Se odian mutuamente.
Boone y Harrington.
No es solo que se odien, sino que se odian a muerte. Aunque busquemos en el diccionario todos los sinónimos de «odio», los sumemos y los multipliquemos por diez, seguiremos sin alcanzar el nivel de rencor que se tienen estos dos tíos.
—Buenas noches, cabrón —dice Harrington.
—Johnny, ¿qué coño pasa? —dice Boone, sin hacerle caso y dirigiéndose a Johnny Banzai.
«Venir a darme la paliza por lo de Blasingame —piensa Boone— un viernes a las nueve de la noche pasadas me parece totalmente fuera de lugar.»
—¿Podemos entrar? —dice Johnny con expresión adusta—. Tenemos que hablar.
—¿Ahora?
—Pues sí, ahora, gilipollas —dice Harrington—. Estamos aquí ahora, ¿no es cierto? Queremos entrar ahora y tenemos que hablar ahora.
Boone no le hace ni caso. Mira solo a Johnny y le pregunta:
—¿Tenéis una orden judicial?
Johnny lo niega con la cabeza.
—Entonces, no —dice Boone—. De todos modos, tengo que salir.
—¿Tienes una cita? —pregunta Harrington.
—Pues sí.
—¿Adonde la vas a llevar? —pregunta Harrington y mira el reloj—. Legoland ya ha cerrado.
La última vez que Boone dio un puñetazo a Harrington acabó en la cárcel, así que mantiene las manos quietas. De todos modos, eso es lo que Harrington pretende: lo está buscando. Johnny toma cartas en el asunto:
—Boone, será mejor que nos acompañes a comisaría, para que podamos grabar el interrogatorio.
—¿De qué hablas? —pregunta Boone.
—¿Quieres decirnos dónde has estado esta noche? —pregunta Harrington.
—Aquí.
—¿Hay alguien que lo pueda verificar?
—No.
Harrington mira a Johnny y sonríe. Steve Harrington tiene un rostro que parece de alambre de cuchillas y la sonrisa no lo favorece en nada.
—Los vecinos han observado un vehículo sospechoso acechando en el barrio y uno de ellos tomó nota de la matrícula. Adivina a quién pertenece el vehículo, surfista de mierda. Casi he llegado a pensar que era mi cumpleaños.
—¿Qué vecinos? ¿De qué coño hablas?
—¿Conoces a un tal Philip Schering? —pregunta Johnny a Boone.
Boone calla.
—Lo que suponía —dice Harrington—. ¿Ya le podemos hacer la gamba?
—¿Hacerme la gamba por qué?
—Eres una persona de interés —dice Johnny.
—¿En qué?
—En el asesinato de Schering —dice Johnny.
«Esto se está enfollonando a tope», piensa Boone.
Dan Nichols me ha usado para vigilar al amante de su esposa.
Y después lo ha matado.