La luminosidad sobre la cama despierta a Petra.
Echa de menos el peso y el calor de él, pero se alegra de que haya regresado al Club del Amanecer, y después piensa en lo agradable que sería desayunar con él antes de que se marche, tal vez mirar por la ventana y verlo surfear antes de salir a trabajar.
Se levanta y va a la cocina, pero él ya se ha ido.
Sobre la mesa hay una nota apoyada en una taza.
Pete
Lo lamento: te quiero, pero no puedo hacerlo. Me refiero a lo de ser abogado. Es que no soy así. Supongo que lo que pasa es que no soy un caballero.
Tengo que ocuparme de un asunto —mi parte del mundo— en este momento, pero, cuando regrese, lo hablamos. Hay té en la tercera puerta del armario de la derecha.
Boone
«Claro que no puedes hacerlo —piensa ella—. Lo de ser abogado.»
«Claro que no puedes y claro que no eres así. No es el hombre que quiero ni el hombre que, aparentemente, me quiere a mí. ¡Por Dios! —piensa—: es una declaración de amor de lo más sencilla y menos complicada. Un pronombre y un verbo. Te quiero. Es algo que nunca te había pasado en la vida.»
«Pues yo también te quiero, Boone.»
Y no lo lamentes; por favor, no lo lamentes. Yo no te cambiaría. Ha sido un error intentarlo y, en cuanto a que no seas un caballero, en eso estás totalmente equivocado y, cuando regreses…
Vuelve a mirar la nota…
«Tengo que ocuparme de un asunto —mi parte del mundo— en este momento.»
Petra siente una espantosa punzada de alarma, se viste a toda prisa y sale corriendo.
Pilla al Club del Amanecer justo cuando se alejan.
Van remando en el agua poco profunda.
De pie sobre la arena, Petra agita los brazos por encima de su cabeza y chilla:
—¡Socorro! ¡Ayudadme! ¡Os necesito! ¡Volved!
David el Adonis está más habituado a que las llamadas de auxilio procedan de la dirección contraria, pero un socorrista es un socorrista, de modo que da media vuelta y regresa a la orilla. No le hace demasiada ilusión comprobar que se trata de la inglesa.
—Tiene que ver con Boone —dice ella.
—¿Qué le pasa?
—Creo que va a cometer una estupidez —dice Petra.
—No me cabe la menor duda —responde David.
Ella le tiende la nota.