Dos semanas después…
La vida era sencillamente maravillosa.
—Entonces ¿te gustó lo de anoche?
Cuando oyó las palabras de Qhuinn en su oído, Blay entornó los ojos en medio de la penumbra casi total.
—¿Tú qué crees?
Estaban tumbados en la cama, con sus cuerpos desnudos y calientes gracias al abrigo de mantas cálidas y pesadas. Qhuinn estaba apretado contra él, con los brazos y las piernas entrelazados.
Resultó que a Qhuinn le gustaban los arrumacos. Quién iba a pensarlo… Era fabuloso.
—Creo que sí te gustó —dijo Qhuinn y enseguida lamió lentamente la garganta de Blay por un lado—. Dime que te gustó.
A manera de respuesta, Blay flexionó la espalda y hundió su trasero contra la erección de Qhuinn. Eso produjo un gruñido que lo hizo sonreír.
—Parece que a ti también te gustó mucho —murmuró Blay.
—Mierda, sí, me encantó.
La noche anterior habían tenido el día libre y, después de hacer un poco de ejercicio en el gimnasio y perder al billar contra Lassiter y Beth, Blay había sugerido que fueran al Iron Mask por una razón muy específica.
Mientras Blay recordaba lo que había sucedido en el club, la polla de Qhuinn se introdujo en lugares donde fue muy bien recibida… y él se entregó nuevamente a aquella deliciosa penetración y al ritmo lento pero firme que sabía establecer tan bien su compañero.
Las cosas que recordó de lo sucedido en el club lo hicieron excitarse más: después de sentarse en el bar un rato y tomarse un par de copas, tequila para Qhuinn y gin tonics para Blay, Qhuinn lo había mirado de esa manera especial.
Y Blay se había puesto en acción.
Había llevado al macho a uno de los baños y, después de entrar juntos, había hecho realidad una de sus fantasías, mientras se besaban, se acariciaban y se desnudaban frenéticamente de la cintura para abajo…
Un gemido brotó de la boca de Blay mientras lo que estaba pasando y lo que había pasado se mezclaba formando un cóctel erótico que lo llevó al borde del orgasmo… y luego, gracias a las manipulaciones de Qhuinn sobre su pene, había saltado al abismo, al tiempo que su eyaculación estallaba en la mano de su amante y su cuerpo se sacudía para llevar también a Qhuinn al orgasmo…
Después de un período de recuperación, y una segunda ronda bastante satisfactoria, Qhuinn dijo con tono sensual:
—¿Acaso estabas pensando en ese baño?
—Tal vez.
—Si quieres, podemos volver a hacerlo cualquier noche.
Blay se rio.
—Bueno, supongo que esta noche volvemos a estar libres, así que…
La Hermandad había recibido la orden de quedarse en casa y como no había ninguna explicación en el mensaje de Tohr, Blay se imaginó que el motivo debía ser una reunión con el rey. La Pandilla de Bastardos y la glymera llevaban dos semanas bastante callados: ningún correo electrónico, ni movimientos de tropas en el centro, ni llamadas telefónicas. Lo cual nunca era buena señal.
Probablemente tendrían una sesión de actualización sobre la situación, o de estrategia para discutir el camino a seguir después del asesinato de ese miembro del Consejo y sus implicaciones. Aunque Blay realmente no podía ver ninguna desventaja en el hecho de que Assail hubiese matado a ese maldito hijo de puta.
Chao-chao, Elan. Descanse en Paz. La próxima vez que quieras incriminar falsamente a alguien trata de elegir a un pacifista.
La perspectiva de una reunión le hacía pensar en la integración de Qhuinn dentro de la Hermandad. La transición había salido bastante bien y Qhuinn no había cambiado nada en su comportamiento ni en su actitud. Otra razón más para adorarlo. A pesar del estatus tan alto que le habían otorgado, no había dejado que se le subieran los humos.
¿Y ese tatuaje en forma de lágrima que habían teñido de púrpura en su cara? Era genial. Al igual que la nueva cicatriz en forma de estrella que tenía en el pecho.
—Definitivamente tenemos que volver —dijo Qhuinn, mientras se salía lentamente y se acostaba de espaldas. Luego acomodó los brazos por encima de la cabeza, sonrió y se estiró, mientras la luz del baño permitía que Blay pudiera contemplar aquellos increíbles labios—. Fue muy sexy. Tú eres muy sexy.
—¿Qué puedo decir? Era mi fantasía desde hacía mucho tiempo. —Al ver que Qhuinn se ponía serio, Blay acarició ese ceño fruncido—. Oye. Vale ya. Estamos empezando de cero, ¿lo recuerdas?
Después de la noche de las grandes revelaciones en el Iron Mask, habían tenido varias charlas largas y habían decidido llevar su relación lentamente, sin hacer ninguna suposición ni dar nada por hecho. Primero habían sido amigos, luego una especie de enemigos y después una especie de amantes… antes de armar finalmente todo el rompecabezas. Y aunque habían pasado mucho tiempo juntos durante años, y se conocían muy bien en muchos aspectos, ser novios era algo distinto por completo.
—Sí, empezar de cero. —Cuando Qhuinn se inclinó para darle un beso, Blay sintió que su teléfono vibraba con un mensaje.
Naturalmente, Qhuinn no estaba interesado en ninguna comunicación con el mundo exterior y siguió trazando con su lengua el camino hasta la boca de Blay, mientras Blay estiraba el brazo para agarrar el móvil.
Tuvo que sostenerlo por encima de los hombros de Qhuinn, mientras este maniobraba encima de él, restregando su polla todavía dura contra la de Blay…
—¿Qué? —dijo Blay, mientras se separaba un poco.
—¿Acaso nos están interrumpiendo?
—Sí… Butch dice que me necesita en la Guarida para una consulta sobre moda.
—Bueno, pues tú tienes un estilo perfecto.
Por alguna razón, ese comentario hizo que Blay pensara en Saxton. Cuando Qhuinn y él decidieron hacer oficial su relación, Blay le contó al abogado todo lo que estaba pasando y Saxton se portó con una gentileza increíble que, desde luego, no lo había sorprendido lo más mínimo. Incluso le dijo que aquello le producía una rara especie de alivio en la medida en que mostraba cómo la justicia siempre termina imponiéndose, aunque esta vez no lo favoreciera a él.
Al menos Blay había encontrado a su verdadero amor, dijo Saxton.
Ahora faltaba que Saxton pudiera encontrar el suyo.
—Será mejor que vaya a la Guarida —murmuró Blay—. Tal vez es noche de citas para todos.
Pero cuando trató de levantarse de la cama, Qhuinn lo agarró de las caderas y lo atrajo hasta sus labios para darle otro largo beso.
Cuando Qhuinn por fin lo soltó, tenía los ojos entrecerrados.
—Una noche de citas, esa sí que es una buena idea. ¿No te gustaría salir a bailar conmigo alguna noche?
—¿A bailar? —Blay se rio—. Tú vas a ir a bailar. Pero conmigo.
Salir a bailar era algo que representaba todo lo que Qhuinn odiaba: era un gesto sensiblero, además estabas expuesto a la mirada de muchas personas y, encima, tenías que estar completamente vestido.
—Si tú quisieras que fuéramos a bailar, yo lo haría enseguida.
Blay le acarició la cara. Qhuinn realmente se estaba esforzando y Blay estaba más que dispuesto a esperar hasta el día en que su amigo se sintiera listo para hacer una demostración pública de afecto. La Hermandad y los miembros de la casa sabían que estaban juntos; fue bastante obvio cuando Qhuinn pasó sus cosas a la habitación de Blay. Pero cuando te has pasado toda la vida negando tus inclinaciones no es fácil que te sientas cómodo mientras te besas con tu novio frente a todo el mundo.
Sin embargo, Qhuinn lo estaba intentando. Y estaba hablando, y mucho, acerca de su familia y su hermano, el cual seguía recuperándose lenta y dolorosamente en la clínica.
Por otro lado, cuando estaban a puerta cerrada todo era mágico y no había ninguna barrera entre ellos.
Exactamente lo que Blay siempre había deseado.
—¿Vas a bajar a la Primera Comida? —le preguntó Blay a Qhuinn al sentir que las persianas de acero empezaban a levantarse.
—Tal vez solo me quede aquí y espere hasta que vuelvas para comerte a ti.
Ah, sí, ahí estaba otra vez ese travieso gruñido; y eso hizo que Blay sintiera deseos de volver a meterse entre las sábanas.
—Tú eres… —Al oír el eco de otro gruñido, Blay se detuvo en su camino al baño—. ¿Dónde tienes la mano?
—¿Dónde crees que la tengo? —Qhuinn arqueó la espalda y se mordió el labio inferior con uno de sus colmillos.
Blay pensó en ese mensaje que no tenía intención de pasar por alto.
—Eres un mamón.
—Sí, es cierto, lo soy —dijo Qhuinn y se relamió—. Y a ti te gusta que lo sea, ¿no?
Blay soltó una maldición y siguió hacia el baño. Si seguían así nunca iba a salir de esa habitación…
Y, claro, después de una ducha caliente y un rápido afeitado, Qhuinn seguía en la cama, tumbado como un león, con el pelo revuelto tras un día entero de caricias, y esos ojos disparejos llenos de promesas sobre las proezas físicas que le esperaban cuando Blay regresara.
Maldito seductor.
—¿Piensas quedarte ahí? —le preguntó Blay desde la puerta.
—Ah, no lo sé… Tal vez haga un poco de ejercicio. —Luego se oyó un siseo, seguido de otro de esos gruñidos; el movimiento de aquel brazo que se alcanzaba a percibir por encima de las cobijas hizo que Blay recordara toda clase de cosas pegajosas y maravillosas—. Es que el ejercicio es muy importante, ya sabes.
Blay apretó los dientes y abrió la puerta.
—Enseguida vuelvo.
—Tómate tu tiempo. Recuerda que la expectativa solo contribuye a ponerme más duro.
—Sí, como si necesitaras ayuda para eso.
Blay cerró entonces la puerta con firmeza y se acomodó la polla entre los pantalones de correr que se había puesto, mientras volvía a maldecir. Sería mejor que Butch tuviera una buena razón para solicitar su opinión.
Y un problema que se pudiera resolver rápidamente.
‡ ‡ ‡
En cuanto Blay salió por la puerta, Qhuinn apartó las mantas de un manotazo y se levantó de un salto. Cogió el móvil y envió el mensaje que había escrito previamente; luego se dirigió a la ducha. Por fortuna, el agua ya estaba caliente.
Enjabonarse a toda máquina. Champú en un segundo. Afeitado…
—¡Ay! —gritó Qhuinn cuando, con las prisas, se cortó con la cuchilla.
Entonces cerró los ojos y se obligó a bajar el ritmo, tenía que relajarse si no quería acabar cortándose la nariz. Cuchilla sobre la mejilla, un movimiento cuidadoso hacia abajo, luego la barbilla, el cuello… Repetición. Repetición.
¿Por qué diablos insistía en afeitarse en la ducha? En una noche como esa, debería estar frente a un espejo…
—Hola, reina, ¿estás listo? —Era la voz de Rhage, que llegaba desde el cuarto—. ¿O acaso quieres depilarte las cejas?
Qhuinn se pasó rápidamente la mano por la cara. Perfecto.
—Vete a la mierda, Hollywood —gritó por encima del ruido del agua.
Luego cerró la llave, salió de la ducha y se secó mientras se dirigía a la habitación.
De pie junto a un sonriente Tohr, Rhage tenía las manos en la espalda y parecía estar escondiendo algo.
—Esa no es manera de dirigirte a tu maldito estilista.
Qhuinn les lanzó una mirada de odio a los hermanos.
—Si eso es una camisa hawaiana, os juro que os mato.
Rhage miró a Tohr y sonrió. Cuando Tohr le hizo una señal de asentimiento, Hollywood sacó lo que estaba escondiendo con su cuerpo.
Qhuinn se quedó helado.
—Un momento… eso es un…
—Esmoquin, así es como se llama —lo interrumpió Rhage—. E-S-M-O-Q-U-I-N.
—Es de tu talla —dijo Tohr— y Butch dice que es del mejor diseñador que existe.
—Tiene nombre de coche —murmuró Rhage.
—Hola —saludó Lassiter al entrar—. Guau, vaya esmoquin…
—El borrico este ni siquiera sabía cómo se llama esta prenda, Vishous —dijo Hollywood cuando vio que V entraba detrás del ángel.
—¿El esmoquin? —preguntó V al tiempo que encendía un cigarrillo—. Pues claro que no lo sabía. Qhuinn es un macho de verdad.
—Pero, entonces, ¿Butch es una chica? —señaló Rhage—. Porque él fue el que lo compró.
—Hey, esto ya parece una fiesta —dijo Trez, al tiempo que entraba con su hermano iAm—. Joder, vaya esmoquin. Es un Tom Ford, ¿verdad?
—No, creo que es un Dick Chrysler —dijo Rhage—. ¿O un Harry GM? Espera, no, creo que…
—Será mejor que te vistas, Rapunzel —dijo V, al tiempo que miraba su reloj—. No tenemos mucho tiempo.
—Ese sí que es un señor esmoquin —declaró Phury, cuando él y Z empujaron la puerta para entrar—. Yo tengo uno idéntico.
—Fritz ya ha encendido las velas —dijo Rehv al entrar detrás de los gemelos—. Hey, me gusta el esmoquin. Yo tengo uno igual.
—Yo también —dijo Phury—. El corte es fantástico, ¿no crees?
—Los hombros se ajustan a la perfección. Tom Ford es el mejor…
Caos. Total.
Y mientras Qhuinn observaba la escena, todos esos machos hablando entre ellos, dándose la mano o con palmadas en el trasero, sintió por un momento que le faltaba el aire. Luego bajó la vista y contempló el anillo que Blay le había dado.
Tener una familia era… realmente increíble.
—Gracias —dijo entonces en voz baja.
Al oír eso, todos se quedaron en silencio y se volvieron a mirarlo.
Z fue el primero en hablar. Sus ojos amarillos brillaban con una preciosa luz.
—Ahora ponte rápidamente ese ridículo traje, tortolito, y nos vemos abajo.
A eso le siguieron varias palmadas en la espalda, mientras todos los guerreros se dirigían a la puerta. Y después Qhuinn se quedó solo con el esmoquin.
—Adelante, vamos —le dijo entonces al traje.
Primero se puso la camisa y todo bien, pero los botones no eran normales. Eran botones estilo gemelos y le llevó una eternidad abrocharlos. Luego se enfrentó a los pantalones… y decidió ir desnudo. Por último, alguien había dejado sobre la cama un par de zapatos relucientes, así como un par de calcetines negros de seda, que eran casi iguales a un par de medias de hembra.
Pero Qhuinn tenía la intención de hacer esto bien.
Así que cuando finalmente se puso la chaqueta, se preparó para sentirse constreñido, embotado, pero resultó que Phury y Rehv tenían razón y la tela de la chaqueta envolvió su cuerpo como si fuera su propia piel. Después se dirigió al baño, cogió la cinta de seda negra que colgaba de la percha y se miró al espejo.
Joder… estaba muy guapo.
Después de levantar el cuello almidonado de la camisa, puso la cinta alrededor y le dio un par de tirones hacia la izquierda y otros hacia la derecha para asegurarse de que había quedado en el centro. Y luego hizo lo que había visto hacer a su padre y a su hermano muchas veces, cuando no sabían que él los estaba mirando: hizo un nudo perfecto, que quedó junto sobre su garganta.
Probablemente habría sido más fácil si se hubiese quitado la chaqueta.
Y si las manos no le estuvieran temblando tanto.
Pero por fin lo había logrado.
Frente al espejo, dio un paso atrás y se miró desde la izquierda y desde la derecha. Y luego se miró por detrás.
Sí, estaba radiante. El problema era que sencillamente no parecía él. Parecía otra persona.
Y eso era un problema porque, para él, últimamente el hecho de ser auténtico se había vuelto muy importante.
Gracias a un descuido, el pelo se le había secado sin ninguna forma y, obedeciendo un impulso, tomó el producto que compartía con Blay, se lo aplicó en las palmas de las manos y se lo echó en el pelo, poniéndoselo de punta.
Mejor. Ese toque de autenticidad lo ayudó a no sentirse como un títere.
Pero todavía había algo que no estaba bien… Aunque no era capaz de saber qué…
¡Habían pasado tantas cosas en tan poco tiempo! Después de que Blay y él tuvieran aquella importante conversación en el Iron Mask, se había sentido muy ligero. Le sentó genial quitarse de encima el peso que llevaba cargando durante tantos años sin darse cuenta. Era tan extraño… pero a veces se sorprendía respirando profundo y ensanchando lentamente el pecho para comprimirlo después con un movimiento suave y fácil.
Hasta cierto punto, todavía seguía esperando a despertar algún día y descubrir que todo había sido un sueño. Pero todas las noches se despertaba con los brazos alrededor de Blay, en la nariz ese maravilloso olor a macho enamorado y, junto a él, el cuerpo tibio de su amigo.
«Te amo. Eres perfecto tal como eres».
«Siempre».
Qhuinn cerró los ojos y sintió que se tambaleaba…
Luego abrió los ojos de repente y miró hacia el armarito que estaba debajo del lavabo.
Sí, pensó. Eso era lo que faltaba, claro…
Un par de minutos después salió de su habitación sintiéndose exactamente como debía sentirse, con su esmoquin y todo.
Cuando llegó a las escaleras, las velas que habían colocado a cada lado brillaban y chisporroteaban. Y también había más velas abajo: en las chimeneas, en el suelo, sobre las mesas y colgadas de los arcos que llevaban a los otros salones de la primera planta.
—Tienes muy buen aspecto, hijo.
Qhuinn se volvió y miró por encima del hombro.
—Ah, qué tal, mi lord.
Wrath salió de su estudio con su reina de un brazo y su perro al otro lado.
—No necesito verte para saber que les haces justicia a los pingüinos.
—Gracias por dejarme hacer esto.
Wrath sonrió, enseñando esos inmensos colmillos blancos. Luego le dio un tirón a su hembra para un beso rápido, antes de soltar una carcajada y decir:
—Si en el fondo yo soy un romántico, ¿acaso no lo sabías?
Beth también se rio y le dio un apretón a Qhuinn en el brazo.
—Buena suerte… aunque no la necesitas.
Qhuinn no estaba tan seguro de eso. Esperó a que Wrath y Beth comenzaran a bajar las escaleras y los siguió a los pocos segundos. Estaba aterrado y se preguntó cómo demonios había podido pensar que aquello era una buena idea…
No seas tan cobarde, se dijo entonces a sí mismo.
No había acabado aún de bajar las escaleras cuando se abrió la puerta interior del vestíbulo. La ráfaga de viento que se coló hizo temblar la luz de las velas.
Qhuinn se detuvo mientras Fritz escoltaba a dos figuras hasta adentro. Los dos pisaron con fuerza el suelo para calentarse un poco los pies y levantaron la vista al mismo tiempo para mirarlo.
Los padres de Blay estaban vestidos con gran formalidad, él también con esmoquin y ella con el vestido de terciopelo azul más hermoso que Qhuinn había visto nunca.
—¡Qhuinn! —gritó la madre de Blay, al tiempo que se recogía la falda y corría a abrazarlo—. ¡Pero mírate!
Sintiendo cómo se encendían sus mejillas, Qhuinn bajó la cabeza y corrió hacia ella. Aunque la hembra era por lo menos treinta centímetros más baja que él, incluso con tacones, Qhuinn se sintió como un niño de doce años cuando ella le abrió los brazos y dijo:
—¡Ay, pero si eres el chaval más apuesto que he visto en la vida!
—Gracias. —Qhuinn carraspeó—. Yo… Ah… quería estar bien.
—¡Y lo estás! ¿No lo crees, mi hellren?
El padre de Blay se acercó y le tendió la mano.
—Bien hecho, hijo.
—Es un… como-se-llama… Ford. —Vaya manera de quedar como un estúpido.
El padre de Blay le estrechó la mano. Luego se abrazaron, dándose palmaditas en la espalda como suelen hacer los machos.
—Me alegro mucho por los dos.
La madre de Blay empezó a sollozar y sacó un pañuelo blanco.
—Esto es tan maravilloso. Ahora tengo otro hijo: ¡dos hijos! Ven aquí que tengo que abrazarte. ¡Dos hijos!
Qhuinn se dejó llevar, pues era categóricamente incapaz de negarle algo a esa hembra, y ciertamente nunca podría negarse a uno de sus abrazos… que eran todavía mejores que su famosa lasaña.
Dios, Qhuinn adoraba a los padres de Blay. Habían ido a visitarlos hacía un par de noches, después de decidir que iban a darle una oportunidad seria a su relación, y aunque Qhuinn estaba a punto de cagarse en los pantalones del pánico, los dos se habían portado espléndidamente, relajados y… como si todo fuera normal.
Pero Blay no sabía que Qhuinn había vuelto a visitarlos también la noche anterior, justo después del anochecer, antes de ir al club…
Cuando salió de aquel abrazo, Qhuinn alcanzó a ver a Layla, que estaba de pie, a la entrada del comedor. Después de hacerle señas para que se acercara, le pasó el brazo por encima de los hombros, porque podía percibir que ella se sentía incómoda.
—Esta es la Elegida Layla.
—Solo Layla, por favor —murmuró ella y les tendió la mano.
Pero en respuesta, el padre de Blay hizo una reverencia, y la madre, una pequeña venia.
—Por favor, eso no es necesario —empezó a decir Layla, pero luego se relajó cuando vio que la pareja dejaba enseguida las formalidades.
—Mi querida niña, Qhuinn nos ha contado esa maravillosa noticia. —La mahmen de Blay estaba radiante de felicidad—. ¿Cómo te encuentras?
Otro punto a favor de los padres de Blay. Qhuinn todavía no podía creer lo maravillosos que habían sido cuando él les contó lo del embarazo… y ahora estaban haciendo lo propio con Layla para tranquilizarla.
Joder, los padres de Blay siempre habían sido así, nunca se habían dejado contaminar por las mierdas de la glymera, siempre ajenos a las rígidas normas de la aristocracia y dispuestos a hacer lo correcto en cualquier momento.
Por eso no era ninguna sorpresa que Blay hubiese salido tal como era…
—Ya viene —gritó V desde la sala de billar—. Tenemos que escondernos, todos, ya.
—Ven con nosotros —dijo la mahmen de Blay, al tiempo que tomaba del brazo a Layla—. Tienes que asegurarte de que no nos estrellemos con ningún mueble.
Layla miró a Qhuinn por encima del hombro y le dijo:
—¡Estoy tan feliz por ti!
—Gracias —le dijo entonces Qhuinn y le devolvió la sonrisa.
Cuando dio media vuelta para quedar frente a la entrada de la mansión, Qhuinn pensó que no era momento de sentir náuseas.
Con la casa en silencio y las velas encendidas, esperó, sintiéndose como entumecido de la cabeza a los pies.
Hora de que empiece el espectáculo.
‡ ‡ ‡
Muy bien, esto no tenía ningún sentido, pensó Blay, mientras caminaba apresuradamente a través del jardín.
—¡Estás genial! —le gritó Butch desde la puerta principal de la Guarida.
Todavía no entendía cómo había terminado metido en un esmoquin. Butch le había contado una historia acerca de que necesitaba que Blay hiciera de modelo paseándose con el esmoquin delante de Vishous, con la esperanza de convencerlo de que se comprara uno. Pero eso era una locura. Butch podría haberse puesto uno de los cuatro que tenía y haber desfilado él mismo.
Además, nadie podía convencer a V de nada. El hermano era más difícil de persuadir que una roca.
En todo caso, lo único que quería era terminar rápidamente con ese asunto para poder regresar arriba y, ojalá, encontrar a Qhuinn todavía en la cama.
Al subir las escaleras que llevaban hasta la gran entrada de la mansión, sus elegantes zapatos hicieron crujir la sal y, tan pronto entró a la antesala del vestíbulo, pisó con fuerza en el suelo. Luego puso la cara frente a la cámara de seguridad y…
La puerta se abrió, pero él no podía ver nada. Todo estaba oscuro… No, en realidad, todo estaba iluminado por la luz de cientos de velas que chisporroteaban desde cada rincón del vestíbulo, reflejando el color dorado de la barandilla, los candelabros y los espejos…
Qhuinn estaba en medio de aquel gran espacio. Solo.
Y cuando Blay cruzó el umbral, lo hizo prácticamente sin darse cuenta porque ya no podía sentir sus propios pies.
Su amante y mejor amigo estaba vestido con el más hermoso esmoquin que Blay hubiese visto. Pero, claro, aquello tenía más que ver con el macho que lo llevaba puesto que con el traje mismo: la chaqueta negra destacaba su pelo engominado y peinado de punta, el blanco de la camisa le daba más luminosidad a la piel bronceada y el corte del esmoquin… era un recordatorio de lo perfecto que era el cuerpo de ese guerrero.
Pero eso no fue lo que de verdad lo conquistó.
Fueron esos ojos disparejos, el azul y el verde, que brillaban con una luz tan hermosa que las velas palidecerían de envidia. Sin embargo, Qhuinn parecía nervioso y movía ansiosamente las manos, mientras pasaba el peso del cuerpo de un pie a otro, haciendo equilibrio sobre aquellos zapatos brillantes.
Blay se acercó y se detuvo al llegar frente a Qhuinn. Y aunque su cerebro empezó a hacer todo tipo de especulaciones sobre el significado de aquello, y a sacar unas cuantas conclusiones descabelladas, no pudo evitar sonreír cuando lo vio de cerca.
—Te has puesto los piercings.
—Sí. Solo… solo quería asegurarme de que supieras que era yo, ya sabes.
Mientras Qhuinn se tocaba los aros de metal que subían por su oreja, Blay se agachó y lo besó en los labios, besando también el aro que colgaba otra vez del labio inferior.
—Ay, yo sé que eres tú. Tú y nada más que tú… pero me alegra que te los hayas vuelto a poner. Me encantan.
—Entonces nunca me los volveré a quitar.
En el silencio que siguió, Blay pensó: Ay, Dios… sería eso realmente… o quizás había malinterpretado…
Pero de repente Qhuinn apoyó una rodilla en el suelo, justo encima del manzano florecido, y dijo:
—No tengo un anillo que darte y tampoco tengo ideas o palabras sofisticadas que decirte. —Tragó saliva—. Sé que quizás es demasiado pronto y también muy repentino, pero te amo y quisiera que nosotros…
Por una vez en la vida, Blay tuvo que estar de acuerdo con su amigo y mandó las palabras al diablo…
Al tiempo que se inclinaba con decisión y lo besaba apasionadamente para acallar toda esa conversación. Luego se echó hacia atrás y dijo:
—Sí. Sí, absolutamente sí…
Qhuinn lanzó una maldición explosiva al levantarse y luego los dos se abrazaron.
—Gracias, muchas gracias. Ay, joder, llevo días a punto de sufrir un ataque cardiaco…
Cuando estallaron los aplausos, llenando el espacio enorme del vestíbulo, todos los demás empezaron a salir de entre las sombras, sonrientes y felices…
—¿Mamá? ¿Papá? —Blay se rio—. ¿Qué estáis…?
Blay abrazó a sus padres.
—Y debes saber que Qhuinn lo hizo de la forma apropiada. Primero fue a hablar conmigo para pedir tu mano —le dijo su padre.
Blay volvió la cabeza bruscamente para mirar a su compañero.
—¿Qué? ¿De verdad le pediste mi mano a mi padre?
Qhuinn asintió y empezó a sonreír como un imbécil.
—Es la única vez en mi vida que voy a hacer algo así, de modo que me pareció adecuado seguir el protocolo. ¿Podríais poner la música ahora, por favor?
Al instante, todos retrocedieron y sus cuerpos formaron un círculo alrededor del foco de luz, mientras comenzaba a sonar algo muy conocido…
Don’t Stop Believing, de Journey.
Y entonces Qhuinn le tendió la mano a Blay y dijo:
—¿Bailas conmigo? Delante de todo el mundo. ¿Quieres ser mío y bailar conmigo?
Blay empezó a parpadear rápidamente. En cierto sentido, el gesto parecía mucho más importante que la propuesta de aparearse: ante Dios y ante todo el mundo. Ellos dos. Unidos de corazón a corazón.
—¿Acaso crees que podría decir que no? —susurró Blay con voz ronca.
Justo cuando sus cuerpos se encontraron, Blay vaciló por un instante.
—Espera… ¿quién marca el paso?
Qhuinn sonrió.
—Eso es fácil. Los dos marcamos el paso.
Y con esas palabras, Blay y Qhuinn se abrazaron y empezaron a moverse juntos en perfecta armonía…
… y vivieron felices para siempre.