañana. A la prensa le importa una mierda si hay más de lo que parece a simple vista en este tema; sí, hubo muchas otras causas que provocaron mi caída en desgracia, aunque nadie (salvo mis padres y mi agente) sabía cuáles eran. Bueno, al menos nadie más las sabía hasta hace unas horas.

La cuestión es que a mí SIEMPRE me ha importado lo que todo el mundo pensara de mí, aunque pareciera que no. Da igual cuánto me haya hecho sufrir esta necesidad de aprobación por parte de los demás, siempre ha habido una parte de mí que se negaba a renunciar a esta vena masoquista, que seguía necesitando esa aceptación desesperadamente. Es solo que ahora ya no estoy segura de si me importa o no que todo el mundo sepa la verdad sobre mí, ya que ahora tengo a alguien a quien quiero, un chico que no está esperando a que la cague. Al que no le importa que LA HAYA CAGADO.

Tecleé hasta que ya no pude ver más y, en cuanto di a enviar, aparté el portátil a un lado. Después, fui corriendo al baño a vomitar el resto del vodka que había bebido la noche anterior.

Cooper me encontró ahí una hora después, con los ojos cerrados y unas lágrimas secas en el rostro que hacían que me sintiera como si la cara se me fuera a romper en mil de pedazos.

Al igual que el resto de mi ser, pensé.

Le oí atravesar trastabillando la habitación y noté que se arrodillaba junto a mí sobre las frías baldosas. Me dio la impresión de que tenía un tremendo nudo en la garganta mientras repetía una y otra vez:

—Wills. Willow. Wills.

—No estoy colocada —susurré con una voz totalmente ronca por culpa de haber estado llorando tanto. Él suspiró y se dejó caer de espaldas bruscamente sobre algo. Al intentar abrir los párpados, noté que tenía las pestañas pegadas. Con los ojos todavía entrecerrados, vi que estaba junto a la bañera, con el gesto contraído, y se acariciaba las sienes—. Pero me gustaría estarlo —añadí.

—Pero no lo estás —replicó, sosteniendo mi cara entre sus manos. Me besó con ganas y desesperación—. Estás bien.

Chillé y él se echó hacia atrás.

—Cooper, estoy muy jodida.

—Sí, Jessica te ha jodido bien. Y solo porque querías…

Lo aparté de mí de un empujón, me acerqué rápidamente a la pared, encogí las piernas y me las agarré con fuerza a la altura de las rodillas. Durante un largo rato, lo único que se oyó en el baño fue nuestra respiración.

—Wills… —susurró, al fin, dubitativo.

Rebusqué en el bolsillo, saqué la bolsa de Roxies y se la tiré.

—Mi regalo de cumpleaños.

Contempló esa bolsa como si fuera a pudrirle la mano si la tocara y, a continuación, se pasó las manos por la cara.

—¿Ha sido Rick?

Me costó un rato darme cuenta de a quién se refería y entonces comprendí que se trataba del padre de Eric, el traficante de pastillas. Negué con la cabeza.

—Ni siquiera conozco a ese tío. Jessica me trajo estas pastillas anoche, a modo de regalo de cumpleaños tardío, y se las dejó aquí.

Apretó los puños y frunció el ceño, pero no me preguntó nada sobre Jessica, simplemente inquirió:

—¿Y ahora qué hacemos?

—He escrito un e-mail al blog de Leah hace un rato. —Al ver que gruñía y hacía ademán de decir algo, sacudí la cabeza de lado a lado violentamente para interrumpirle—. Ya han sacado a la luz todo lo que podía hacerme daño. Todo lo que podía haceros sufrir a ti y a tu pa…, a Dickson. ¿Qué más pueden hacerme, aparte de burlarse de mi gramática?

—Wills…

Volví a cortarle y aparté la mirada para no tener que verle la cara mientras le hacía esta pregunta:

—Si me marcho…, si me voy para curarme del todo…, ¿me esperarás?

Permaneció callado un largo rato y supe de inmediato que lo nuestro había acabado, que me iba a destrozar como lo había hecho Tyler en su día, pero que esta vez no quedaría ni una migaja de mí que salvar. Pero no iba a llorar. Ya había llorado tanto que, si Cooper me mandaba a la mierda, era imposible que derramara ni una sola lágrima más. No iba a llorar. No.

De repente, se echó sobre mí, me rodeó con sus brazos y enterró su rostro en mi pelo.

—No vuelvas a dudar de mí, Willow. Durante todo el tiempo que has estado aquí, te he repetido dos cosas sin parar hasta quedarme sin aliento: que voy a cuidar de ti y que no soy un pusilánime. Si tienes que ir a curarte, no pasa nada, eso no va a cambiar lo que siento por ti. No voy a dejar de amarte por eso.

Estaba equivocada. Aún me quedaban lágrimas.

Dickson nos envió un coche y un guardaespaldas más y, media hora después, nos encontramos con él en una playa, en una casa aislada del resto del mundo, que, según dijo, era de un amigo. Los tres permanecimos muy tensos mientras hablábamos de lo que iba a pasar a continuación. En cuanto mi productor me aseguró que había rodado conmigo ya el metraje suficiente como para poder montar la película, alcé la cabeza como empujada por un resorte.

—No te voy a dejar plantado, Dickson —afirmé.

Dickson negó con la cabeza y me puso una mano en el hombro.

—No lo vas a hacer. Le daremos a Justin unas cuantas escenas más si hace falta…, eso le encantará a ese chaval. Lo que quiero es que busques ayuda, Willow. —Dickson no me miró cabreado ni una sola vez, a pesar de que su buen nombre también había quedado manchado. También me fijé en que Cooper asentía agradecido con la cabeza cuando agregó—: Conozco un buen sitio en Los Ángeles y pagaré la factura con sumo gusto.

Esa noche, cuando Cooper ya se había ido a la cama y los cámaras por fin se habían retirado, me escabullí hasta el pasillo que llevaba a la plataforma para poder llamar a mis padres. A pesar de que eran las dos de la madrugada en Los Ángeles, mi madre respondió ansiosa prácticamente en cuanto apreté el botón de llamada.

—¿Dónde te has metido todo el día? Estábamos muy preocupados por ti. Tu padre y yo tenemos previsto coger un vuelo a Hawái por la mañana y…

—No vengáis —la interrumpí, mientras caminaba de un lado a otro y pisaba con suavidad el frío suelo con mis pies descalzos.

—¿Cómo que no? Por favor, esta vez no nos mantengas al margen… —Entonces, se calló y pude oír que mi padre le comentaba algo. Oí que algo rozaba el auricular, seguramente la mano de mi madre, y, un segundo después, mi padre se puso al teléfono.

—Willow, no lo hagas todo difícil —dijo.

No lo hagas todo difícil. No-lo-hagas-todo-jodidamente-difícil.

Me mordí el carrillo por dentro antes de decirle:

—He escrito un e-mail al blog de Leah.

Mi padre tomó aire.

—Lo sé —respondió. ¿Cómo no iba a saberlo? Sin lugar a dudas, mi e-mail había sido publicado en esa página en cuanto lo había enviado.

—Voy a volver a rehabilitación, papá. Dickson dice que ya tiene todo lo que necesita de mí para lograr que esta película sea un éxito.

—Willow…

—¡Escúchame, aunque solo sea por una vez! —exclamé y, al instante, lo único que oí al otro lado de la línea fue silencio—. Mañana o pasado mañana…, maldita sea, no lo sé seguro…, volveré a casa en avión acompañada por Cooper, pero la cuestión es que voy a volver para hacer lo que debería haber hecho hace ocho meses. Espero estar bien la próxima vez que os vea. Para entonces, espero estar… curada.

Mi padre le murmuró algo a mi madre y, acto seguido, oí que ella lanzaba un gemido ahogado.

—Pero ¿qué va a ser de tu carrera? ¿Qué pasa con tu futuro como actriz?

—Hollywood ya ha sobrevivido sin mí en dos ocasiones. No creo que esta industria vaya a quebrar si yo desaparezco.

—¿Necesitas…?

—No necesito dinero —afirmé y, a continuación, me senté en el suelo, delante de la puerta del cuartito que hacía las veces de lavadero, y le conté que Dickson me había buscado un centro de rehabilitación y que me iba a pagar el tratamiento. En cuanto acabé, suspiró—. Te llamaré. O te escribiré. Y…, esto…, ¿papá?

—¿Sí, niña? —preguntó con la voz embargada de emoción.

—Por una vez, estaría bien que no tuvierais nada planeado para cuando salga. Me gustaría que me dejaseis retomar mi vida poco a poco. Quiero llevar una vida normal. Espero que podáis respetar mis deseos.

Un momento después, nada más dejar el móvil con la pantalla boca abajo en el suelo, oí un ruido procedente del otro extremo del pasillo que me sobresaltó. Alcé la vista y vi a Cooper apoyado sobre la pared, prácticamente con el mismo aspecto que tenía hacía un par de meses, la primera noche que me besó hasta hacerme perder el sentido en la entrada de la casa que yo había alquilado.

Sonreí con cierta tristeza, a la vez que me ponía en pie, y me dirigí hacia él. Una intensa pasión se apoderó de nosotros y sus dedos se entrelazaron en mi pelo a la altura de las sienes.

Entonces, me volvió a besar, como si fuéramos a despedirnos para siempre.