Petra abre la puerta.
Allí está John Kodani.
—¡Mira qué bien! —dice ella.
—Deduzco —dice él— que Boone no está aquí.
—Has deducido bien —responde ella— y, como soy una dama, debería sentirme ofendida de que supusieras que pudiera estar, a estas horas.
—Para mí es la mitad del día —dice Johnny—. Bueno, ¿sabes dónde está?
—Supongo que en su casa.
Johnny mueve la cabeza de un lado a otro.
—Entonces no tengo la menor idea.
—¿Puedo entrar?
—¿Por qué?
—Creo que tal vez tengas en tu poder un material que guarda relación con la investigación de un asesinato —dice—. Boone me habló de Blasingame y de Paradise. De unos documentos que…, ¿cómo era?…, Nicole le había dado. No le creí.
—¿Y ahora?
—Tal vez le crea.
«Qué interesante —piensa ella—. Boone no me ha llamado para avisarme de ninguna novedad.»
—¿Puedo preguntar qué es lo que ha ocurrido para hacerte cambiar de opinión?
—No —dice Johnny—. ¿Puedo pasar?
—No, creo que no.
—Puedo conseguir una orden judicial.
—Pues consíguela, entonces.
Él sonríe.
—También podría llevarte a comisaría, por supuesto.
—Durante cinco minutos, aproximadamente —dice ella, poniéndolo en evidencia—. ¿Está fresco? ¿Llevo un chal?
Johnny da un resoplido y dice:
—Mira, es que estoy preocupado por Boone.
—Pensaba que habíais dejado de ser amigos.
—No lo somos —dice Johnny—, pero eso no significa que quiera verlo muerto. Y tú tampoco, supongo.
Petra se lleva un susto, más por Boone que por ella misma. Él se marchó para hablar con Johnny y con Dan Nichols y no ha regresado y ahora, evidentemente, ha ocurrido algo nuevo y Johnny está preocupado por su vida. Está a punto de hacerlo pasar, de darle los papeles de Nicole, de enseñarle la pantalla del ordenador con la red entretejida, pero…
«¿Puedo confiar en él? —duda—. Boone no confiaba en él lo suficiente para darle los documentos. Si hubiese querido que Johnny los tuviese, ya se los habría dado. Pero ¿qué es lo nuevo? ¿Qué ha pasado? ¿Dónde estará Boone?»
—¿Qué quieres decir? —pregunta ella.
—De acuerdo, mira —dice Johnny—. ¿Nos desnudamos los dos?
—Vamos, subinspector…
Johnny saca su teléfono móvil, lo abre y le enseña la foto de Bill Blasingame que tomó en su casa.
A ella le da un mareo y siente náuseas, pero se controla y presta atención, mientras él dice:
—Bill Blasingame. Le rompieron los dedos y todos los huesos de los pies antes de cortarle las manos y después lo mataron. Creo que buscaban los documentos que tiene Boone… ¿O tal vez te los ha dado a ti? No creo que sepan que los tienes tú, porque, si no, ya habrían venido, pero solo es cuestión de tiempo. Me preocupa que a Boone se le haya acabado el tiempo. Entonces, ¿quieres hablar conmigo ahora o no?