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—Acepten el trato —dice Bill Blasingame.

Boone está sentado a la mesa de la sala de conferencias principal del bufete Burke, Spitz y Culver. La puerta está cerrada, pero por los ventanales se puede ver el puerto, donde destaca un portaaviones amarrado, que impresiona por lo grande y lo mortífero.

—¿No deberíamos consultar antes a Corey? —pregunta Petra—. Después de todo, se trata de su vida.

Boone observa que Alan le lanza una de esas miradas que quieren decir «No hables a menos que te pregunten», pero ella se la sostiene.

«Te felicito, Pete», piensa Boone.

—Corey hará lo que yo le diga —dice Bill—. Creo que ya hemos visto lo que ocurre cuando él se hace cargo de su propia vida.

«Mantén la boca cerrada —piensa Boone—. Quédate sentado, observa lo bonito que es el puerto y no abras la puta boca. Deja que salga como todos quieren.»

—De todos modos —dice Alan—, estoy obligado a consultar a Corey. El acusado es él. Tiene que aceptar el trato de forma explícita.

—Lo aceptará —dice Bill—. Lo mejor para él y lo mejor para todos es quitarnos esto de encima.

«Y quitarlo de las primeras páginas de los periódicos —piensa Boone—, porque, ahora que han caído a pique los precios de la propiedad inmobiliaria, ya tienes suficientes problemas, ¿no es cierto, Bill? ¿Y cuánta gente quiere jugar al golf con el padre de un asesino? Mejor corramos un tupido velo y escondamos a Corey en el trullo.»

—Tendrá que cumplir como mínimo diez años —advierte Alan—, si lo condenan a entre dieciséis y veinte.

—Tendrá veintinueve cuando salga —dice Bill—. Seguirá siendo un joven con toda la vida por delante.

«Claro —piensa Boone—. ¿Un tipo debilucho como Corey en la Penitenciaría del Estado durante diez años? ¿Cómo saldrá? Si es que sale… Si es que nadie acepta antes el contrato de Eddie el Rojo… Y, suponiendo que logre superarlo, ¿qué clase de vida le espera como asesino convicto?»

«Pero no te metas —piensa Boone—. Cierra el pico. Bill tiene razón: es lo mejor para todos. Corey consigue su hombría barata, Johnny conserva su reputación y su carrera y tú puedes volver al Club del Amanecer.»

Olvidado y perdonado.

Se acabó.

A otra cosa, mariposa.

Alan se pone de pie.

—Bueno, supongo que ya está —dice—. Iré a hablar con Corey y así lo haremos. Teniendo en cuenta los hechos, en realidad no me parece un mal resultado.

—No lo aceptes —dice Boone.