AUTONOMÍA
Se revela que se ha obtenido la autonomía, con la liberación o la recuperación de tres capacidades: conciencia de las cosas, espontaneidad e intimidad.
Conciencia
La conciencia de las cosas significa la capacidad de ver una cafetera y oír cantar a los pájaros de modo propio, y no como enseñaron a uno a verlos y a oírlos. Se puede presumir, con buenas bases, que ver y oír tienen diferentes cualidades para los niños que para los mayores,[1] y que aquellos son más estéticos y menos intelectuales en los primeros años de vida. Un niño ve y escucha a los pájaros con deleite. Entonces el «buen padre» viene y sintiendo que debe «compartir» su experiencia, y que debe ayudar al «desarrollo» del niño, le dice: «ese es un grajo, y ese es un gorrión». En cuanto el niño se preocupa por cuál es un grajo y cuál es un gorrión, ya no puede ver a los pájaros ni oírlos cantar. Tiene que verlos y oírlos como su padre quiere que los vea y oiga. El padre tiene buenas razones de su parte, ya que pocas personas pueden pasarse la vida escuchando cantar a los pájaros, y, mientras más pronto empiece el niño su «educación», mejor. Tal vez será un ornitólogo cuando crezca. Algunas personas maduras, sin embargo, pueden ver y oír como antes. Pero la mayoría de los miembros de la raza humana han perdido la capacidad de ser pintores, poetas o músicos, y ya no tienen la opción de ver y oír directamente, aunque pudieran permitírselo; tienen que hacerlo de segunda mano. La recuperación de esta habilidad se llama «conciencia de las cosas». Fisiológicamente, la conciencia de las cosas es la percepción de la figura unida a la fantasía de la imagen.[2] Tal vez haya también percepción de la figura, cuando menos en algunos individuos, en las esferas del gusto, del olfato y de la cinestesia, lo que nos da los artistas en esos campos: «chefs», perfumistas y bailarines, cuyo eterno problema es encontrar gente capaz de apreciar sus obras.
La conciencia de las cosas requiere vivir en el aquí y el ahora, y no en otra parte, el pasado o el futuro. Una buena ilustración de posibilidades, en la vida americana, es viajar en coche en la mañana con premura para ir al trabajo. La pregunta decisiva es la siguiente: «¿Dónde está la mente cuando el cuerpo está aquí?», y hay tres casos comunes (y un cuarto, menos común):
Espontaneidad
Espontaneidad significa opción, libertad de escoger y expresar los propios sentimientos de entre todo el surtido que tenernos a nuestra disposición (sentimientos Paternales, de Adulto o de Niño). Significa liberación, liberación del apremio de jugar y de tener únicamente los sentimientos que nos enseñaron a tener.
Intimidad
Intimidad significa la espontaneidad, la franqueza libre de juegos de una persona consciente, la liberación del incorrupto Niño, sensitivo a la percepción de imágenes, en toda su ingenuidad, viviendo el aquí y ahora. Se puede demostrar experimentalmente[3] que la percepción de imágenes evoca afecto, y que la candidez pone en movimiento sentimientos positivos, así que hay algo así como «intimidad de un solo lado» —un fenómeno bien conocido, aunque no con ese nombre, por los seductores profesionales, quienes son capaces de seducir a sus parejas sin envolverse ellos—. Eso lo consiguen animando a la otra persona a mirarlos directamente y a hablar libremente, mientras el seductor o seductora se limita cuidadosamente a aparentar reciprocidad.
Debido a que la intimidad es esencialmente una función del Niño natural (aunque expresada en una matriz de complicaciones psicológicas y sociales), tiende a salir bien si no es estorbada por la intervención de los juegos. Generalmente la adaptación a las influencias Paternales es lo que la estropea y, desafortunadamente, esto es lo que sucede casi siempre. Pero antes de ser corrompidos o a menos que ya lo sean, la mayoría de los niños parecen ser afectuosos, y esa es la naturaleza esencial de la intimidad, como se ha demostrado experimentalmente.[4]