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Sentado delante del ordenador de su casa, Monkey echa un vistazo a la página web de Sunny.

El hallazgo le resulta satisfactorio, aunque al final se cabrea: ¿Por qué los tíos como Boone Daniels se quedan con todas las mujeres de bandera?

Monkey repasa la lista de respuestas posibles.

La pinta.

De acuerdo: no puede hacer nada al respecto. Vale que podría afeitarse, cortarse el pelo, cepillarse los dientes, comer algo más que azúcar procesado y artículos de bollería y pasar de vez en cuando por la sección de higiene personal del supermercado, pero así no va a conseguir parecerse a Boone, de modo que ¡a la mierda!

Un trabajo sexy.

¿Un detective privado sin cerebro? Olvídalo.

Hazte surfista.

Implica aguas profundas, frías y en movimiento y un esfuerzo físico que supera…, no importa.

¿Qué otra cosa atrae a las mujeres?

El dinero.

«Pero tú no tienes dinero», se dice a sí mismo mientras mira a su alrededor, a su agujero de un solo dormitorio, al este del Lamp, un edificio que no tardará en convertirse en una urbanización que él no se puede permitir.

Pero podrías conseguirlo, ¿verdad?

¿Qué es lo que andaba husmeando el neandertal de Daniels?

¿Paradise Homes?

Monkey saca el teclado, entra en su base de datos y sale a cazar.

«Puede que no tenga la pinta, un trabajo sexy, una tabla de surf ni dinero (aún), pero tengo acceso a la información y la información es poder y el poder es dinero y…»

Una hora después ha conseguido la respuesta.

Levanta el teléfono, espera a que alguien responda y dice:

—Usted no me conoce, capullo, pero mi nombre es Marvin. Usted tiene un problema y yo soy la solución.

Si te pones a pensar, ¿cómo conviertes Monkey en money?

¡Basta con quitarle la ka!

Con renovado ímpetu, vuelve a la página web de Sunny.