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Ganadores y perdedores.

«Comencemos por los posibles perdedores —dice Boone para sus adentros mientras se dirige a pie a The Sundowner—. Hay más probabilidades de que un posible perdedor mate por desesperación que de que un posible ganador mate por las ganancias. En general, la gente le teme más a perder de lo que espera ganar.»

Por consiguiente, una lista de perdedores.

Hefley Insurance.

Podrían perder mucho. ¿Y si Schering no les daba la respuesta que querían o les pedía más dinero? Sin embargo, como dice el Optimista, las aseguradoras en realidad no matan físicamente a la gente. ¿O sí?

Los mantiene en la lista, aunque con pocas probabilidades. Entra en The Sundowner, donde coge por sorpresa a No Sunny, que no lo esperaba tan temprano. Está apoyada en la barra, echándose un sueñecito de pie, cuando la puerta, al abrirse, la despierta. Al ver a Boone, hace señas al cocinero para que le cocine lo de siempre y se acerca y le sirve una taza de café.

—Gracias —dice Boone.

—De nada.

—Ejem, ¿cómo te llamas?

—No Sunny.

—No, quiero decir, ¿cómo te llamas de verdad? —pregunta Boone—. No me refiero al nombre que te hemos puesto.

La pregunta la coge desprevenida. Como hace varios meses que en horario de trabajo la llaman «No Sunny», hasta tiene que pensárselo un segundo:

—Jennifer.

—Gracias, Jennifer.

—De acuerdo —dice ella—. ¿Lo de siempre?

—Pues sí. No —dice Boone—, tal vez sea hora de cambiar un poco las cosas. No…, Jennifer. Tomaré… las, ejem…, las creps de arándanos.

—¿Creps de arándanos? —pregunta No Sunny Jennifer.

—¿Son frescos los arándanos?

—No.

—Tráemelos de todos modos.

—De acuerdo.

Ella va a decírselo al cocinero, para que se cabree, porque ya ha empezado a preparar los huevos.

Boone sigue pensando en perdedores.

«Si Schering se mantenía fiel a Hefley —piensa Boone—, los siguientes perdedores posibles serían los propietarios. Habría que encontrar a un propietario que hubiese perdido mucha pasta por tener una casa sin asegurar que hubiese caído dentro de una conejera o a una comunidad de propietarios.»

Es sabido que las comunidades de propietarios del sur de California tienen fama de brutales y despiadadas a la hora de hacer cumplir sus códigos, pero Boone no acaba de hacerse a la idea de que una de ellas contratase a un asesino a sueldo, aunque le habría encantado estar presente en la asamblea.

«Los que estén a favor de borrar del mapa a Phil Schering, por favor que digan “sí”. Aprobada la moción. Hay café y galletas…»

Ni siquiera sabe si existe una comunidad de propietarios del barrio, de modo que decide que lo primero que hará después de comerse las creps será ir al Edificio de Administración del Condado y empezar a investigar los registros de la propiedad. Obtendrá así una lista de los propietarios y tratará de ver si alguno de ellos es un posible candidato.

No Sunny Jennifer le trae las creps.

Y la cuenta.

—¿Querrás algo más? —pregunta, como si se hubiese esforzado en aprender de memoria la frase.

Boone se ha quedado algo sorprendido. Como gorila extraoficial y guardián de la paz de The Sundowner, hace años que no le cobran el desayuno. No Sunny Jennifer advierte su cara de sorpresa. La ansiedad la abruma y se lo suelta a las claras.

—Chuck me dijo que lo hiciera la próxima vez que vinieras. Que te cobrara. Como que no eres de la familia.

—Tranquila. Está bien.

—Me siento rara.

—No te lo tomes así —dice Boone. Se pone de pie, extrae la billetera y deja dinero suficiente para pagar la cuenta y una propina generosa—. Solo dile a Chuck de mi parte que a partir de ahora algún otro tendrá que mantener las cosas en su sitio por aquí. No voy a donde no me invitan.

No Sunny Jennifer frunce el ceño: son demasiadas cosas que recordar.

—Simplemente dile adiós —dice Boone.

Adiós —repite ella.

Adiós.