Ésta es una obra de ficción, y todos los personajes son imaginarios, lo mismo que el hospital Missing. Por otra parte, algunos personajes históricos, como el emperador Haile Selassie y el dictador Mengistu, son reales; en Etiopía hubo un intento de golpe de estado, pero sucedió cinco años antes del que describo. El coronel y su hermano están más o menos basados en los dirigentes reales del levantamiento. Los detalles de su captura y las palabras en el juicio y antes de que fuese ahorcado provienen de material publicado, especialmente de Ethiopia: A New Political History de Richard Greenfield; de Ethiopia at Bay: A Personal Account of the Haile Selassie Years de John H. Spencer; de la obra publicada de Richard Pankhurst como telón de fondo histórico; y de Revolutionary Ethiopia: From Empire to People's Republic deJ. Keller.
Un médico notable llamado John Melly murió a manos de un saqueador que le pegó un tiro, pero el diálogo que mantiene con la enfermera jefe es imaginario. El Ibis y otros bares son invenciones. El colegio Loomis es imaginario; cualquier parecido con mi maravilloso colegio (donde el señor Robbs y el señor Thames me animaron a escribir) es pura casualidad.
Las fuentes, los libros y las personas siguientes fueron de un valor inestimable: la escena del nacimiento y las expresiones «asfixia blanca» y «en la oscuridad del vientre materno» las inspiró la maravillosa autobiografía del difunto cirujano de fístula y obstetra egipcio Naguib Mahfouz, The Life of an Egyptian Doctor, lo mismo que la idea de la bandeja de cobre. Los trabajos de Nergesh Tejani en que describe sus experiencias en África con clínicas ginecológicas y con fístula, así como la correspondencia que mantuvimos, me ayudaron muchísimo. Consulté la obra publicada del doctor Reginald Hamlin y de la doctora Catherine Hamlin, pioneros de la cirugía de fístula, a quienes pude conocer cuando era estudiante de Medicina y estaba bien informado de su trabajo. Recientemente, tuve la oportunidad de visitar el Hospital del Río, título homónimo de la maravillosa autobiografía de Catherine Hamlin. Los cirujanos de fístula de mi libro no se basan en modo alguno en los Hamlin. El difunto sir Ian Hill era en realidad el decano de la Facultad de Medicina, y si utilizo su nombre, y el de Braithwaite, en el libro, es como un tributo a dos personas que se atrevieron a confiar en mí.
Los intentos de secuestro de aviones de las Líneas Aéreas Etíopes durante las décadas de 1960 y 1970 son hechos históricos; uno de los presuntos piratas aéreos fue condiscípula mía en la Facultad de Medicina, en un curso superior; ella y sus compañeros perecieron en el intento. El actual primer ministro de Etiopía, Meles Zenawi, estudiaba en la Facultad de Medicina un curso por detrás del mío; se convirtió en guerrillero y acabó dirigiendo las fuerzas que derribaron a Mengistu. El heroísmo de los agentes de seguridad y la increíble habilidad de los pilotos son muy reales. Las Líneas Aéreas Etíopes siguen siendo, en mi opinión, las aerolíneas internacionales mejores y más seguras en que he volado, con el servicio más hospitalario y entregado durante el vuelo. La fiebre recidiva transmitida por piojos la estudiaron Peter Periné y Charles Leithead, ya fallecidos, con quienes tuve el placer de visitar pacientes cuando era estudiante.
Para la información sobre Teresa de Ávila, y la descripción de la estatua de Bernini, me basé en Teresa de Jesús: una mujer extraordinaria de Cathleen Medwick. Las descripciones de esta autora me parecieron muy perspicaces, incluso después de ver el original en Roma. Todas las palabras de santa Teresa que cito, así como las ideas sobre la fe y la gracia, y la idea de la hermana Mary Joseph Praise de recitar el miserere a la hora de su muerte y la del olor de una dulzura inexplicable, se basan en la versión de Medwick de la vida de Teresa. Las palabras «caricias y arrullos celestiales» son de H. M. Stutfleld, y se citan en el libro de Medwick.
El verso «Te debo la visión de la mañana» es de W. S. Merwin, del poema «To the Surgeon Kevin Lin», publicado originalmente en The New Yorker. Tengo colgado en mi despacho ese poema en un grabado de edición limitada hecho por Carolee Campbell de Ninja Press y firmado por William Merwin. Le debo mucho al médico, escritor y amigo Ethan Canin, primero por invitarme al Festival de Escritores de Sun Valley y luego por presentarme a Reva Tooley y a toda la gente notable que acudió a allí.
El verso «su nariz era afilada como una pluma» es de Enrique V, segunda parte, y está relacionada con mi creencia de que constituye una astuta observación clínica de Shakespeare, que describo en «The Typhoid State Revisited», The American Journal of Medicine (79:370; 1985).
A mis propias impresiones de Aden y mis recuerdos sentado en las sesiones de kat se añadió la ayuda de las descripciones sumamente vividas del maravilloso libro de Eric Hansen Motoring with Mohammed: Journeys to Yemen and the Red Sea y también de En busca de las flores del paraíso: viaje a través de los campos de droga de Etiopía y Yemen de Kevin Rushby. La imagen de la mujer con el brasero de carbón en la cabeza y también las carretillas que transportan gente proceden del libro de Hansen.
Por lo que se refiere a la ocupación italiana, la descripción de Aweyde y muchos aspectos del conflicto ítalo-etíope, incluido el deseo de ganar por cualquier medio (Qualsiasi mezzo), me basé en la información procedente del maravilloso El safari de la estrella negra: desde El Cairo a la Ciudad del Cabo de Paul Theroux, y en muchas otras fuentes.
«Alzó los hombros, los alzó frente al horror y al desamor que vio» es una paráfrasis del verso de James Merrill del poema Charles on Fire: «Pero nadie alzó / Los hombros de su desamor».
Bliss Camochan me enseñó una antigua edición de su Golden Legends: Images of Abyssinia, Samuel Johnson to Bob Marley y me ayudó a entender cómo se habían formado las ideas occidentales sobre Etiopía.
Tanto yo como innumerables estudiantes de Medicina de la Commonwealth admiramos Bailey and Love's Short Practice of Surgery; el manual imaginario de Stone está basado en él, y el wombat y lo del apéndice proceden de allí. La fotografía de Bailey y sus nueve dedos me impresionó cuando era estudiante. Aparte de eso, el personaje de Stone no guarda ninguna relación con Hamilton Bailey, que sólo ejerció la medicina en Inglaterra.
«Había que tomar una decisión cuidadosa para no equivocarse de nuevo. Solía ser el segundo error, que se cometía por intentar paliar con premura el primero, el que acababa con el paciente» y «Los fallos de un rico los cubre el dinero, pero los de un cirujano los cubre la tierra», son citas ambas de Aphorisms and Quotations for the Surgeon de Moshe Schein. Por estas y muchas otras ideas quirúrgicas, estoy en deuda con Moshe, cirujano inconformista, brillante profesor, autor de varios manuales quirúrgicos maravillosos, ensayista y amigo. No sólo leyó primeras versiones, sino que también me introdujo en la comunidad de cirujanos de SURGINET. Sus reflexiones me encantaron, aprendí de ellas y tomé prestadas ideas, especialmente los datos sobre vasectomía, que dieron motivo a una serie de memorables intercambios.
Karen Kwong compartió conmigo sus experiencias como cirujana de trauma (y las de su marido, Marty), y leyó con mucha atención el manuscrito tanto al principio de su redacción como al final. Sus largos y considerados mensajes electrónicos fueron de un valor incalculable y no puedo expresarle suficientemente mi gratitud y admiración.
Gracias también a Ed Salztein, Jack Peacock, Stuart Levitz y FranzTheard. Conocí a Thomas Starzl cuando yo era residente jefe en Tennessee, y hemos reanudado nuestra relación. Es verdaderamente un gran cirujano y su trabajo innovador en la demarcación del campo del trasplante de hígado no es ninguna ficción; aludo a él en el libro como una forma de tributo. Thomas Stone es su contemporáneo de ficción.
Francisco Cigarroa, presidente del Health Science Center de la Universidad de Texas, San Antonio, fue muy amable al permitirme que presenciara cómo efectuaba un trasplante de hígado a un niño. El notable grupo de San Antonio, dirigido por Glenn Halff, que consigue que el trasplante de hígado parezca casi una rutina, forma parte del legado de Starzl: hasta muy recientemente, era justo decir que todos los cirujanos de trasplante de hígado del mundo habían sido formados por Starzl o por alguien formado a su vez por él.
«Nacimiento y cópula y muerte / eso es lo que importa si vamos a lo básico… he nacido y con una vez es suficiente» es una cita parcial de Sweeney Agonista de T. S. Eliot.
«Es en realidad una actitud ilusoria considerar trágica la vida, porque la vida es desde luego peor que trágica» es un verso de El rey y el cadáver de Heinrich Zimmer, edición de Joseph Campbell, lo mismo que «No sólo se convierten en nuestro destino nuestras acciones, sino también nuestras omisiones».
«Veían en la peste un medio seguro enviado por Dios de ganar la vida eterna» es de La peste de Albert Camus.
Debo mucho también a la visión del desaparecido Ryszard Kapuscinski de una ciudad y un país que yo creía conocer bien. Los detalles sobre la corte del emperador, el palacio, la financiación de los departamentos sanitarios, el carácter amhara, la escolta de motocicletas, el Ministerio de la Pluma y las intrigas de palacio eran cosas que la mayoría de los residentes conocían y habían visto en algunos casos de primera mano, pero el talento especial de Kapuscinski fue, como forastero, hacérnoslo más visible, cosa que consiguió en su extraordinario libro El emperador.
«No es tan sinuosa la serpiente como para que no pueda enderezarse al entrar por el agujero de su nido» es una paráfrasis de uno de los poemas bhakti de Speaking of Shiva, edición del desaparecido y gran A. K. Ramanujam.
En cuanto a la información sobre las carmelitas, doy las gracias a Fred de San Lázaro y a Eliam Rao, así como a la incomparable hermana Maude. No hay que yo sepa ningún convento de carmelitas en Egmore.
Los datos sobre el rock de Africa oriental, SRFA Asmara proceden de http://www.kagnewstation. com/
En cuanto a las escenas de la fuga de Asmara, estoy en deuda con Naynesh Kamani, que iba un curso por delante de mí en la Facultad de Medicina y que realizó ese heroico recorrido; leyó el manuscrito e introdujo varias correcciones y aportó sugerencias. Influyó mucho en mí la maravillosa novela To Asmara de Thomas Kennealy, con sus observaciones sobre los campamentos guerrilleros eritreos, que al parecer visitó; sigue siendo un gran defensor del pueblo eritreo. Debería añadir que siento el mismo afecto hacia Etiopía que hacia Eritrea, y que tengo amigos queridos en ambos lugares.
«Como si le hubiese hecho el mayor regalo que un hombre pudiera hacer a otro» es una paráfrasis de una frase de «Lo que dijo el médico», de Un sendero nuevo a la cascada de Raymond Carver.
En cuanto a las escenas del sanatorio antituberculoso, estoy en deuda con «The Discourse of Disease: Patient Writing at the "University of Tuberculosis"», de Jean Masón, al que tuve la suerte de escuchar en la conferencia «Psicoanálisis y Medicina Narrativa» de la Universidad de Florida, Gainesville, en 2002.
«Que ningún noble inglés se aventure a dejar este mundo sin un médico escocés a su lado, lo mismo que estoy seguro que no hay ninguno que se aventure tampoco a venir a él» se decía que había sido un brindis que solía hacer William Hunter, doctor en medicina, el mayor de los hermanos Hunter. Lo he parafraseado como un brindis que propone B. C. Gandhi.
«No llames feliz a ningún hombre antes de su muerte» es lo que el ateniense Solón le dice a Creso, el acaudalado rey de Lidia, según Herodoto. Se trata de palabras citadas por sir William Osler al recibir la noticia de la muerte en Flandes de su amado hijo Reveré. El manual de enfermería imaginario que describe la Sólida Sensibilidad de Enfermera es una reformulación de uno de los aforismos de Osler.
Respecto a la información sobre enfermedades psicosomáticas entre los etíopes, debo dar las gracias a mi amigo Rick Hodes, doctor en medicina, internista, escritor y hombre de bien. Su vida en Etiopía es toda una historia en sí misma. Doy las gracias a Thomas Appu Oommen por sus increíbles recuerdos de su etapa en Adis Abeba como colegial y más tarde como periodista, y del período del golpe. Un mensaje electrónico de Yohannes Kifle que compartió conmigo me facilitó mucha información sobre Kerchele.
Mis padres, George y Mariam Verghese, compartieron conmigo sus recuerdos, y mi madre redactó extensas notas exclusivamente para mi uso. A ellos he dedicado este libro.
Mientras escribía esta novela a lo largo de varios años, consulté muchas otras obras, la mayoría de las cuales espero haber incluido en la bibliografía, y si error hubiese dejado de reconocer mi deuda con una persona o una fuente sería algo que me gustaría corregir. La escena del húmedo obsequio que Genet hace a Marión la inspiró una escena similar de una novela o relato cuya autoría no puedo recordar; asimismo, la metáfora de Aden como una ciudad a la vez muerta y viva igual que los gusanos en un cadáver (o algo parecido) me encantaría atribuirla a una fuente.
Doy las gracias al extraordinario Comité Asesor de San Antonio que nos permitió construir un Centro de Humanidades Médicas, pero aún agradezco más las relaciones de amistad que establecí con sus miembros.
Steve Wartman, mi amigo y compañero de tenis, me reclutó para San Antonio cuando él era decano allí. Edith McAllister fue mi profesora, mi entrenadora, mi inspiración, y la persona que entendió mejor que nadie la necesidad que yo tenía de disponer de tiempo para mí, aunque eso significase irme; en mi próxima vida ambiciono volver como ella. En cuanto a Marvin y Ellie Forland y a Judy McCarter, las palabras no pueden hacer justicia al apoyo y el cariño que me dieron; ser titular de un prestigioso puesto de profesor que llevaba el nombre de Marvin y de una prestigiosa cátedra que llevaba el nombre de Joaquín Cigarroa hijo (ambos consumados internistas) supuso el mayor de los honores.
Judy sigue siendo mi consejera y mi conciencia; cada año que pasa crece mi admiración por su sabiduría. Gracias a la UTHSCA, a la familia Cigarroa en su conjunto, a Bill Henrich, Robert Clark, Jan Patterson, Ray Faber, Tom Mayes, Somayaji Ramamurthy, Deborah Kaercher, el difunto David Sherman, y tantos otros que la hicieron un sitio especial para trabajar; y lo mismo a Texas Tech, El Paso, donde se inició esta obra.
La doctora Erika Brady del Departamento de Estudios Tradicionales de Western Kentucky University era una especialista en temas que abarcaban desde la institución Alpha Omega Alpha (sociedad honorífica estadounidense que premia la excelencia en los estudios, investigación y práctica de la Medicina) o el Religio Medid (la obra de sir Thomas Browne) hasta datos sobre oraciones e indumentaria; siempre pude confiar en su investigación. También me ayudó con su investigación Michele Stanush, y le estoy muy agradecido.
Mis hermanos de los miércoles por la mañana (Randy Townsend, Baker Duncan, Olivier Nadal, Drew Cauthorn, Guy Bodine, y especialmente Jack Willome) y sus esposas (¡y especialmente tú, Dee!) me dieron cariño, tuvieron confianza en mí y me dejaron asumir la responsabilidad. «No hay amor más grande…».
Tom Rozanski, vecino, colega y urólogo, me aconsejó sobre la escena de la vasectomía así como sobre otros temas quirúrgicos, por lo que le estoy muy agradecido. Rajender Reddy y Gabe García me ayudaron en los temas relacionados con la hepatitis B.
Anand y Madhu Karnad, queridísimos y viejísimos amigos, leyeron y escucharon muchas secciones de este libro y de todos mis libros anteriores a lo largo de los años; me dieron y siguen dándome cariño y apoyo, y sé que donde quiera que estén tengo un hogar.
Estoy muy agradecido a John Irving por su amistad de todos estos años. He aprendido muchísimo de él tanto a través de nuestra correspondencia como de sus obras.
El doctor Ralph Horwitz, director de medicina en Stanford, creó un hogar para mí; le agradezco mucho su visión y su amistad, así como la de Sally. Doy las gracias a mi hermano, George, a su esposa, Ann, a los Kailath, y a Helen Bing, por introducirme en los encantos de Stanford años antes de que yo soñase con venir aquí.
Mi encantadora esposa, Sylvia, pasó horas introduciendo los cambios que yo realizaba en el manuscrito y lo hizo varias veces a lo largo de los años. Ella más que nadie, pero también Tristan, Jacob y Steven, soportaron mis ausencias de la sociedad y me sostuvieron durante los altibajos de la elaboración de este libro. «Gracias, mi amor; con los años que me quedan…».
Mary Evans, mi agente, vendió mi primer relato a The New Yorker antes de que nos conociésemos personalmente, y ha seguido manteniendo su fe en mí desde aquellos tiempos de Iowa de 1991. Su vista perspicaz y sus sabios consejos han hecho de mí un escritor, y su amistad, una persona mejor. Robin Desser echó una mano en mi primer libro, y fue un privilegio conseguir trabajar con ella en éste. Corrigió las muchas repeticiones de este libro y pasó innumerables horas con él y conmigo, y le debo mucho. A menudo he pensado que la gracia, la pasión, la humildad y la pericia extraordinarias que aporta a su tarea son atributos que comparte con los médicos a quienes más admiro. Doy las gracias también a Sarah Rothbard, la maravillosa ayudante de Robin. Agradezco muchísimo a Sonny Mehta su entusiasmo por esta historia y su firme apoyo a mi tarea de escritor.
La medicina es una amante exigente, pero fiel, generosa y sincera. Me otorga el privilegio de ver pacientes y de enseñar a estudiantes en las cabeceras de las camas de los enfermos, y da sentido por ello a cuanto hago. Como Ghosh, renuevo cada año, cuando se inicia, mis votos con ella: «Juro por Apolo y Asclepio, Higía y Panacea ser fiel a ella, pues ella es la fuente de todo… no cortaré para extraer la piedra».
Abraham Verghese
Stanford, California, junio de 2008