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Boone se reúne con Johnny en The Sundowner.

Vamos a ver, Boone se ha reunido con Johnny en The Sundowner muchísimas veces. Si vamos a hacer números, es probable que Boone se haya reunido con Johnny en The Sundowner más veces que las que no lo ha hecho y por lo general lo está deseando. ¿Por qué no? The Sundowner es guay. Johnny es guay. Dabuten.

Pero esta vez no será así.

Por lo tanto, Boone no está precisamente eufórico al respecto.

—¿Me has llamado? —pregunta Johnny, cuando se sienta a la mesa frente a Boone.

Johnny lleva puesto el uniforme de verano de detective de homicidios: blazer azul de algodón, camisa azul, pantalones color caqui. Echa una mirada a Boone y le dice:

—Has tenido una pelea.

—Un par.

—¿Has ganado?

—Ninguna de las dos.

—Entonces duele más, ¡a que sí!

Boone no sabe si duele más, pero sin duda le duele, como lo que está a punto de decirle a Johnny.

—¿Quieres una cerveza? —pregunta Boone.

—¡Sí! ¡Claro que quiero una cerveza! —dice Johnny.

Según la información que circula por la calle, Cruz Iglesias se ha escabullido a San Diego para huir del calor de Tijuana y, si eso es cierto, es una noticia que invita a beber alcohol. Significa que los Ángeles de la Muerte van a estar a la caza y no son precisamente como los SEAL en el proceso de selección de su objetivo. La situación podría ponerse fea y sangrienta, de modo que Johnny quisiera tomar montones de cervezas.

—Por supuesto que quiero una cerveza, pero tengo que ir a trabajar, así que no puedo tomarme una cerveza.

Boone hace señas a la camarera y le pide un par de Coca-Colas.

—¿Querías verme por algo en especial? —pregunta Johnny.

—Pues sí. Gracias por venir.

—¿Se trata de trabajo o de algo personal?

—Trabajo —dice Boone, aunque le preocupa que se convierta en algo personal.

Los límites son bastante imprecisos y tan fáciles de cruzar como los que hay con México, unos kilómetros más al sur, y, lo mismo que aquella frontera, cuesta mucho volver a cruzarla en sentido contrario.

—Tú dirás.

—Eddie el Rojo me ha dicho que va a matar a Corey Blasingame —dice Boone.

—De acuerdo —dice Johnny, mientras lo asimila—. ¿Y cómo es que te has enterado? Porque Eddie y tú no os frecuentáis mucho que digamos.

—Me envió una invitación a punta de pistola.

—¿Y cómo ibas tú a decir que no?

—¿Y cómo iba yo a decir que no?

Johnny asiente con la cabeza y se queda mirando a Boone.

—Y ahora viene la gran pregunta: ¿Cómo es que Eddie te avisa? Deja que lo formule mejor: ¿Cómo es que Eddie te avisa a ti?

Boone hace una inspiración profunda y dice:

—Estoy trabajando en el equipo que defiende a Blasingame.

Johnny se lo queda mirando fijamente.

—Dime que te estás quedando conmigo.

Boone se encoge de hombros.

—Voy a poner a trabajar mi gorra de Sherlock Holmes —dice Johnny—, a ver si lo deduzco: Alan Burke representa a Corey. La segunda de Burke es cierta inglesa con la que estás saliendo. Por lo tanto…, y es elemental, mi querido Watson…, te maneja como quiere.

—No es eso.

«No te puede manejar lo que todavía no has…»

Interrumpe la línea de pensamiento. Que Johnny piense lo que le dé la gana. Hay temas más peliagudos que tocar y lo mejor será que se decida de una vez y salte, de modo que dice:

—Preparasteis a los chavales de Rockpile cuando escribieron sus declaraciones, Johnny.

Johnny lo mira durante lo que parece una hora y después dice:

—El gallina de Blasingame es culpable. Lo sabes tú, lo sé yo, lo sabe él, lo sabe Burke; hasta la bolsita de té que te cepillas lo sabe.

—Tranquilo, vamos.

—No, tranquilo tú —dice Johnny—. Da marcha atrás y mucho, a menos, claro está, que prefieras a una betty antes que a tus amigos.

—No tiene nada que ver con ella —dice Boone.

—Entonces ¿con qué tiene que ver?

—Acusarlo de homicidio premeditado es excesivo.

—¿Quieres el teléfono de Mary Lou?

—Las declaraciones de los testigos…

—… dicen lo que dicen —insiste Johnny—. ¿Que si les hice saber cómo funciona el sistema? Por supuesto que sí. ¿Ha cambiado eso lo que ocurrió allí aquella noche? En lo más mínimo.

—Vamos, Johnny… Haces que Trevor Bodin ponga la intención en boca de Corey.

—¡Pero si tenía la intención en la boca! —grita Johnny—. Dijo lo que dijo y lo puso por escrito. ¿Qué me estás diciendo, Boone?

—¿Qué quieres decir?

—¿Me estás diciendo que he amañado las declaraciones? ¿La confesión? —pregunta Johnny—. ¿Es ese el camino que vais a seguir tú y tus nuevos amigos? Como los hechos son incuestionables, ¿cuestionáis al policía?

—Johnny…

—¿Sabes lo que eso supondría para mi carrera? —pregunta Johnny.

Boone lo sabe. Tan rápido como fue su propio descenso en la policía ha sido el ascenso de Johnny en la dirección contraria. Johnny asciende como un cohete; incluso se ha hablado de que podría llegar a ser jefe de detectives algún día y Banzai se toma su carrera muy en serio.

—No quiero hacerte daño —dice Boone.

—¿En serio? —dice Johnny—. Pues yo no quiero entrar en la categoría de daños colaterales cuando se te pase esta faceta trasnochada de bendito encoñado.

Se dirige a la barra y se sienta de espaldas a Boone.

Un rayo de luz atraviesa el salón cuando se abre la puerta y entra el Marea Alta para tomar su «cerveza al final de una jornada de trabajo», un ritual que practica con escrupulosa devoción. Se sienta a la mesa con Boone y entonces advierte que Johnny está sentado solo en la barra.

—¿Qué le pasa a Johnny? —pregunta.

—Hemos tenido una agarrada.

—¿Por un chico? —pregunta el Marea Alta, mientras levanta un dedo grueso en dirección a la camarera—. ¿Sabes qué podemos hacer? Esta noche, queridas, os venís las dos a casa, hacemos palomitas, ponemos una bonita película tonta, así las dos podéis llorar un rato y hacer las paces. Hasta podríamos hacer brownies.

—Estoy colaborando en la defensa de Corey Blasingame.

El Marea Alta lo mira con incredulidad, pero, al ver que habla en serio, dice:

—Creo que iré a beberme la cerveza en la barra.

—Ya sabes dónde queda.

—Hasta luego.

—Hasta luego.

El Marea Alta despega su mole de la silla, mueve la cabeza a un lado y otro, se aleja y se instala en un taburete al lado de Johnny.

«¡Qué bien! —piensa Boone—. Ha sido un buen día.»