Entra MASHA.
VERSCHININ.— Vengo a despedirme. (OLGA se retira a un lado para no importunar la despedida).
MASHA.— (Fijando los ojos en su rostro). ¡Adiós! (Largo beso).
OLGA.— ¡Basta! ¡Basta! (MASHA solloza convulsivamente).
VERSCHININ.— Escríbeme. No me olvides. Déjame. Ya es hora… ¡Olga Sergueevna! ¡Cójala…! Se me hace tarde…, va voy retrasado. (Besa, conmovido, las manos de OLGA, vuelve a abrazar a MASHA, y sale rápidamente).
OLGA.— ¡Bueno, MASHA…! ¡Basta ya, querida! (Entra KULIGUIN).
KULIGUIN.— (Azorado). ¡No importa…! ¡Déjala que llore! ¡Déjala…! ¡Mi buena, mi querida MASHA…! ¡Eres mi mujer! ¡Pese a todo, soy feliz…! ¡No me quejo! ¡No te hago ningún reproche! ¡Olia es testigo…! ¡Empezaremos otra vez a vivir como antes…, y yo no te diré ni una palabra ni te haré la menor alusión…!
MASHA.— (Reprimiendo los sollozos). ¡Junto al mar hay un roble verde, con una cadena de oro prendida en él! Con una cadena de oro prendida en él… ¡Me vuelvo loca! ¡Junto al mar…! ¡Roble verde…!
OLGA.— ¡Cálmate, MASHA…! ¡Cálmate…! Dale agua.
MASHA.— Ya no lloro…
KULIGUIN.— ¡Ella ya no llora! ¡Ella es muy buena…! (Se oye un tiro, lejano y seco).
MASHA.— ¡Junto al mar hay un roble verde, con una cadena de oro prendida en él! ¿El gato verde… o el roble verde?… ¡Yo estoy confundiendo todo! (Bebe agua). ¡La vida malograda…! ¡Ya nada necesito… Ahora me calmo… Es igual…!