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Boone la lleva al Muelle de Cristal.

Como en la casa de ella se ha producido un crimen, está rodeada de una barrera de cinta amarilla; además, es probable que no le convenga regresar enseguida, de todos modos. Para variar, ella no se lo discute, sino que, simplemente, se sube a un taxi con él y deja que la lleve a su casa.

—¿Quieres beber algo, Pete?

Ella se sienta en el sofá.

—¿Qué tienes?

—Tengo algo de vino en alguna parte —dice él, mientras hurga en el armario que tiene debajo del fregadero de la cocina—. Tengo cerveza y puede que un poco de tequila.

—Una cerveza sería perfecto, gracias.

Él destapa una botella de cerveza, se sienta a su lado en el sofá y se la da. Ella se la lleva a los labios y bebe un buen trago, mirándolo con los ojos bien abiertos. A él le preocupa que ella siga bajo los efectos del choque.

—¿Quieres hablar de esto, Pete?

—No hay mucho que decir, en realidad. Hice lo que tenía que hacer y eso es todo.

—Le has salvado la vida a Johnny.

—Después de que él salvara la mía —dice ella—. Estoy en deuda con él.

«Yo también», piensa Boone y se entristece.

Habían visto a Johnny cuando ellos salían de la comisaría y él entraba. Preguntó si Petra estaba bien y le dio las gracias; después miró a Boone y le dijo:

—Nada de esto cambia las cosas entre tú y yo.

Boone no le respondió, sino que se limitó a pasar el brazo en torno al hombro de Pete y la condujo hacia fuera. Sin embargo, estará eternamente agradecido a Johnny por haber ido a la casa de Pete. Si no lo hubiese hecho… Boone no quiere ni pensar en lo que habría sucedido.

—Pete —dice con suavidad—, voy a suponer que esta es la primera vez que tú…

—¿Que he matado a alguien? —pregunta ella—. Ya puedes decirlo.

—No es algo fácil de asumir —dice Boone—, aunque no hayas tenido opción. Tal vez pienses que… puedes ver a alguien…, en fin, para hablar de la cuestión.

—¿Por qué me da la impresión de que alguna vez te han echado a ti el mismo discurso? —pregunta ella.

—Si yo hubiese sabido —dice Boone— que los carteles estaban metidos en esto, nunca te habría involucrado a ti. Lo siento mucho.

—Pues yo no —dice ella—. No lo lamento en absoluto.

Sus increíbles ojos color violeta están muy abiertos y húmedos.

Se inclina hacia ella, le coge la botella de la mano y la apoya en el suelo. Después la acerca a él y la rodea con los brazos.

Ella apoya la cara en el pecho de él y empieza a sollozar.