VII

Entra ANDREI. Le sigue FERAPONT.

ANDREI.— (Enfadado). ¿Qué quieres?… ¿Qué vienes buscando?… ¡No te entiendo!

FERAPONT.— ¡Se lo he dicho lo menos diez veces, Andrei Sergeevich…!

ANDREI.— ¡En primer lugar no soy para ti Andrei Sergeevich, sino «su señoría»…!

FERAPONT.— Los bomberos, señoría, solicitan se les permita pasar por el jardín para ir al río… ¡Si no lo hacen, tendrán que andar dando vueltas y más vueltas…! ¡Un verdadero castigo!

ANDREI.— ¡Bueno…! ¡Diles que sí! (Sale FERAPONT). ¡Cómo me aburren…! ¿Dónde está Olga? (OLGA sale de detrás del biombo). Vengo a pedirte la llave del armario. He perdido la mía. Tú tienes una llavecita igual. (OLGA le entrega en silencio la llave).

(IRINA se dirige a su cama detrás del biombo. Pausa). ¡Qué enormidad de fuego…! Ahora ha empezado a amainar… ¡Diablos…! ¡Este Ferapont me ha sacado de quicio y me ha hecho decirle una sandez! ¡Su señoría! (Pausa). ¿Por qué estás tan callada, Olga?… ¡Ya es hora de no hacer tonterías y de dejar de enfurruñarse así porque sí…! ¿Estás aquí, MASHA?… ¿Y tú, Irina, también?… ¡Magnífico entonces…! ¡Tendremos una explicación franca de una vez para siempre…! ¿Qué tenéis contra mí?… ¿Qué?…

OLGA.— ¡Déjalo, Andriuscha…! ¡Ya tendremos esa explicación mañana…! (Evitándose). ¡Qué noche más agotadora!

ANDREI.— (Con visible azoramiento). ¡No te pongas nerviosa…! ¡Os estoy preguntando con la mayor sangre fría qué tenéis contra mí…! ¡Decídmelo claro…!

LA VOZ DE VERSCHININ.— Tram tam tam.

MASHA.— (Levantándose y en tono alto). ¡Tra ta ta…! Adiós, Olga… Quédate con Dios. (Pasa detrás del biombo para besar a IRINA). ¡Qué duermas bien…! Adiós, Andrei… ¡Márchate…! ¡Están cansadas…! ¡Mañana tendréis esa explicación! (Sale).

OLGA.— ¡En efecto, Andriuscha…; dejémosla para mañana! (Yendo hacia su cama, detrás del biombo). ¡Ya es hora de dormir!

ANDREI.— ¡Sólo voy a decir esto, y me iré inmediatamente…! ¡En primer lugar —y en ello me he fijado desde el día mismo de mi boda—, tenéis algo contra Natascha, mi mujer…! ¡Natascha es una persona excelente, honrada, recta y noble…! ¡Ésa es mi opinión…! ¡Quiero a mi mujer y la estimo…! ¿Lo comprendéis?… ¡La estimo y exijo que la estimen también los demás…! ¡Repito que es una persona honrada y noble, y que todo ese descontento vuestro no es más que —perdonadme— capricho…! ¡En segundo lugar, diríase que os enfada el que no sea profesor ni me ocupe de las ciencias…! ¡Trabajo, sin embargo, en la Diputación, soy uno de sus miembros directivos, y considero esta ocupación tan sagrada y de tanta altura como el servicio a la ciencia…! ¡Soy miembro directivo y me siento orgulloso de ello, si os interesa saberlo…! ()Pausa). En tercer lugar, quiero deciros también que, sin pediros permiso, he hipotecado la casa… Reconozco mi culpa y os pido perdón. Mis deudas, que ascienden a treinta y cinco mil rublos, me obligaron a hacerlo… No he vuelto a jugar a las cartas… Hace tiempo que dejé el juego…, y lo mejor que puedo deciros, en descargo mío, es que vosotras, muchachas, percibís una pensión, mientras que yo…, en realidad, no ganaba nada…

KULIGUIN.— (Asomando la cabeza por la puerta). ¿No está MASHA por aquí? (Inquieto). ¿Dónde puede estar?… ¡Es raro! (Sale).

ANDREI.— ¡No me escucháis…! Natascha es una persona excelente…, honrada. (Deteniéndose después de dar unas vueltas en silencio). Cuando me casé, pensé que seríamos felices… y, sin embargo… ¡Dios mío…! (Llorando). ¡Mis queridas hermanas…! ¡Mis buenas hermanas…! ¡No me creáis! ¡No me creáis…! (Sale).

KULIGUIN.— (Asomando, inquieto, la cabeza por la puerta). ¿No está aquí MASHA?… ¡Qué cosa más rara! (Sale. Se oye tocar a fuego. El escenario queda vacío).

IRINA.— (Detrás del biombo). ¡Olía…! ¿Quién pega en el techo de abajo?

OLGA.— El doctor Iván Romanich. Está borracho.

IRINA.— ¡Qué noche más agitada…! ()Pausa). ¡Olia! (Asomando la cabeza tras el biombo). ¿Oíste?… ¡Se nos llevan la brigada…! ¡La trasladan a un sitio muy lejos…!

OLGA.— ¡No son más que voces que corren!

IRINA.— ¿Nos quedaremos entonces solas?… ¡Olia!

OLGA.— ¿Qué?

IRINA.— ¡Querida…! ¡Estimo y aprecio al barón…! ¡Es una persona excelente! ¡Accedo a casarme con él, pero…, eso sí…, vayamos a Moscú…! ¡Vayámonos, te lo suplico…! ¡Nada mejor en el mundo que Moscú…! ¡Vayámonos…! ¡Olia…! ¡Vayámonos!