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Lo habían torturado.

Blasingame tiene las muñecas y los tobillos sujetos a una silla con cinta adhesiva. Los dedos de las manos, amputadas con mucho cuidado y tendidas en el suelo, están todos rotos, lo mismo que los huesos de sus pies.

Los ojos muertos están bien abiertos, de espanto y de dolor.

Johnny no puede decir si le llenaron la boca de tierra antes o después de descerrajarle los dos tiros en la frente, pero es posible que el médico forense lo pueda determinar.

«Dos víctimas muertas de un disparo en la frente», piensa.

No es frecuente en un profesional, que por lo general dispara a sus blancos en la nuca. Sin embargo, aquello no ha sido un crimen pasional, sino un trabajo profesional, de modo que podría ser que aquel profesional fuese un psicópata al que le guste ver la expresión en la cara de su víctima antes de morir.

Lo de la tierra es extraño, sin embargo. Ya ha visto antes lo de las manos amputadas: es el castigo de los carteles de drogas mexicanos para alguien que se había vuelto codicioso y había metido las manos donde no debía. Primero le partían los dedos para conseguir información, después lo castigaban para que sirviera de lección para los demás y por último lo liquidaban.

Pero ¿la tierra?

¿Qué querrá decir?

¿Como que se puso codicioso y construyó Paradise Homes en una tierra en malas condiciones y ciertas personas van a perder mucho dinero y por eso decidieron hacerlo responsable?

«Me cago en Boone», piensa Johnny.