Boone siente que el agua lo abraza.
No le da miedo. No siente nada de miedo.
En lugar de luchar, se deja hundir hasta tocar el fondo y lo utiliza para empujarse. Entonces hace como las focas: agita las piernas atadas hacia atrás y hacia delante y se impulsa hacia arriba hasta que sale a la superficie y toma una bocanada de aire.
Mueve las piernas con suavidad para no hundirse y presta atención.
La rompiente de la orilla está detrás de él.
Si hay alguien capaz de llegar hasta la orilla sin ver y con los brazos y las piernas atados, es el alucinante Boone Daniels.
Pero…
Cuando sale a la superficie, resulta que hay una barca.
Oye el agua que choca contra el casco.
Después siente una mano que lo coge del pelo, lo sujeta y lo empuja otra vez hacia abajo. Antes oye decir al tío:
—A ver cuánto tiempo aguantas la respiración.