Capítulo 14

—Skye de Las Vegas pregunta: «Willow, ¿qué pensaste cuando supiste que te habían escogido para participar en la nueva versión de esta película?» —inquirió el moderador.

Que si no aceptaba el papel, nunca volvería a trabajar, pensé para mí.

Entonces, le mostré una sonrisa deslumbrante y me acerqué el micrófono a la boca.

—Me sentí muy emocionada y…, no os riáis de mí, chicos…, aterrada. No sé si alguna vez habéis surfeado, pero… —en ese instante, suspiré y me froté la frente para darle más dramatismo a la cosa—, pero os aseguro que, cuando te das un golpe con una de esas tablas en la cabeza, duele mucho, muchísimo.

La multitud de fans que se alineaban delante de aquel escenario al aire libre estallaron en carcajadas y centenares de smartphones dispararon sus flashes al mismo tiempo.

—Pero lo cierto es que me muero de ganas de empezar. El reparto es genial y el guion, increíble. Tengo muchas ganas de trabajar en una película tan guay —afirmé.

¿Cuántos adjetivos más iba a poder utilizar esa mañana sin parecer una idiota?

Llevábamos ya veinte minutos de conferencia de prensa, en primera línea de playa y, durante los últimos diez, Justin Davies, el otro protagonista principal del film, había insistido en intentar acariciarme el muslo por debajo de la mesa. Una vez más, me tuve que inclinar hacia él y, sin borrar la sonrisa que surcaba mi rostro, mascullé:

—Sería una pena que tuviera que romperte la puta nariz con una tabla de surf en cuanto iniciemos el rodaje mañana.

Entonces, me acarició una mejilla con el dorso de la mano y las cámaras centellearon como locas.

Menudo gilipollas.

—Oh, oh, ¿acaso el romance entre Justin y Willow va más allá de la pantalla? —preguntó el moderador a los fans, que gritaron salvajemente.

Aunque cogí a Justin de la mano y se la apreté con fuerza, él se limitó a guiñarme uno de sus ojos castaños.

En cuanto la multitud se calló, el moderador prosiguió:

—Mitchell de Greenville, Texas, pregunta: «¿Cómo os estáis preparando para interpretar el papel?». Justin, tú primero.

Estuve a punto de mirar al cielo y resoplar al ver que Justin inclinaba hacia un lado esa cabeza repleta de rastas (poco después de presentarnos, me había comentado que había páginas webs de fans dedicadas solo a comentar su pelo), para mirar fijamente y con suma confianza a ese gentío y contestar:

—Si habéis visto la película original, ya sabréis que Chad es fotógrafo. James Dickson y yo hemos pensado que sería interesante añadir algún ligero cambio al personaje para que pudiera disfrutar de las olas con Willow.

Disimulé la sorpresa como pude al volverme para mirarlo. ¿Él también había estado entrenando con Cooper? Entonces, como si hubiera oído esa pregunta que no había llegado a formular, Justin guiñó un ojo y dijo:

—Cuando era adolescente, hice un poco de surf, así que me ha resultado muy fácil retomarlo. Bueno, y ahora cedo la palabra a Willow Avery. Hoy está estupenda, ¿verdad?

En toda mi vida, jamás había sentido tantas ganas de ahogar a alguien como en ese momento.

El moderador centró entonces su atención en mí.

—¿Qué nos cuentas al respecto, Willow?

Me atusé mi melena castaña, que el estilista que se había presentado en la casa que tenía alquilada nada más despuntar el puñetero alba me había despeinado con mucho arte durante una hora al menos.

—Para mí no ha sido tan fácil como para Justin. Me he pasado el último par de semanas entrenando aquí, en Hawái, con un monitor realmente increíble…, con Cooper Taylor. Ahora mismo, soy capaz de tomar un par de olas, la verdad. Claro que suelo caerme de culo solo un par de segundos después, pero voy mejorando.

Con ese comentario, logré que estallaran más risitas y flashes entre el gentío, así que les obsequié con esa bonita sonrisa que tanto estaban esperando.

—Ya que mencionas a Cooper Taylor —dijo el moderador y, al instante, contuve la respiración—, ¿qué se siente al estar trabajando con el hijo de Hilary Norton?

Parpadeé. Y, por un momento, me quedé totalmente sin habla. ¿Que cómo me siento al trabajar con el hijo de Hilary Norton? ¿Se estaba refiriendo de verdad a mi Cooper?

Un escalofrío me recorrió la espalda en el mismo momento en que pensé en él como el hijo de mi predecesora.

Respondí sin vacilar lo más mínimo.

—Tiene un sentido de la disciplina casi enfermizo. Entrenamos tres o cuatro horas al día. —Y, a pesar de eso, no había mencionado ni una sola vez que yo iba a interpretar el mismo papel que había representado su difunta madre—. Aún tenemos mucho trabajo por delante, pero confío en que todo este esfuerzo que estoy haciendo acabe quedando realmente genial en la pantalla.

A continuación, el moderador centró las preguntas en Justin y, después, en uno de los actores de reparto; sin embargo, el intenso cosquilleo que se adueñó de mi rostro y fue extendiéndose por el resto de mi cuerpo hizo que me resultara casi imposible escuchar ninguna cuestión que no fuera dirigida a mí.

Cooper era el hijo de Hilary Norton.

Lo más triste de todo es que, mientras permanecía ahí sentada, cabreándome cada vez más, ni siquiera estaba segura de si debía sentirme mosqueada o no. Tampoco es que el tema hubiera surgido en ninguna conversación, pero, Dios, me resultaba tan difícil no sentirme como una idiota…

Además, Hilary Norton —la madre de Cooper— había sufrido una sobredosis por meterse la misma mierda que me había enviado a mí a rehabilitación.

Para cuando llegué a casa de Cooper (en la que Miller insistió que tenía que quedarse ahora que me hallaba bajo el radar de la prensa) para recibir mi clase de surf, mi cabreo había llegado a su punto álgido. Mientras Cooper y yo nos dirigíamos a la playa, con Miller pisándonos los talones a solo unos metros, mantuve toda la distancia que pude entre nuestros cuerpos.

Cooper me sonrió mostrando comprensión.

—Me da que la rueda de prensa no ha ido muy bien, ¿verdad? —comentó.

Entrecerré los ojos, resoplé y aceleré el paso.

—¿Por dónde quieres que empiece? En primer lugar, el cachondo perdido del coprotagonista me ha preguntado, nada más presentarse, si me gustaría follar con él en su tráiler para estrenar el nuevo sofá.

Cooper me dio alcance y adoptó un gesto sombrío. Dejó la tabla junto a la orilla de un modo lento y sereno.

—¿Te ha tocado?

—No te preocupes, le he amenazado con pegarle con una tabla de surf en el plató —respondí. Cooper sonrió, murmurando algo para sí. Entonces, me crucé de brazos, lo miré fijamente y le pregunté—: ¿Por qué no me has contado quién era tu madre, Cooper?

Todo su bronceado cuerpo se tensó y clavó la mirada sobre el emblema que decoraba el extremo superior de su tabla. Luego, me miró a los ojos.

—Porque no es ningún secreto —contestó, a la vez que se encogía de hombros con indiferencia.

Me arrodillé junto a él en la arena, sin preocuparme de que Miller anduviera muy cerca de nosotros o de que hubiera otra gente en la playa. Lo observé con los ojos entornados y me percaté de que no los estaba entrecerrando porque la luz del sol me deslumbrara, sino porque estaba intentando contener unas estúpidas lágrimas.

Entonces, hice como que estaba limpiando alguna mancha de mi tabla con un extremo de mi toalla de playa.

—Pues yo no lo sabía —dije al fin entre susurros.

Él se rio.

—Pero ¿qué más dará? A ver, Hilary Norton era mi madre, pero no lo voy contando por ahí porque no me gusta hablar sobre ella, porque cierta gente le hizo la vida tan imposible que ella misma acabó echándola por la borda.

—No sé a qué gente te refieres.

Un gruñido de frustración surgió desde lo más recóndito de su garganta. Se inclinó hacia mí.

—No seas ridícula, Willow. Tú mejor que nadie sabes a quién me refiero precisamente.

—¿Dickson sabía que eres su hijo? —pregunté de manera inquisitiva.

Se rio y asintió.

—Dios, me siento tan idiota… —afirmé.

—¿Por qué?

Dejé de manosear la tabla y lo miré directamente a los ojos.

—Porque he estado estudiando las películas de tu madre y he estado trabajando contigo y…

Cooper se llevó una mano a la boca e hizo un gesto de negación con la cabeza.

—Pero eso no cambia nada.

Entonces, ¿por qué me sentía así? En cuanto hice ademán de empujar la tabla hacia el agua, se colocó detrás de mí y me tiró del tirante del traje de baño. Me giré hacia él.

—Quién fuera mi madre no cambia nada —insistió.

—¿Por qué aceptaste darme clases? —exigí saber—. Dices que odias Hollywood y, encima, yo estoy trabajando en la nueva versión de la película más popular de tu madre. Eso te tiene que doler, Cooper. O sea, joder, pero si hasta yo estoy sufriendo por ti.

Hizo como si fuera a hablar, pero, de repente, titubeó. Entonces, agarré con más fuerza la tabla y le indiqué con la cabeza que siguiera hablando. Cooper continuó contrariado:

—¿De verdad quieres saber por qué acepté entrenarte?

—Por favor.

—Porque Dickson me dijo que nadie quería trabajar contigo.

Me sentí como si me acabaran de dar un sopapo. Al ver que me estremecía, masculló una serie de tacos.

—Mira, Wills, no era mi intención que…

—No, aprecio tu sinceridad —le aseguré, empujando la tabla aún más hacia esa agua blanquecina.

—¿Adónde vas? —gritó a mis espaldas.

—Tienes una clase que darme, ¿no?