133

—Guárdatelo.

Es lo que le ha dicho a Johnny su teniente.

El comandante de turno ha escuchado con paciencia la versión de Johnny de la historia de Paradise Homes que le ha contado Boone, ha asentido con entusiasmo en señal de conformidad en los puntos destacados, ha silbado para mostrar su aprecio cuando Johnny mencionó algunos de los nombres que supuestamente estaban involucrados y después le ha dicho:

—Guárdatelo.

O, mejor dicho: ¡Guárdatelo, coño!

—Has venido —dijo el teniente Romero— y hemos hablado de béisbol. A los Padres les faltan lanzadores suplentes, me alegro de que coincidamos en eso, y después te marchaste.

—Pero…

—No hay pero que valga, ¡joder, Kodani! —dijo Romero—. Si sigues adelante con eso, ¿sabes lo que te encontrarás? La presión viene de arriba, mi ambicioso amigo, y ¿sabes qué hay entre arriba y tú? ¡Yo! ¡De modo que guárdatelo, coño!

—Burke seguirá por ahí —adujo Johnny—, aunque nosotros no lo hagamos. De una forma u otra.

—No estés tan seguro —dijo el teniente—. Por lo que a mí concierne, aquí se trata de un multimillonario contra otro. Deja que se hagan trizas entre ellos. Ya recogeremos nosotros los pedazos. Pero ni se te ocurra, ¡te lo repito: ni se te ocurra!, acercarte a Bill Blasingame. Van a pensar que tienes algún tipo de obsesión por esa familia, John.

De modo que ahora Johnny ha ido en busca de Bill Blasingame.

Lo encuentra en su casa.

Con la boca llena de tierra.