LA FIESTA DE GRADUACIÓN VAMPÍRICA
SUBÍ LA ESCALERA CORRIENDO TAN RÁPIDO COMO ME ERA posible y luego me arranqué la camisa de encima y la arrojé al suelo.
—¿Podría sugerirte que te pusieras algo sencillo? —dictó una voz, sin el más leve asomo de sugerencia.
Me volví hacia la ventana y solté una exclamación ahogada. ¡Josh! Me cubrí con rapidez la camiseta con un sujetador estampado. Pero ya era demasiado tarde; Josh la había visto. Así que ahora él sabía que yo conocía bien la ropa de señora.
—No quiero controlar todas las facetas de tu vida —continuó él, mientras tomaba una mano y cerraba con ella la ventana—, pero creo que sería una imprudencia que llevaras a la fiesta una ropa que atrajera las miradas. El tema es «Sofisticado baile de máscaras veneciano», y vasa estar en un salón lleno de vampiros. Lo mejor sería cualquier tela que se camufle con las paredes o con la pista de baile.
—¿Cómo has entrado aquí?
—Por la ventana; obvio, soy un vampiro.
—Aun así, mi ventana apenas si tiene dos metros de alto.
—Obvio, hice el truco de vampiro en el que te encoges con un rayo de vampiro y luego te hinchas con un inflador de vampiro hasta tu tamaño normal.
Comencé a hacerle más preguntas, pero nos interrumpieron unos violentos golpes en la puerta.
—¿Dónde está? —gritó Jim—. ¿Está ahí dentro ese vampiro?
Josh se abalanzó sobre mí y me tapó la boca con una mano.
—Nooo —dijo, con una débil voz masculina—. Solo tu hija humana… totalmente sola.
Yo le aparté la mano.
—No, papá —dije—. No veo ningún vampiro aquí dentro. ¡Pero continuaremos buscando! ¡Quiero decir que yo continuaré buscando!
Después de una pausa, oímos que se marchaba y baja la escalera pisando fuerte.
Me volví para mirar a Josh.
—¡No puedo creer que le dijeras que eres un vampiro! Jim odia los vampiros.
—¿Te avergüenzas de mí? —preguntó él, bromeando. Me rodeó por la cintura y me acercó hacia sí—. ¿Y qué me dices ahora? —dijo, ejecutando una humillante danza de pingüino.
—No; no me avergüenzo de ti. Simplemente tendremos que mantener tu vampirismo en secreto por lo que respecta a mis amigos y familia, para siempre jamás, ¿vale?
Dejó de bailar.
—¡Vaya con eso! ¿Para siempre jamás?
Yo suspiré, exasperada. Puede que Edwart fuera un despistado, pero no hacía ni la mitad de preguntas.
—Sí, para siempre jamás. Una vez que me hayas mordido y convertido en tu pareja vampírica.
Josh retrocedió con lentitud.
—Espérame aquí mismo, Belle —dijo mientras abría la ventana que tenía a la espalda—. Hay algo que tengo que hacer… en ese otro sitio.
Cuando oí que su coche despertaba a la vida con un rugido y se alejaba rechinando los neumáticos, dirigí la atención hacia mi armario. ¿Qué podía llevar a un baile de máscaras? Eché encima de la cama todo lo que tenía. Escayola de pierna, escayola de pierna izquierda, escayola de cuello, escayola de varios dedos. Al final decidí ir con una escayola de cuerpo entero.
Un coche se detuvo con un chirrido frente a nuestra casa. Oí voces que ascendían desde el salón. ¡Josh había regresado! Me acerqué en silencio a la puerta y escuché por si oía sonidos que indicaran que Jim estaba sacando el fusil de la vitrina que había montado en la pared. Pero Josh debió de haber convencido a Jim de que no era un vampiro, porque todo lo que oí fue el murmullo grave de la conversación que ambos mantenían.
—Le aseguro que soy un tipo muy chapado ala antigua, señor Goose. Prometo hacerlo todo como es debido —estaba diciendo Josh—. Aquí tiene un acuerdo que el erudito que vive dos pueblos más allá ha redactado por petición mía. Dice que a cambio de una cita con su hija, le entregaré cuatro gansas ponedoras, un haz de duelas de barril, y el uso de la mayor de mis guadañas dentro de tres semanas.
—Eso me complace —respondió Jim—. Soy un padre muy permisivo que jamás soñaría siquiera con solicitar un acuerdo semejante, pero es sabido que me pirran las duelas de barril. ¿Compartes conmigo una jarra de celebración?
Oí el glug, glug de la ginebra que vertían dentro de las jarras de cerveza.
—Solo dos para mí, señor Goose —dijo Josh—. Tengo que conducir.
—¿Qué me has dicho que eras, Josh, hijo mío?
Yo respiré hondo y cerré los ojos con fuerza. No digas vampiro.
—Un artista de grafiti, señor. Un artista de grafiti de ventanas.
—Entiendo.
De repente, el sonido de cristales rotos resonó por toda la casa. Josh subió la escalera a toda pastilla y se metió en mi habitación, para luego cerrar la puerta de golpe tras de sí. Jim cargó escaleras arriba; cuando más disparaba el fusil, hundiendo las valiosas balas de anticuario en nuestro revestimiento friso de madera del siglo XVII, más y más se enfurecía.
—¿Qué he dicho? —preguntó Josh jadeando mientras empujaba mi cómoda para colocarla delante de la puerta.
—Jim trabaja de limpiacristales, Josh. Y, según su camiseta que tiene, también es inspector de cuerpos femeninos. Creo que es una especie de ginecólogo, pero siempre he estado demasiado liada para preguntárselo. En cualquier caso —expliqué—, detesta a los artistas de grafiti de ventanas. En realidad, la única gente que no detesta esa los descendientes de hombres lobo. Prueba con eso, la próxima vez.
—¿Qué te has puesto? —preguntó Josh, admirando mi disfraz.
—¿Te gusta? Es una escayola de cuerpo entero.
—¿Qué se supone que eres? ¿Una especie de espeluznante momia?
—Sí —repliqué, incómoda. Me dolió un poco que no se dieras cuenta de que yo era una hermosa crisálida. Tal vez no estábamos hechos para criar tres perros salchicha, después de todo—. ¿Y qué se supone que eres tú? —pregunté.
Josh llevaba un formal esmoquin negro con un chaleco gris humo.
—Soy un tipo humano —respondió, con una amplia sonrisa que dejó a la vista sus falsos dientes humanos.
Me estremecí. ¿Por qué los chicos insisten en ponerse los trajes menos atractivos que pueden encontrar para ir a las fiestas de disfraces?, me pregunté, justo en el momento que Jim derribaba la puerta a tiros.
—¡Tú! —dijo, apuntando a Josh con el fusil. Disparó.
¡BANG!
Josh se desplazó a toda velocidad hacia la izquierda y esquivó la bala de manera sobrenatural.
¡BANG!
Josh saltó hacia la derecha, y esquivó la bala de manera humana.
Mi padre volvió a cargar el arma. Primero vertió dentro la pólvora, luego la empujó hacia abajo con una cosas larga que parecía un cepillo y añadió la bala de mosquete. En aquel preciso momento, apuesto a que Jim lamentaba haber comprado aquel fusil dela guerra de Independencia, aunque lo consiguió a precio increíble. Tardó unos noventa segundos en acabar de cargarlo. Dicho así, no parece mucho, pero prueba a esperar en silencio durante tan solo cinco segundos. Se hace muy largo.
Uno…
Dos…
Tres…
Cuatro…
Cinco…
¿Ves de qué hablo?
—Relájate, papá —dije, antes de que ese ridículo desperdicio de papel pudiera ir más allá—. Es un hombre lobo.
Jim bajó el fusil.
—¡Oh! Lamento lo sucedido —murmuró. Miró mi disfraz de arriba abajo—. Uau, Belle… ¡Pareces una dama realmente madura!
Tenía que admitirlo, estaba realmente despampanante para ser una crisálida de oruga. Lucy y Laura dirían que mi aspecto era más «buenoRo y molón», pero yo opino que «despampanante» era una palabra mucho mejor. Recientemente había pasado a ser dueña de un diccionario. ¡No podrías ni creerla cantidad de palabras que hay! Cuando abrí el libro fue como… ¡guay! ¡Fiesta de palabras!
Después de que extrajéramos las balas de la pared, nos trasladamos a la planta baja para realizar el tradicional ritual de padre conoce novio.
—Bueno… Josh. ¿Qué tal el colegio? —inquirió Jim.
—Bien.
—Hummm. Esto… ¿practicas algún deporte?
—No. ¿Le importaría si me quito los dientes falsos? Resulta difícil hablar con ellos puestos. —Se los quitó de la boca y dejó a la vista los afilados colmillos puntiagudos. Yo vi cómo la sangre de Jim corría, aterrorizada, hacia la pierna derecha de Jim, el lugar más alejado de los dientes de Josh al que podía ir.
—¿Has, eh, visto alguna película últimamente?
—¿Por qué me pregunta eso? —dijo Josh, mientras ponía tranquilamente un torniquete en torno a la pierna de Jim, que empezaba a hincharse de sangre. Deliciosa, nutritiva sangre.
—Bueno, ya sabes, es solo una de esas preguntas que se haces a los hombres lobo. A todos los hombres lobo les gusta el cine, ¿verdad? —Mi padre rio entre dientes, con complicidad.
—Esa es una generalización bastante atrevida, señor G. ¿Puede estar quieto durante un segundo? —Josh sacó una jeringa del bolsillo, y comenzó a extraer sangre de la pierna de Jim.
—¡No se trata de prejuicios! Créeme, algunos de mis mejores amigos son hombres lobos.
—Bueno, francamente, yo soy más de tele. ¿Has visto alguna vez True Blood, Sangre fresca? Trata de vampiros. Es entretenida, aunque no muy realista. Quiero decir, ¿una sangre sintética que satisface a los vampiros? ¡Venga ya! Uno necesita la auténtica. A poder ser una chica adolescente. Bueno, Belle, ¿estás preparada?
—¡Sí!
Me puse en pie, luciendo los lisos pliegues de mi escayola. Comencé a rotar con gracilidad, pero una vez hube empezado, me resultó difícil detenerme. Me sentía como la patinadora de la caja de música, tanto por mi elegancia como por la ganas de vomitar.
Al fin, Josh me sujetó por los hombros y me detuvo.
—Basta, Belle. Con eso será suficiente.
Alcé el rostro para sonreírle y observé las profundidades de sus gigantescas pupilas desalmadas de vampiro. Josh miró fríamente las mías.
—Ahora sé por qué te llaman Belle —dijo él en voz baja—. ¿Sabías que Belle significa «bella» en español?
—Estoy bastante segura de que estás pensando en Fr…
—Chissst —me chisssteó Josh de modo eficaz—. Deja que Josh se encargue de hablar a partir de ahora.
Era tan encantador…
—Traeré a su estúpida hija de regreso a medianoche, señor G. —dijo—. Puede volver a quedarse con esto. —Le lanzó la jeringuilla llena de sangre—. Creo que estoy harto.
—¿Quieres venir a un partido de los Seahawks, el domingo? —preguntó Jim. Jim se sentía solo. La verdad era que no tenía muchos amigos, aparte del tipo de la silla de ruedas.
—Que lo deje correr, señor G. Los partidos de fútbol suelen ser durante el día, y ya sabe… —dijo, señalando con gestos tímidamente su piel y moviendo las manos para simular chispas.
—No lo entiendo. Mis otros amigos hombres lobo van continuamente a partidos de fútbol.
—¡Vale, hasta luego, papá! —intervine yo.
Josh me condujo a través de la puerta hacia su limusina negra. Antes de empujarme al interior, me miró de arriba abajo.
—Oye, Belle, ¿sabes cuál es tu volumen?
—¿Qué? —repliqué, mientras intentaba pensar si una esfera o un cilindro eran la mejor representación de mi tipo de cuerpo.
—Cómo cuánta sangre tienes en el cuerpo.
—Eh… No lo sé. Primero tendré que calcular cual es mi radio, Josh —respondí tras decidir que el cilindro se aproximaba más ami tipo a causa de la superficie plana de mi cráneo.
Camino de la fiesta, Josh insistió en darme una clase de conducción. Apoyó los pies en el salpicadero y me gritaba «¡acelerador!» o «¡freno!» porque yo me ocupaba de accionar los pedales, metida debajo del asiento del conductor. Era un conductor tan controlador… Ni una sola vez me permitió improvisar. Yo ni siquiera podría controlar la radio desde donde estaba sentada, apretujada en el suelo del coche. Josh puso sus canciones tecno de vampiro a todo volumen. Ninguna era de Schubert.
Dado el tema, «Sofisticado baile de máscaras veneciano», era de esperar que la fiesta estuviera mejor decorada; había un par de serpentinas negras y un globo negro demasiado inflado. Pero luego me dije a mí misma que tenía que ser más abierta. La mayoría de las tiendas de artículos para fiestas cerraban antes de la puesta del sol. Si un vampiro acudía a una de ellas a la luz del día, daría la impresión de querer robar un montón de purpurina mediante el procedimiento de frotársela por todo el cuerpo. Vaya lío montaría, legalmente hablando.
—Espero que los disfraces no te parezcan aburridos —dijo Josh en tono de disculpa, cuando atravesábamos el gimnasio para llegar hasta el fotógrafo—. El comité de organización escogió un tema muy imaginativo para los trajes, este año. Dala impresión de que todos han decidido ser humanos; ahora mismo, en el mundo vampírico tiene lugar un tremendo fenómeno de novela romántica humana. Deberías haber visto los disfraces de los últimos temas para fiestas de graduación: chulos y sus zorras callejeras; altos directivos y sus zorras de oficina; madelmans y sus zorras de combate; jardineros y sus azadas de jardín; bomberos y sus mangueras… Si quieres saber mi opinión, los disfraces temáticos ni favorecen los rasgos de nadie, ni definen con mucha claridad los roles de género apropiados.
—Es brillante —dije, pero una pequeña parte de mí deseaba tener a Edwart a mi lado, en lugar de aquel vampiro imponentemente hermoso. Alguien que siempre estuviera allí para parecer más patoso que yo.
Josh y yo nos detuvimos para que nos sacaran la foto de la fiesta. Salió muy bien, aunque parecía que mi acompañante no era más que un montón de ropa que flotaba en el aire. Sin embargo, la luz se reflejó de una manera magnífica en el tejido de seda de corbata.
Cuando íbamos hacia la fuente de ponche, no pude evitar pensar que Josh se avergonzaba de llevarme como acompañante. Tal vez fue el modo en que no dejaba de mascullar «Nova conmigo» a todos lo que pasaban. No lo sé. Yo tenía problemas para entender las señales de los chicos, a veces. Como dice el refrán, los chicos son de Marte, y las chicas son de un planeta completamente normal.
Cuando todos los vampiros se lanzaron a un baile coreografiado, me hundí profundamente; tenía la sensación de ser alguien por completo ajeno a aquel ambiente. ¿Cuándo encontraban tiempo para practicar todos juntos? El baile al estilo zombi fue realmente bastante bueno, pero pensé que muchos de los movimientos estaban demasiado influidos por cierto vídeo de cierto rey del pop inmortalizado: «Black or White».
Permanecí de pie junto a la mesa del ponche mientras los vampiros danzaban al son del último verso. Había cuatro fuentes etiquetadas: «AB positivo», «O negativo», «AB negativo» e «Indeterminada».
—Yo tomaré AB positivo —dije a Josh, cuando volvió de la pista de baile—. ¿De qué está hecho? ¿Albaricoques y brevas?
—Está hecho de sangre, Belle. Ya sabes que esto es sangre, ¿verdad?
—Ah, por supuesto. Solo estaba bromeando —repliqué, mientras bebía un sorbito de mi taza, horrorizada. Iba a tener que comprometerme de verdad con esto.
Mientras entretenía la copa de sangre, Josh me presentó a sus amigos, Levi y Zeke. Se quedaron boquiabiertos ante mi disfraz.
—¿Qué miráis tan fijamente? —pregunté a la defensiva—. Al menos yo voy disfrazada.
—¡Uau! —dijo Levi—. ¡Vuelve a decir eso!
—¿Qué vuelva a decir qué?
—¡Ah! ¿Has oído eso, Zeke? Habla de una manera taaan humana…
—Hola —dijo Zeke, con voz grave y regular—. Me llamo Tipo Humano.
Un grupo de vampiros se reunió en torno a nosotros, riendo.
—¡Oooh, déjame probar a mí, déjame probar mí! —dijo uno—. Hola Me llamo Tipo Humano.
Todos volvieron a reír.
—Hola —dijo Levi—. Soy una persona humana.
—¿Por qué los humanos siempre lo dicen así? —dijo Zeke—. ¡Los humanos siempre lo dicen así!
—Nadie dice eso —les dije yo, pero eso solo les hizo reír con más ganas.
—Hola —dijo Josh—. Me llamo señor Tipo Humano.
Estaban llorando de risa.
—Josh —susurré enfadada—. ¿No vas a defenderme?
—Venga ya, Belle, tú sabes cómo hablas. No es culpa tuya —se apresuró a añadir—. Es un fallo inherente a vuestra especie. Sé que no puedes evitarlo, y que nunca serás capaz de corregirlo. —Me tomó el mentón escayolado con una mano y me acarició el pelo escayolado—. Debes sentirte orgullosa de quien eres, Belle. No te disculpes por tus diferencias. Tus peculiaridades diferentes defectuosas.
Justo entonces, alguien me tocó un hombro.
—¡Belle! —gritó una voz que me era familiar. ¡Al volverme, vi nada menos que a Lucy!
—Lucy, ¿qué estás haciendo aquí?
Ella rio como una maníaca.
—Belle, me he traído una docena de vestidos de fiesta porque tú no podías decidirme cuál era el mejor. ¡Quiero decir que estos vestidos no van a ponerse solos! Esta es mi quinta fiesta esta semana.
—Pero… ¡si ni siquiera te gustan los vampiros! A mí me gustan los vampiros. Esto es mi rollo. ¿A quién se le ha ocurrido invitarte?
—Me ha invitado Levi. —Bajó la voz para hablarme directamente al oído—. Belle Goose, si me estropeas la oportunidad de ser nombrada reina de la fiesta de esta noche, me aseguraré de que vivas lo bastante para presenciar el fallecimiento de tus seres queridos.
Me sonrió y se alejó a paso ligero para reunirse con Levi en la pista de baile.
—Vamos, Belle —dijo Josh—. Esta es mi canción favorita; ¡bailemos!
—La verdad es que no quiero bailar.
—Baila conmigo, Belle —dijo refunfuñando.
—¿En serio, Josh? ¿Con la música de Green Day? Andan por ahí desde hace una eternidad.
—Te equivocas —vociferó—. Han estado por ahí desde hace solo veinte fiestas de graduación.
—¿Qué? ¡Veinte fiestas!
—Sí, esta es mi octogésima sexta fiesta de graduación. Soy inmortal, ¿recuerdas?
—Sí, eso lo sé. Supongo que simplemente nunca… he pensado a fondo en el asunto… realmente.
Una vez más, sentí añoranza de Edwart. Edwart, que nunca me soltaría que había estado en ochenta y seis fiestas de graduación porque no tenía ni idea de quiénes eran los Green Day.
—Baila —ordenó Josh.
—No sabes lo qué estás pidiendo —le advertí.
—Solo una —ordenó él.
—En serio, Josh; nunca he bailado sin provocar un alzamiento político sin querer.
—Un baile —decretó él, arrastrándome hasta la pista de baile y manipulándome como a una marioneta mediante las poleas que aún llevaba sujetas a la escayola del cuerpo entero.
—Vale, vale… Te concedo un baile.
Ejecuté mi claqué irónico. Los pasos son complicados, pero los observadores confundirían mi torpeza con ironía si alzaba suficientemente las cejas.
Como había predicho, cuando acabé se produjo una revolución.
Una turba de vampiros indignados invadió la pista de baile, intentando con frenesí detener el baile de claqué que ahora se había descontrolado. Un centenar de vampiros que hacían claqué se empujaron y pateaban el uno al otro en su intento de acabar con la serie de pasos. Yo me escabullí hasta una pared, ilesa, cuando un par de bailarines de claqué, exasperados por el agobiante trato de la turba, revisaron con violencia los altavoces e interrumpieron la música. El estruendo de las payasadas de la multitud inundó el gimnasio. Un vampiro se deslizaba por la mesa del ponche como si fuera un tobogán de agua, mientras sus amigos se echaban por encima el contenido de las fuentes y chapoteaban con los pies. Otro vampiro, ofendido por el chapoteo, arrojó su ponche a los ojos del que chapoteaba y le lazó un puñetazo superfluo. Esto polarizó a los vampiros en dos grupos: los prochapoteo y los antichapoteo.
Yo aguardé pacientemente a que el disturbio se calmara, bebiendo sorbitos de mi ponche de sangre, sentada en una silla plegable colocada en un rincón, demasiado aburrida hasta para decir «Ya te lo advertí» (pero no demasiado aburrida para no transmitirlo a través del sistema de altavoces).
Vi que daban de puñetazos a Lucy cuando intentaba escapar de las agitadas masas.
—¡Cuidado! —grité, pero ya era demasiado tarde. Alguien la había atrapado por su vestido, y un broche cuidadosamente prendido en la manga saltó.
—¡Ay! —dijo ella, mientras se examinaba el pinchazo del brazo. Una gota de sangre empezó a manar de él.
Los vampiros dejaron de alborotar. Todos se quedaron muy callados y se pusieron a relamerse los labios, al tiempo que se acercaban a Lucy. Yo también empecé a relamerme los labios, porque es una de las cosas contagiosas, como estornudar, pero enseguida dejé de hacerlo porque simplemente no vale la pena si has olvidado llevar manteca de cacao.
La gota resbaló por su brazo y cayó al suelo. Tres vampiros se lanzaron a por ella a la vez. Resbaló otra gota. Otros tres vampiros se lanzaron al suelo. Fue entonces cuando le dio un ataque de hemofilia. La sangre empezó a salir a chorros de su brazo como agua de una boca de incendios. Los vampiros se situaron cara arriba y abrieron la boca para recibirla sangre, algunos girando sobre sí y jugando en los rojos torrentes como niños en un cálido día de verano.
—¡Pinchadla a ella! —gritó Lucy, al tiempo que me señalaba—. ¡Ella también es humana! ¡Pinchadla!
Unos cuantos vampiros me miraron. Yo sonreí y les saludé generosamente con la mano. Yo era Il Duce, la cara de la revolución.
—¡Atrapadla! —gritaron los vampiros.
De repente, me convertí en la chica más popular de la fiesta de graduación. La multitud se movilizó hacia mi silla, y la levantó para llevarme a hombros, para luego comenzara salmodiar, con entusiasmo: «¡Adelante, humanos! ¡Más sangre humana! ¡Traedla al escenario! ¡Más sangre humana! ¡Pinchadle un brazo! ¡Más sangre humana!».
A pesar de mi nueva popularidad, aún me asombré bastante cuando anunciaron, a través de los altavoces: «Y el rey y la reina de la fiesta de graduación de esta noche son… ¡Joshua Vampyre y Belle Goose!».
Cuatro vampiros me depositaron sobre el escenario, junto a Josh, antes de volver a ocupar su lugar entre el público, con un enloquecido brillo voraz en los ojos.
—¡No puedo creer que sea reina de la fiesta de graduación! —susurré, emocionada, a Josh.
—Lo sé —dijo él, mientras me rodeaba con un brazo—. Tampoco yo puedo creer que seas la reina. Para mí, siempre serás mi subalterna de la fiesta de graduación.
Fruncí el ceño. De repente, nada parecía ir bien: Lucy, que intentaba escapar de una docena de vampiros hambrientos; la actitud dominante pero en cierto modo carente de romanticismo de Josh hacia mí; el hecho de que nos coronaran rey y reina cuando era algo que, obviamente, deberían hacerle concedido a otra pareja —una que hubiera demostrado más valentía—, el vampiro gay que bailaba con su novio en un rincón. A pesar de las miradas de desaprobación, no iba a permitir que nadie más definiera el amor que sentían.
Todo el gimnasio estaba aclamándonos. Lucy señalaba al aire por encima de mi cabeza y gritaba algo. Miré hacia arriba, hacia donde ella señalaba, para ver mi tiara, y solté un grito ahogado. El siniestro mensaje epiléptico de Angelica resonó en mi cerebro: «Veo una sala en el capítulo diez. Una sala llena de vampiros. En un rincón de la sala hay una silla metálica plegable… Cuidado con la corona».
Me agaché a tiempo de esquivar por poco la pesa de veintidós kilos que cayó con una tiara pegada llena de pinchos. Salté del escenario al suelo.
—¡Atrapadla! —gritó Josh, despótico.
Yo me volví y le planté cara.
—Ya estoy harta de tus órdenes de mandón, Joshua. Estoy harta de los vampiros.
Salí corriendo del gimnasio a la clara noche fresca, sintiéndome perdida y sin amigos porque, reconozcámoslo, hablar con Jim es como hablar con una pared. No tenía a nadie a quien recurrir, ni vampiro ni humano. Dios, necesito un amigo licántropo, pensé mientras caminaba hacia el aparcamiento.
Entonces sucedió algo extraño. Mi campo visual se redujo a visión de túnel, y lo único que pude ver fue una luz blanca amarillenta que brillaba en el horizonte. Me detuve en lo alto de la escalera que conducía al aparcamiento y me sujeté a la barandilla. La luz continuaba brillando con la misma palidez de antes, pero ahora se le sumaron dos luces verdes en la parte superior, y luego una mentecata sonrisa con rejilla metálica. Edwart. Estaba viendo a Edwart. Toda mi ansiedad y confusión se desvanecieron al darme cuenta de qué tenía que hacer.
Pero antes era necesario que bajara por aquella escalera sin hacerme daño. Con Edwart brillando como un faro en mi mente, contemplé con serenidad la fatal carrera de obstáculos que se extendía ante mí, sobre los escalones. Nunca había sentido tanta calma en toda mi vida.
Solté de un pie a otro escalera abajo, rodando siempre que era necesario, mientras las hachas suspendidas aparentemente de la nada caían en torno a mí. ¡Lo estaba logrando! Lo estaba logrando de verdad. Viré bruscamente en torno a una estaca que brotó del suelo. Falló por tan poco que le hizo un agujero a mi disfraz. Cuando el reloj tocó las campanadas de medianoche, noté que mi capullo de escayola comenzaba a desintegrarse. Dentro de poco me convertiré en una calabaza. ¿O era una doncella indefensa? ¿Una mariposa? En cualquier caso, algún objetivo correlativo estaba cambiando de tal manera que implicaba que mi carácter se había desarrollado. Para ser más exactos, en los concerniente a la capacidad de equilibrio.
Pero no estaba acabada.
Muy bien, guapita, me dije a mí misma, sacando valor del apodo que me había autoadjudicado, hay una cosa más que tienes que arreglar antes de que acabe la noche.