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Petra está sentada en el suelo del salón, con el ordenador portátil entre las piernas abiertas y un jarro de té junto a la mano derecha, haciendo lo que mejor sabe hacer.

Organizar.

Al introducir la información del material de chantaje de Nicole, crea remisiones en cada entrada hasta que el programa empieza a crear un diagrama como una telaraña con nombres, empresas, propiedades, inspectores, geólogos, políticos, concejales, jueces y ciudadanos ilustres.

El programa de software asigna un color discreto a cada conexión lineal y al cabo de un par de horas la pantalla es una red densa y variopinta, un lienzo de Jackson Pollock sobre la corrupción, con Bill Blasingame y Paradise Homes en el centro.

Presiona un comando y la red empieza a crear por su cuenta otras redes, como si se prolongara: redes múltiples dentro de otras redes. Por cambiar de imagen, le da la impresión de estar mirando en un microscopio de alta resolución cómo se extiende un cáncer a alta velocidad.

El timbre del interfono la sobresalta.

¿Quién podrá ser tan tarde?

—¿Boone? —pregunta.

—Sí.

Lo deja pasar.