Kim Philby es uno de mis espías favoritos. Aparentando ser lo que no era y engañando continuamente a las personas que creían conocerle, su vida siempre me ha apasionado. Por eso, no me pude resistir a la tentación de tomar prestadas su traición y sus hazañas. Su estancia en España durante la Guerra Civil me sirvió para plantear la posibilidad de que hubiera montado una red al servicio de Rusia.
Su personalidad, los detalles de su vida y sus amistades están sacados de las muchas horas de estudio que le he dedicado a su biografía desde hace muchos años. También diversos hechos: Philby fue herido en Caudé; informó en primicia de la llegada del bando de Franco a Barcelona; participó en la organización de un atentado contra el almirante Canaris, el jefe del servicio secreto de Hitler, y visitó tristemente España cuando era sospechoso de ser «el tercer hombre», tras la huida a Moscú de sus compañeros del «quinteto de Cambridge» Burgess y Maclean. Todo lo demás pertenece a la imaginación de este autor, que tanto ha disfrutado pensando cómo un genio de la manipulación sería capaz de guiar los pasos de un inocente y entusiasta teniente del Ejército hasta convertirlo en un agente del servicio secreto ruso.
Manuel Langares es la encarnación de un luchador sincero, que quiere a su país pero se ve arrastrado por la manipulación de un periodista reconvertido en agente del SIS, que en realidad es un comunista convencido. Durante la Guerra Civil hubo varios oficiales que acompañaron a Philby en su trabajo por España y que años después, cuando conocieron su traición, hablaron de la relación que mantuvieron con él. Langares no se parece a ellos.
Lady Frances, la amante de Philby, debió de ser bastante parecida a como la retrato. Una mujer capaz de convertirse en el sueño imposible de Manuel y despertar la pasión en un juvenil Philby, que sin duda utilizó sus relaciones en España para su trabajo al servicio de los rusos.
Mike Tower, el intermediario entre Philby y Langares, es un personaje similar a Tomas Harris, un gran espía inglés que trabajó con Philby en la sección española del SIS durante la Segunda Guerra Mundial y que estuvo encargado de dirigir al gran topo español «Garbo». Su honestidad está fuera de toda duda, por lo que preferí cambiarle el nombre para poder atribuirle comportamientos dudosos.
Algunas otras personas hacen cameos en la obra. Desmond Bristow, que fue delegado del servicio secreto inglés en España y que antes de morir escribió su propia versión de su relación con Philby; el periodista Indro Montanelli, del que recojo su testimonio crítico sobre la personalidad del doble agente; o Nicholas Elliot, del SIS, que fue quien finalmente probó su traición. He mantenido también el nombre de los periodistas que murieron en Caudé, como un merecido homenaje a mis compañeros que entregan diariamente su vida en el cumplimiento de su labor.
Imaginar que el espionaje español ayudó en la Guerra Mundial al inglés a pillar a dos colaboradores que en Londres pasaban información a los alemanes, y tantas otras historias, pertenecen a mi imaginación. Son parte de mi homenaje al espionaje, que también me ha llevado a recordar algunas aventuras apasionantes, como la huida del pequeño Dalái Lama de manos de los chinos gracias a una inexistente aparición divina.
Quizá algún día, cuando tenga nietos, haré como los Langares y les contaré cuentos de espías adaptados a su edad.