—¿Qué hay? —pregunta Boone.
—Me he enterado.
Por la mirada acerada de David, Boone sabe a qué se refiere.
—¿Te molesta?
—¿A ti no?
—Claro que sí —dice Boone; hace una pausa y añade—: Oye, por extraño que parezca, creo que es lo que Kelly habría querido.
—¿Qué has fumado?
—De todos modos, no estoy convencido de que lo haya hecho Corey.
—Johnny está totalmente convencido —dice David— y él tomó nota de su confesión. ¿Lo vas a joder, Boone?
—No es mi intención.
—Entonces no lo hagas. —Porque uno no jode a los amigos. Los dos lo saben. Es algo que no se hace—. ¿Cuántas veces te ha defendido Johnny Banzai?
—Muchas.
—¿Entonces? ¿O es que eso no quiere decir nada?
—Esta vez se equivoca —dice Boone.
—Y tú tienes razón —dice Dave.
—Creo que sí.
David mueve la cabeza a un lado y a otro.
—Tío, ya no sé si te conozco. Tal vez tendrías que ponerte traje y corbata y convertirte en uno de ellos.
—¿Uno de ellos?
—Ya sabes lo que quiero decir.
—Vale, ya lo sé —dice Boone, que empieza a cabrearse—. Y sí, puede ser. Tal vez no quiera seguir siendo toda la vida un gandul al que le gusta surfear.
Dave asiente con la cabeza. Mira hacia el mar y vuelve a mirar a Boone.
—Sigue adelante, hermano, que nosotros, los gandules a los que nos gusta surfear, trataremos de arreglárnoslas sin ti.
—No he querido decir…
—Claro que sí —dice David—. Al menos mantén tu palabra y deja que siga sintiendo respeto por ti. Ha sido un placer, Boone. Hasta luego.
Se aleja.
«Hasta luego», piensa Boone.