Boone se levanta de la cama antes de que salga el sol.
Se separa con cuidado de Petra para no despertarla y vuelve a acomodarle la sábana en torno al cuello; después se pone una sudadera, vaqueros y un par de sandalias y va a la cocina a escribirle una nota.
Sale a la mañana aún oscura, se sube a la Segunda, se aleja del muelle y se mete en la autopista de la costa del Pacífico. Pasa junto al lugar en el que se congrega el Club del Amanecer y, a la luz débil que se empieza a vislumbrar, distingue sus formas en la playa, ocupadas en el ritual matutino de aplicar cera a la tabla, hacer estiramientos y conversar tranquilamente.
No se detiene, sino que sigue conduciendo rumbo al norte.