87

Johnny Banzai tampoco se vuelve loco cuando ve entrar a Boone en comisaría con Dan y Donna Nichols a la zaga.

Por no mencionar a Alan Burke.

Es como dar con una mano y quitar con la otra. Mira, Johnny, hermano, aquí tienes a un sospechoso, pero, ¡ay!, aquí hay alguien que no dejará que el sospechoso te diga nada.

Gracias, Boone, por nada.

—¿Son estos los clientes a los que estabas protegiendo? —pregunta Johnny a Boone.

—Pues sí.

—Estupendo.

—Efectivamente.

—No digas nada más, Boone —dice Alan Burke.

No tiene el aspecto atildado de siempre; lleva unos vaqueros y una sudadera vieja que se puso cuando recibió la llamada de Dan Nichols. Está despeinado y sin afeitar.

—¿Representa usted al señor Daniels? —le pregunta Johnny.

—No.

—Entonces no le dé instrucciones.

—¿Me las puedo pirar? —pregunta Boone.

—Por ahora —responde Johnny.

—Jamás pensé que me oiría decirte esto —dice Harrington—, pero, Daniels, no te marches de la ciudad.

Boone hace un gesto de asentimiento y sale por la puerta. Técnicamente, todavía podrían trincarlo por poner trabas, aunque no llegarían demasiado lejos, teniendo en cuenta que llevó a Dan Nichols para que lo interrogaran. Por consiguiente, está en libertad y libre de sospecha. En cuanto a Dan y Donna, sus problemas son suyos. Le ha conseguido a Dan un buen abogado y ya está.

Olvídalo.

Olvida…

¡Joder!

Petra.

Coge el teléfono.

Llama, llama y llama.

Evidentemente, ella dispone de un identificador de llamadas.