JUEGOS DEL HAMPA
Con la infiltración de las llamadas profesiones «auxiliares» al ámbito legal, a escuelas correccionales y otros establecimientos similares, y con la ayuda más elaborada de los criminólogos modernos, así como de los encargados del cumplimiento de la ley, todos los interesados deben darse cuenta de los juegos más comunes que prevalecen en el bajo mundo, tanto dentro como fuera de la prisión, y éstos incluyen «Policías y ladrones», «¿Cómo sale uno de aquí?» y «Tomémosle el pelo a Joey».
Tesis
Debido a que muchos criminales odian a la policía, parecen obtener tanta satisfacción de ganar a los policías como de sus ganancias criminales, y a veces más. Sus crímenes, en el nivel Adulto, son juegos llevados a cabo por recompensas materiales; el botín; en el nivel Niño, es la emoción de la cacería: la huida y la espera a que se apacigüen los ánimos.
Lo curioso es que el prototipo infantil de «Policías y ladrones» no es policías y ladrones, sino «Escondidillas», en el cual el elemento esencial es el penoso temor de ser encontrado. Los niños más pequeños fácilmente revelan esto. Si papá los encuentra demasiado fácilmente, la mortificación está ahí, sin gran diversión. Pero papá, si es un buen jugador, sabe qué es lo que debe hacer; demora el encuentro, y entonces el niño le da una pista llamándolo, dejando caer algo o haciendo ruido. Así obliga al padre a encontrarlo, aún así, todavía muestra mortificación, aunque esta vez ha tenido más diversión por el aumento del suspenso. Si el padre se da por vencido, el niño generalmente se siente decepcionado en vez de sentirse vencedor. Ya que la diversión de estar escondido existía, evidentemente no es ahí donde se halla el problema. Por lo que se siente decepcionado es por no haber sido cogido. Cuando le llega el turno de esconderse, el padre sabe que no debe llevar ventaja al niño mucho tiempo, sólo lo suficiente para que resulte divertido; y es lo bastante listo para parecer decepcionado cuando es encontrado. Pronto se aclara que el ser encontrado es el necesario ajuste de cuentas. De ahí que las «Escondidillas» no sean un simple pasatiempo, sino un verdadero juego. En el nivel social es una lucha de habilidad, y resulta muy satisfactorio cuando el Adulto de cada jugador hace todo lo que puede; en el nivel psicológico, sin embargo, se establece como un impulso inevitable hacia el juego, en el cual el Adulto de White tiene que perder para que su Niño gane. El no ser cogido es, en realidad, la antítesis. Entre niños mayores, aquél que encuentra el escondite imposible de adivinar, es considerado por los demás como mal deportista, ya que ha echado a perder el juego. Él ha eliminado el elemento Niño y ha convertido toda la situación en un procedimiento Adulto. Él ya no juega por divertirse. Está en la misma categoría que el dueño del casino, o de algunos criminales profesionales, que en realidad andan tras el dinero y no tras el deporte.
Parece que hay dos tipos definidos de criminales habituales: aquellos que son criminales por las ganancias, y aquellos que lo son por el juego —con un gran grupo intermedio que puede actuar en las dos formas—. El «ganador obligado», el gran financiero cuyo Niño en realidad no quiere ser cogido, casi nunca lo es, según los informes; es un intocable para quien «la protección» está siempre en pie. Por otra parte, al «perdedor obligado» que está jugando «Policías y ladrones» casi nunca le va bien financieramente. Las excepciones parecen, con frecuencia, ser debidas a la suerte y no a la destreza; a la larga, aun los afortunados terminan, generalmente, como los quiere su Niño: lamentándose en vez de gozando.
El jugador de «Policías y ladrones» de quien hablamos aquí, se parece en algo al «Alcohólico». Puede cambiar de papeles de Ladrón a Policía y de Policía a Ladrón. En algunos casos puede jugar el Policía Paternal durante el día y el Niño Ladrón en la noche. Hay un Policía en muchos ladrones, y un Ladrón en muchos policías. Si el criminal se «reforma» puede representar el papel de Salvador, convirtiéndose en un trabajador social o en empleado de una misión; empero, el Salvador es mucho menos importante en este juego que en «Alcohólico». Comúnmente, sin embargo, el papel del jugador como Ladrón es su destino y cada uno tiene su modus operandi para ser cogido. Puede hacérselo fácil o difícil a los policías.
La situación es parecida con jugadores de azar. En el nivel social o sociológico, un jugador de azar, «profesional», es aquél cuyo principal interés en la vida es jugar. En el nivel psicológico hay dos clases diferentes de personas que son jugadores profesionales. Hay unos que se pasan la vida jugando, o sea jugando con la suerte, en quienes la intensidad del deseo de ganar, de su Adulto, es excedido únicamente por la intensidad del deseo de perder, del Niño. Y tenemos a aquellos que manejan casas de juego y realmente se ganan la vida, generalmente una buena vida, proporcionando a los tahúres oportunidades de jugar; ellos no juegan, y tratan de evitar jugar, aunque ocasionalmente, bajo ciertas condiciones, pueden consentir en jugar y disfrutar con ello, lo mismo que un criminal puede ocasionalmente jugar un juego de «Policías y ladrones».
Esto aclara por qué los estudios sociológicos y psicológicos de criminales han sido generalmente ambiguos e infructuosos. Esto es: están tratando con dos clases diferentes de gente a quienes no se puede diferenciar adecuadamente con los sistemas teóricos y empíricos comunes. Lo mismo es verdad en el estudio de los jugadores profesionales. El análisis de juegos ofrece la solución inmediata. Se deshacen de la ambigüedad distinguiendo transaccionalmente, en el nivel social, entre «jugadores» y «jugadores profesionales».
Permítanos ahora apartarnos de esta tesis general para considerar ejemplos específicos. Algunos ladrones hacen sus «trabajos» sin desperdiciar tiempo ni movimientos. El ladrón de «Policías y ladrones» deja su tarjeta de visita por medio de actos de vandalismo, tales como el de echar a perder la ropa de valor, con secreciones y excrementos. El ladrón normal de bancos, de acuerdo con los informes, toma todas las precauciones posibles para evitar la violencia; el ladrón de bancos de «Policías y ladrones» sólo busca la excusa para desahogar su rabia. Como cualquier profesional, un verdadero criminal gusta de que sus trabajos sean todo lo limpios que las circunstancias lo permitan. El criminal de «Policías y ladrones» se ve obligado a dejar salir vapor en el curso de su trabajo. El verdadero profesional, se dice, nunca opera hasta que la «protección» está arreglada; el ladrón de juego está dispuesto a vencer a la ley con las manos. Los profesionales, podríamos decir, normales, se dan perfecta cuenta, a su modo, del juego de «Policías y ladrones». Si un miembro de la pandilla muestra demasiado interés en el juego, al punto de poner en peligro el trabajo, en especial si su necesidad de ser cogido empieza a traslucirse, tomarán medidas drásticas para prevenir que eso se repita. Tal vez se deba a que los profesionales no están jugando «Policías y ladrones», el que rara vez sean cogidos; de ahí que se les haya podido estudiar muy poco sociológica, psicológica y psiquiátricamente, lo mismo aplica a los jugadores de azar profesionales. De ahí que nuestros conocimientos clínicos acerca de criminales y jugadores se refieran más bien a los que juegan y de ninguna manera a los verdaderos profesionales.
Los cleptómanos (en contra de los rateros profesionales de tiendas) son ejemplos de cuán trivialmente se juega «Policías y ladrones». Es probable que un gran porcentaje de occidentales, cuando menos, han jugado «Policías y ladrones» en fantasía, y eso es lo que hace que se vendan los periódicos en nuestra parte del mundo. Esta fantasía consiste generalmente en soñar con el «asesinato perfecto», lo que es jugar el juego más difícil, y ser más listo que los policías.
Las variaciones de «Policías y ladrones» son «Auditores y ladrones», que lo juegan los estafadores con las mismas reglas y el mismo ajuste de cuentas; «Aduana y ladrones», jugado por contrabandistas; etc. La variación criminal de «Tribunales» es de especial interés. A pesar de todas sus precauciones, el profesional puede ser arrestado ocasionalmente y llevado a juicio. Para él, «Tribunales» es un procedimiento que lleva a cabo de acuerdo con las instrucciones de sus abogados. Para los abogados, si son ganadores compulsivos, «Tribunales» es esencialmente un juego con el jurado, en el cual la finalidad es ganar, no perder; y esto es considerado como un juego constructivo por gran parte de la sociedad.
Antítesis
Ésta les concierne más bien a los criminólogos competentes que a los psiquiatras. La policía y el aparato jurídico no son antitéticos, están representando sus papeles en el juego, actuando de acuerdo con reglas impuestas de antemano por la sociedad.
Sin embargo, se debe enfatizar una cosa; los investigadores en criminología pueden tomar a broma que algunos criminales se porten como si disfrutaran con la persecución y quisieran ser cogidos, o pueden tener la idea y estar de acuerdo, en forma deferente. Sin embargo, muestran poca tendencia a considerar semejante factor «académico» como decisivo en su trabajo «serio». En primer lugar, no hay manera de desenmascarar este elemento por medio de los métodos normales de investigación psicológica. El investigador debe, entonces, ya sea pasar por alto un punto crucial porque no puede trabajarlo con sus instrumentos de investigación, o cambiar sus instrumentos. La verdad es que hasta ahora esos instrumentos no han rendido una sola solución a ningún problema de criminología. Por tanto, les iría mejor a los investigadores si descartaran los antiguos métodos y atacaran el problema nuevamente. Hasta que «Policías y ladrones» sea aceptado no sólo como una anomalía interesante, sino como el centro de la situación en un gran porcentaje de casos, mucha de la investigación criminológica continuará ocupándose de trivialidades, doctrinas y otros asuntos sin importancia.[1]
Análisis
Tesis
La evidencia histórica demuestra que los prisioneros que sobreviven mejor son aquellos que han tenido su tiempo programado en alguna actividad, un pasatiempo o un juego. Evidentemente esto es bien sabido por la policía política, de quien se dice que consigue abatir a algunos prisioneros con sólo dejarlos inactivos y en un estado de privación social.
La actividad preferida de los prisioneros solitarios es leer o escribir libros, y el pasatiempo favorito es escapar. Algunos de los que practicaron este pasatiempo se han hecho famosos, como Casanova y el Barón Trenck.
El juego favorito es «¿Cómo sale uno de aquí?» o «Quiero salir», que también puede ser jugado en las instituciones de salud mental. Debe distinguirse de la operación que tiene el mismo nombre, conocida como «Buen comportamiento». Un recluso que realmente quiere verse libre, encontrará la manera de cumplir con las autoridades para ser puesto en libertad lo más pronto posible. En nuestro tiempo esto puede conseguirse frecuentemente jugando un buen juego de «Psiquiatría», del tipo terapia de grupo. El juego de «Quiero salir», sin embargo, es jugado por reclusos o pacientes cuyo Niño no quiere la libertad. Simulan «Buen comportamiento», pero en el momento crítico se sabotean a sí mismos para que no los suelten. Así, en «Buen comportamiento», Padre, Adulto y Niño, trabajan juntos para ser liberados; en «Quiero salir», Padre y Adulto recorren los movimientos prescritos hasta el momento crítico, en que el Niño, quien en realidad está asustado ante la perspectiva de salir a aventurarse en un mundo incierto, toma las riendas y echa a perder lo logrado. «Quiero salir» fue muy común en los últimos treinta años entre los recién llegados inmigrantes de Alemania, que se volvieron psicóticos. Mejoraban y suplicaban que los dejaran salir del hospital, más, conforme se iba acercando el día de su liberación, volvían sus manifestaciones psicóticas.
Antítesis
Tanto «Buen comportamiento» como «Quiero salir» son reconocidos por administradores competentes y pueden tratarse en un nivel ejecutivo. Sin embargo, los principiantes en la terapia de grupo son engañados frecuentemente. Un competente terapeuta de grupo, sabiendo que éstas son las maniobras más frecuentes en las prisiones psiquiátricamente orientadas, estará al acecho y las descubrirá en las primeras fases. Ya que «Buen comportamiento» es una operación honrada, puede ser tratada como tal sin peligro de discutirla abiertamente. «Quiero salir», en cambio, requiere terapia activa si el asustado recluso ha de ser rehabilitado.
Relativos
Un relativo cercano de «Quiero salir», es una operación llamada «Tienes que escucharme». En ésta, el recluso de una institución o el cliente de una agencia social demandan su derecho a presentar sus quejas. Las quejas, por lo general, están fuera de lugar; su propósito principal es el de asegurarse de que será escuchado por las autoridades. Si ellos cometen el error de pensar que él espera que sus quejas sean tomadas en cuenta, y lo cortan por pedir demasiado, puede haber problema. Si acceden a sus demandas, él aumentará sus quejas. Si se limitan a escucharlo pacientemente y con señales de interés, el jugador de «Tienes que escucharme» quedará satisfecho, se mostrará cooperativo y no pedirá nada más. El administrador debe aprender a distinguir «Tienes que escucharme», de verdaderas quejas, para poner remedio a una situación.[2]
«Injusticia» es otro juego que pertenece a esta familia. El criminal verdadero puede clamar «Injusticia» en un esfuerzo real para obtener la libertad, en cuyo caso su actitud es parte de un procedimiento. Sin embargo, el recluso que juega «Injusticia», no emplea el juego efectivamente para obtener la libertad, ya que si sale no tendrá más excusa para clamar.
Tesis
El prototipo de este juego es «El gran almacén», el juego de fraude en gran escala, pero hay muchos de menor importancia, y hasta el juego de provocación que puede ser el de «Tomémosle el pelo a Joey». Ningún hombre que no tenga «el hurto en las venas» puede ser vencido en «Tomémosle el pelo a Joey», porque el primer movimiento consiste en que Black le diga a White que el tonto y honrado Joey nada más está esperando para ser engañado o robado. Si White fuera completamente honrado, o no aceptaría o pondría sobre aviso a Joey; pero no lo hace. Y cuando Joey ya está a punto de caer, algo va mal y White se encuentra con que su inversión se ha evaporado. O en el juego de provocación, justo cuando Joey está a punto de ser engañado algo sucede que lo impide. Entonces White, quien estaba jugando con sus propias reglas, a su propia manera, se encuentra con que tiene que jugar con las reglas de Joey, y eso le duele.
Lo curioso es que se supone que la víctima conoce las reglas de «Tomémosle el pelo a Joey» y que debe atenerse a ellas. Que la víctima acuse honradamente, es un riesgo calculado por los timadores; no blandirán eso contra White, y hasta le permiten cierto grado de mentiras para salvar su dignidad. Pero si va demasiado lejos, y los acusa falsamente de ladrones, por ejemplo, eso constituye trampa y ellos lo resienten. Por otra parte, se tiene poca simpatía a un timador que se mete en líos por «trabajar» a una víctima que está ebria, ya que ese es un procedimiento impropio; y eso debería saberlo. Lo mismo se aplica a si es lo bastante estúpido para escoger una víctima con sentido del humor, ya que es bien sabido que esa clase de personas no son aptas de seguir interpretando su papel en «Tomémosle el pelo a Joey», hasta llegar al juego final de «Policías y ladrones». Los timadores experimentados tienen miedo de las víctimas que se ríen después de haber sido timadas.
Debe notarse que una broma no es un juego de «Tomémosle el pelo a Joey», porque en una broma Joey es el que sufre, mientras que en «Tomémosle el pelo a Joey» él queda arriba, y es White el que sufre. Una broma es un pasatiempo, mientras que, «Tomémosle el pelo a Joey», es un juego en el cual se ha arreglado que la broma se vuelva en contra de White.
Es evidente que «Tomémosle el pelo a Joey» es un juego de tres o cuatro, con la policía haciendo el cuarto, y que está relacionado con «Peleen los dos».
NOTA
Debidas gracias al Dr. Franklin Hernista del California Medical Facility en Vacaville, al señor William Collins del California Rehabilitaron Center en Norco, y al señor Laurence Means de la California Institution for Men en Tehachapi, por su constante interés en estudiar el juego de «Policías y ladrones» y por sus discusiones y críticas que tanto ayudaron.