Se organizaron paddle-outs por Kelly Kuhio en todo el mundo, programados para empezar al mismo tiempo.
El de San Diego fue especialmente conmovedor.
Salieron justo antes del amanecer para esperar la salida del sol, como hacía Kelly para sus meditaciones matinales. Todo el mundo llevaba una guirnalda de flores y la arrojó al agua. Alguien tocó una melodía en el ukelele, mientras otro cantaba una canción en hawaiano y después un monje budista dijo una oración. A continuación, todos los que quisieron compartieron un recuerdo o un pensamiento sobre Kelly: su amabilidad, su extraordinaria habilidad, lo que enseñaba, su manera de ser, su delicado sentido del humor, su inmensa compasión. Hubo algunas risas y mucho llanto.
Boone no dijo nada; se limitó a esforzarse en contener las lágrimas.
Lo que más lo impresionó fueron los chavalines negros y mexicanos que asistieron al paddle-out, aunque la mayoría no sabía nadar y parecían muertos de miedo. Boone no les quitó los ojos de encima hasta asegurarse de que todos regresaban bien a la orilla. Así fue.
Simplemente querían presentar sus respetos a aquel hombre.
Boone observa ahora el mismo trozo de agua y recuerda aquel día y recuerda también algo que Kelly le dijo un sábado por la tarde. Agotado después de haber estado ayudándolo a impedir que se ahogaran un montón de chavalines del centro de la ciudad que practicaban bodyboard en La Jolla Shores, Boone preguntó a Kelly por qué se tomaba tantas molestias.
En voz baja, como hablaba siempre, Kelly le respondió lo siguiente:
—Tú y yo hemos tenido suerte. Cuando éramos pequeños encontramos algo que nos gustaba mucho, algo que daba sentido a nuestra vida, y no puedo sino pensar que, si uno cree que su vida tiene sentido, valorará también la vida de los demás. No todos tienen tanta suerte como nosotros, Boone.
Boone se pone a discutir con el recuerdo de Kelly Kuhio:
«Sí, pero, Kelly, los chavales con los que trabajabas no tenían nada. El chaval que te mató es un cabroncete rico y malcriado que creció con todas las ventajas.»
Oye entonces la voz seca y risueña de Kelly:
«Aparentemente no, Boone.»
De modo que vas a ayudar a Corey Blasingame —dice Boone para sus adentros— y deja ya de dar vueltas a la noria, porque sabes que lo harás.
Porque es lo que Kelly Kuhio querría que hicieras.