II

Entra FERAPONT con papeles para firmar.

ANDREI.— ¡La mujer es la mujer…! Es honrada…, buena…, pero, a pesar de esto, tiene en sí algo que la rebaja a la altura de un animal áspero, pequeño, ciego… La verdad es que no hay persona en ella… Le estoy hablando como a un amigo…, como al único a quien puedo abrir mi alma… Cierto que quiero a Natascha, pero a veces la encuentro asombrosamente vulgar, y entonces me pierdo y no comprendo por qué la quiero tanto o, por lo menos, por qué la quería…

CHEBUTIKIN.— (Levantándose). Mañana me marcho, hermano… Puede que no volvamos a vernos, por lo que aquí tienes mi consejo: ponte el gorro, coge un garrote y márchate… Márchate y échate a andar sin volver atrás la vista… Y cuanto más lejos vayas, mejor será…