Entra IRINA.
OLGA.— ¡Tranquilízate, MASHA…! Así… ¡Si eres muy buena…! ¡Vámonos a mi cuarto!
MASHA.— (Con enfado). ¡Yo no! (Deja oír un breve sollozo, que en el acto contiene). ¡Ni entro ni entraré en casa!
IRINA.— ¡Estémonos aquí sentadas juntas…, aunque sea sin hablar…! Mañana me marcho. ()Pausa).
KULIGUIN.— Ayer, en la clase de tercero, le cogí a un chico estos bigotes y esta barba. (Colocándose ambos sobre el rostro). Así me parezco al profesor de alemán. (Riendo). ¿No es verdad?… ¡Qué gracia tienen estos chiquillos!
MASHA.— En efecto…, así te pareces a vuestro alemán.
OLGA.— (Riendo). Mucho. (MASHA llora).
IRINA.— ¡Ya está bien, MASHA!
KULIGUIN.— Me parezco mucho.