Así como el cielo no produce lluvia sino cuando está cubierto y perturbado, el entendimiento humano, situado en el cerebro, debe estar perturbado y cubierto por los vapores que ascienden de las facultades inferiores, para que la imaginación sea irrigada y se torne fructífera. Y a pesar de que estos vapores, del mismo modo que los del cielo, son de diversos orígenes, sólo rinden cosechas diferentes de acuerdo con el suelo que los acoge. Ofreceré dos ejemplos para demostrar y explicar lo que estoy insinuando.
Cierto gran príncipe[42] convocó un poderoso ejército, llenó sus cofres con infinitos tesoros, armó una flota invencible, todo esto sin informar sobre sus designios a sus ministros más importantes ni a sus favoritos más cercanos. Inmediatamente, el mundo entero se alarmó: los reinos vecinos, en temblorosa expectativa, con respecto al lugar en que estallaría la tormenta; los pequeños políticos, elucubrando en todas partes profundas conjeturas. Algunos creían que proyectaba establecer la monarquía universal; otros, después de mucho meditar, decidieron que el asunto consistía en un proyecto para derribar al Papa y establecer la religión reformada, que una vez había sido la suya. Algunos, más profundamente sagaces, lo enviaban al Asia para someter al Turco y recobrar Palestina. Entre todos estos proyectos y preparativos, un cirujano de Estado[43], percibiendo la naturaleza de la enfermedad por sus síntomas, intentó la cura de un golpe: realizó la operación, rompió la bolsa, y el vapor voló afuera. Pero como no todo tiene completo remedio, el príncipe, infortunadamente, murió en la operación. Ahora el lector arderá de curiosidad por saber de dónde surgió este vapor que tanto atrajo la atención de las naciones. ¿Qué rueda secreta, qué oculto resorte pudo poner en movimiento una máquina tan maravillosa? Más tarde se descubrió que el movimiento de toda esta maquinaria había sido impulsado por una hembra ausente cuyos ojos elevaron una protuberancia, y que antes de la eyaculación fue apartada a un país enemigo.
¿Qué podría hacer en circunstancias tan delicadas un infeliz Príncipe? Probó en vano la infalible receta del Corpora queque del Poeta, porque
Habiéndose intentado inútilmente todos los medios pacíficos, la porción acumulada de semen, rebelde e inflamada, se volvió adusta, montó en cólera, enfiló a través del conducto espinal, y ascendió al cerebro. Exactamente el mismo principio que compele a un rufián a romper las ventanas de la ramera que le dio calabazas, empuja naturalmente a un Gran Príncipe a armar poderosos ejércitos, y a no soñar más que con sitios, batallas y victorias.
… Teterrima belli
Causa…[45]
El otro ejemplo[46] que leí en alguna parte de un autor muy antiguo, es el de un poderoso rey que se entretuvo durante más de treinta años en tomar y perder ciudades, en batir ejércitos y ser batido, en expulsar príncipes de sus dominios, alejar niños de su pan con manteca, devastar, quemar, saquear, acosar, masacrar súbditos y extranjeros, amigos y enemigos, machos y hembras. Está registrado que los filósofos de cada país se hallaban en grave disputa acerca de las causas naturales, morales y políticas de este fenómeno, con el fin de hallarle una solución original. Finalmente, el humor o espíritu que animaba el cerebro del héroe, hallándose en constante circulación, conquistó la región del cuerpo humano tan célebre por producir la Zibeta Occidentalis[47], y concentrándose allí en un tumor, dejó al resto del mundo en paz por aquel tiempo. De tan enorme importancia es el lugar donde se localizan estas emanaciones, y de tan poca importancia el lugar de donde proceden. Los mismos espíritus que en su superior progreso conquistarían un reino, bajando hacia el ano terminan en una fístula.