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La misma importancia que tuvieron las especias para los primeros navegantes portugueses, el oro para los conquistadores españoles, el tabaco para los dueños de las plantaciones de Virginia y el opio para los señores de la guerra afganos la tiene la propiedad inmobiliaria para los empresarios del sur de California.

La propiedad inmobiliaria —terrenos, viviendas y parques empresariales— es la principal fuente de riqueza en aquella franja costera dorada. Constituye la base para las inversiones, los préstamos, los intercambios, la venta al por menor, el blanqueo de dinero… ¡todo!

Por consiguiente, que dieciocho viviendas de lujo cayeran de pronto en un agujero tuvo un valor simbólico tremendo.

La base, tanto literal como metafóricamente, se derrumba.

Alguien va a tener que pagar.

La cuestión es a quién le corresponde.

«Una pregunta muy pertinente —piensa Boone—, cuando uno quiere saber quién tenía motivos para querer borrar del mapa a Phil Schering, porque el difunto era ingeniero de suelos, aunque no un mero ingeniero de suelos, sino uno que, además, era testigo pericial, pero no un testigo pericial cualquiera, sino uno muy eficiente, cuya opinión podía llegar a tener mucho peso para decidir… a quién le corresponde pagar.»

Phil le pasaba facturas a una aseguradora.