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—No debería verme contigo —dice Johnny— fuera de la comisaría.

Claro que no, pero lo hace: se encuentra con Boone entre los pilotes que hay debajo del Muelle de Cristal. Se reúne con él porque cuesta renunciar a los viejos hábitos y porque cuesta despegarse de los viejos amigos, aunque el viejo amigo te haya clavado un cuchillo cerca de las vértebras lumbares.

—Te lo agradezco —dice Boone.

—Me has jodido, Boone.

—He hecho los deberes por ti —responde Boone—. Si los hubieses hecho tú primero…

—Que te den —dice Johnny—. Ese chaval es tan culpable como el pecado y ahora se te ha puesto a lloriquear y tú te lo has creído. No sé para qué he venido.

—Esa novedad favorable en el caso Schering…

—¿La paga Dan Nichols?

—No tiene nada que ver con Dan —dice Boone.

Le cuenta a Johnny lo de Nicole, Bill Blasingame y Paradise Homes.

Cuando acaba, Johnny dice:

—Me vienes a decir que el hecho de que Phil Schering se cepillara a Donna Nichols no es más que una coincidencia.

—No es ninguna coincidencia —dice Boone—. Donna Nichols tenía una aventura con un tío que estaba involucrado en un escándalo inmobiliario que se había ido al garete. Al tío lo mataron y es probable que fuese Blasingame, porque el tío ese, Billy, tiene, como mínimo, tantos motivos como Alan. Haz que se presente y que te dé una coartada para esa noche.

—Conozco mi trabajo, Boone —dice Johnny—. ¿Cómo sé que toda esta historia no es una chorrada, con lo crédulo que te has vuelto últimamente? A ver si lo he entendido: ¿el hijo no es un asesino, pero el padre sí? Me encanta.

—Tengo los documentos.

—¿Rebobina?

—Que tengo los documentos —dice Boone—. Nicole me los ha dado.

—Y no los has traído, porque…

Se produce entonces uno de esos silencios embarazosos, que Johnny interrumpe diciendo:

—Porque confías en mí, como si dijéramos.

—No es por ti, Johnny.

—¡Noooo! —dice Johnny—. Es el departamento el que es malo, ¿verdad? Boone Daniels era el único que hacía brillar la luz de la pureza y se tuvo que marchar, para que el resto de nosotros no lo corrompiéramos. Jódete, Boone, ¿o crees que eres la única persona honesta que hay en el mundo?

Boone menciona tres nombres que ha visto en los documentos de Nicole.

—Si llevas esos tres nombres a tu teniente —dice—, ¿qué va a pasar?

—Entonces, ¿para qué has acudido a mí? —pregunta Johnny.

—Porque estáis dando un enfoque equivocado al asesinato de Schering.

—Lo mismo que en el caso de Kuhio.

Boone se encoge de hombros.

—Últimamente estás de un crédulo que te cagas —dice Johnny—. Todo el mundo está equivocado, menos tú. Tenemos al tío que no es para lo de Kuhio. Tenemos al tío que no es para lo de Schering… Oye, Boone, no habrá aquí un poco de interés propio por tu parte, ¿verdad? Quiero decir que, si sacas a Dan Nichols del atolladero, tú también quedas libre, ¿no? Así no tienes que tratar de dormir por la noche pensando que has señalado a un tío para que lo asesinaran.

Los dedos de Boone se cierran en un puño.

Johnny se da cuenta.

—¡Por Dios! ¡Cómo me gustaría, Boone! —dice—, pero mi carrera ya está bastante jodida, sin que tenga que añadirle una pelea con un civil cuando voy de uniforme. Mejor vete, antes de que caiga en la cuenta de que me importa un huevo.

Boone afloja las manos y retrocede.

—Muy listo, Boone.

—¿Llamarás a Blasingame?

—Me lo pensaré.

Los dos saben que hará más que pensar en ello, porque los dos saben que Boone se las ha ingeniado para que haga algo más que pensar. Johnny Banzai es un buen policía y ahora que sabe que tiene otro sospechoso no puede hacer como si no lo supiera.

—Ten cuidado con esto, Johnny —dice Boone.

—Surfea tu propia ola —dice Johnny—, que yo surfearé la mía.

Boone lo ve alejarse.