CAPÍTULO UNO

ANÁLISIS ESTRUCTURAL

La observación de la actividad social espontánea, más productivamente llevada a cabo en ciertas clases de psicoterapia de grupo, revela que de tiempo en tiempo la gente muestra cambios notables de postura, de punto de vista, de voz, de vocabulario y de otros aspectos del comportamiento. Estos cambios de comportamiento van casi siempre acompañados de cambios en el sentimiento. En un individuo dado, ciertos patrones de comportamiento corresponden a un estado de ánimo, mientras que otra serie de patrones de comportamiento se relaciona con una diferente actitud psíquica, frecuentemente incompatible con la primera. Estos cambios y diferencias dan paso a la idea de «estados del yo».

En lenguaje técnico, un estado del yo puede describirse fenomenológicamente como un sistema coherente de sentimientos, y, funcionalmente, como una serie coherente de patrones de comportamiento. En términos más prácticos, es un sistema de sentimientos acompañados de una serie de patrones afines de comportamiento. Cada individuo parece tener a su disposición un repertorio limitado de estados del yo, que no son representaciones sino realidades psicológicas. Este repertorio puede ser clasificado en las siguientes categorías:

  1. estados del yo que semejan los de las figuras paternales,
  2. estados del yo que están independientemente dirigidos hacia la apreciación objetiva de la realidad,
  3. aquéllos que representan reliquias arcaicas, estados del yo todavía activos, los cuales fueron fijados desde la primera infancia.

Técnicamente se les llama, respectivamente, exteropsíquicos, neopsíquicos y arqueopsíquicos. En lenguaje más accesible, sus manifestaciones son llamadas Padre, Adulto y Niño, y, excepto en las discusiones más formales, estos términos son los que se emplean.

Entonces la situación es que, en cualquier momento dado, en un grupo social, cada individuo exhibirá un estado del yo Paternal, Adulto o Infantil, y que las personas pueden pasar de un estado del yo a otro, con diferentes grados de facilidad. Estas observaciones dan paso a ciertos diagnósticos. «Ése es tu padre», significa: «Estás ahora en el mismo estado de ánimo en que solía estar tu padre (o madre, o sustituto paterno), y estás respondiendo como lo haría él; con la misma postura, el mismo vocabulario, los mismos ademanes y sentimientos, etc.». «Ése es tu Adulto», significa: «Acabas de hacer una apreciación independiente y objetiva y estás hablando de los problemas que percibes, o de las conclusiones a que has llegado, sin prejuicios». «Ése es tu Niño», significa: «La forma como has reaccionado es la misma como lo hubieras hecho cuando eras un niño (o niña)». Las conclusiones son:

  1. Que cada individuo ha tenido padres (o sustituto de padres) y que lleva en su interior una serie de estados del yo que reproducen los estados de ánimo de esos padres (tal como él los ve), y que estos estados del yo, paternales, pueden ser activados en ciertas circunstancias (funcionamiento exteropsíquico). O sea: «Cada cual lleva a sus padres en su interior».
  2. Que cada individuo (inclusive niños, retrasados mentales y esquizofrénicos) es capaz de pensar objetivamente, si el estado del yo apropiado puede ser activado (funcionamiento neopsíquico). O sea: «Todos tenemos un Adulto».
  3. Que cada individuo fue más joven de lo que ahora es, y que lleva en su interior fijaciones de sus primeros años que pueden ser activadas en ciertas circunstancias (funcionamiento arqueopsíquico). O sea: «Todos llevamos un niño (niña) en nuestro interior».

En este punto es apropiado dibujar la Figura 1 (a), llamada diagrama estructural. Representa, desde el presente punto de vista, un diagrama de la personalidad completa del individuo. Incluye sus tres estados del yo, el Paternal, el Adulto y el Infantil. Están cuidadosamente separados entre sí, porque son completamente diferentes y, con frecuencia, incompatibles. Al principio las características pueden no ser claras para el observador neófito, pero pronto se vuelven interesantes para cualquiera que se tome el trabajo de aprender diagnosis estructural. Será conveniente, de aquí en adelante, escribir con mayúsculas Padre, Adulto y Niño, cuando nos refiramos a los estados del yo, y, con minúsculas, cuando se trate de personas. La Figura 1 (b) representa una forma conveniente y simplificada del diagrama estructural.

Antes de dejar el tema del análisis estructural, debemos mencionar algunas complicaciones.

  1. La palabra «aniñado» no se usa nunca en el análisis estructural, ya que ha llegado a tener cierto carácter de indeseable que debe ser detenido en el acto o de lo cual debemos librarnos. El término «infantil» se emplea para describir al Niño (un estado del yo arcaico), ya que es más biológico e imparcial. En realidad, es el Niño, en muchos aspectos, la parte más valiosa de la personalidad, y puede contribuir a la vida del individuo exactamente como un niño verdadero suele hacerlo en la vida familiar: encanto, placer e impulso creador. Si el Niño en el individuo es confuso y malsano, las consecuencias pueden ser funestas, y algo puede y debe hacerse al respecto.
  2. Lo mismo se aplica a las palabras «maduro» e «inmaduro». En este sistema no hay una «persona inmadura». Sólo hay gente en quienes el Niño domina inapropiada o improductivamente; no obstante, tales personas tienen un Adulto completo y bien constituido que sólo necesita ser descubierto o activado. A la inversa, los llamados «maduros», son individuos capaces de controlar al Adulto la mayor parte del tiempo, si bien su Niño domina en ocasiones, a veces con resultados desconcertantes.
  3. Debe notarse que el Padre se presenta en dos formas: directa e indirecta; como un estado del yo activo, y como influencia. Cuando es directamente activo, la persona responde como su propio padre (o madre) respondía («Haz lo que yo hago»). Cuando es una influencia, el individuo responde en la forma en que los padres querían que respondiera («Haz lo que digo, no lo que hago»). En el primer caso, él se convierte en uno de ellos; en el segundo, se adapta simplemente a sus requerimientos.
  4. Así, el Niño se muestra en dos formas: el Niño adaptado y el Niño natural. El Niño adaptado es el que modifica su comportamiento bajo la influencia paternal. Se porta como el padre (o la madre) quería que se portara: complaciente o precozmente, por ejemplo. O se adapta, encerrándose en sí mismo o quejándose. Así, la influencia paternal es la causa y el Niño adaptado el efecto. El Niño natural es una expresión espontánea. Es rebelde o creativo, por ejemplo. Una confirmación del análisis estructural se ve en los resultados de la intoxicación por alcohol. En el estado alcohólico, generalmente, primero, se le retira la autoridad al Padre para que el Niño adaptado quede libre de la influencia paternal y se transforme, por reacción, en Niño natural.

Rara vez resulta necesario para el análisis del juego, ir más allá de lo que hemos expuesto en lo que a personalidad estructural se refiere. Los estados del yo son un fenómeno psicológico normal. El cerebro humano es el organizador de la vida psíquica, y sus productos quedan organizados y guardados en forma de estados del yo. Ya hay concreta evidencia de esto en algunos descubrimientos de Penfield y sus asociados.[1], [2] Hay otra distribución de sistemas de clasificación, a varios niveles, tal como en la verdadera memoria, pero la forma natural de la experiencia, en sí, está en los cambiantes estados de la mente. Cada tipo de estado del yo, tiene su propio valor vital para el organismo humano.

En el Niño residen la intuición[3] y el impulso creativo y de placer.

El Adulto es necesario para la supervivencia. Es el que piensa objetivamente y computa las probabilidades que son esenciales para tratar efectivamente con un mundo adverso. Él también experimenta sus propias contrariedades y satisfacciones. Por ejemplo, el cruzar una carretera, requiere una compleja serie de conocimientos y cálculos acerca de la velocidad; la acción queda suspendida hasta que las computaciones nos indican un alto grado de seguridad de alcanzar el otro lado, a salvo. Las satisfacciones obtenidas por el dominio de estas computaciones, las debemos al Adulto. A este dominio debemos algunos de los placeres de esquiar, volar, navegar, y otros deportes móviles. Otra tarea del Adulto es la de regular las actividades del Padre y del Niño, y de servir de intermediario objetivo entre los dos.

El Padre tiene dos funciones principales. Primero, capacita al individuo para actuar efectivamente como padre de sus hijos, fomentando así la supervivencia de la raza humana. Su valer a este respecto se demuestra por el hecho de que las personas huérfanas desde la infancia parecen tener más problemas para criar a sus hijos que aquellos que contaron con sus padres hasta la adolescencia. Segundo, hace que muchas reacciones sean automáticas, lo que ahorra gran cantidad de energía y tiempo. Muchas cosas se hacen «Porque así es como deben hacerse». Esto libera al adulto de la necesidad de tomar innumerables decisiones triviales, para poderse dedicar así a cosas más importantes, dejando los asuntos de rutina al Padre.

Así, los tres aspectos de la personalidad tienen un alto valor de supervivencia, y sólo cuando alguno de ellos se desequilibra es cuando están indicados el análisis y la reorganización. De otra manera, cada uno de ellos, Padre, Adulto y Niño, tiene derecho a igual respeto y a un lugar legítimo en una vida completa y productiva.