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—Hemos encontrado a la zorra.

Jones suspira. Los pandilleros jóvenes que le ha suministrado su cliente —¿cómo era su apodo? Los Chicos Locos— son eficientes y convenientemente despiadados, pero ¿por qué tienen que ser siempre tan vulgares? Y, además, ambiguos.

—¿Cuál de ellas —pregunta por teléfono—, teniendo en cuenta que no estamos buscando a una sino a dos mujeres?

—La británica, no sé, Petra.

—Recogedla —dice Jones— y traédmela.

«Una mujer», piensa.

Y un hombre.

¿Podrían ser una pareja?

Las posibilidades son tentadoras.